A rajatabla: Un hombre bueno

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No ocultó su alegría o satisfacción cuando me dijo que estaba muy agradecido con el presidente Danilo Medina porque dispuso la compra de la colección de programas sobre episodio de la historia contemporánea y porque con ese empuje presidencial podría continua con nuevas investigaciones, especialmente la historia del Golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch.
No ocultó su alegría o satisfacción cuando me dijo que estaba muy agradecido con el presidente Danilo Medina porque dispuso la compra de la colección de programas sobre episodio de la historia contemporánea y porque con ese empuje presidencial podría continua con nuevas investigaciones, especialmente la historia del Golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch.

Por Orión Mejía

Tres días antes de que lo sorprendiera la muerte, conversamos al calor de un café en mi oficina sobre temas banales pero extrañamente apasionantes e interesantes, quizás porque política y negocio estuvieron ausentes. Ni él ni yo imaginaríamos que ese seria nuestro último encuentro porque un cruento infarto terminaría con su presencia física en esta vida que vivió dignamente.

Aunque no se lo dije, lo vi con semblante de gente enferma, tenía los pies hinchados, hablaba y respiraba con dificultad, pero aun así no hablamos de problemas médicos y si de sus planes que por el entusiasmo con que fueron expuestos, mi amigo no presentía la muerte, al menos no tan pronto.

Comencé el dialogo por la vía de un interrogatorio: “¿Dónde conseguiste esa ametralladora cincuenta, porque la enterraste y porque la devolviste a las autoridades?” Esa pregunta fue como abrir una puerta para que ambos ingresáramos al apasionante pasado histórico de la Revolución de Abril, durante la cual él estuvo una participación extraordinaria.

Más que a un maestro del periodismo, buen abogado y político de larga data, lo que vi ante mi fue a un recio militar, un patriota a carta cabal, un combatiente sin miedo, que me contaba episodios fascinantes de la Guerra Patria, de sus auténticos héroes y mártires, así como de los farsantes más notorios que todavía hoy se lucran de ese suceso glorioso.

La vida y el tiempo hacen entre mezcla extraña, porque cuando Emilin combatía junto a lo más granado de la juventud dominicana al imperio más poderoso de la tierra, yo tendría menos de diez anos y mi tarea era coleccionar casquillos de balas que recolectaba por las calles de San Carlos, pero anos después figuraba como candidato a la secretaria general del Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales, en una plancha ganadora en la que yo figuraba como miembros.

Tuve que hilar fino para decirle que apenas había visto dos o tres de la colección de más de 15 Dvds sobre temas históricos que había recopilado de los muchos presentados en su programa de televisión, pero mi amigo no reparo en el tiempo y con sobrado entusiasmo me hablo largamente de su trabajo, que sin dudas rescata valiosa memoria nacional.

No ocultó su alegría o satisfacción cuando me dijo que estaba muy agradecido con el presidente Danilo Medina porque dispuso la compra de la colección de programas sobre episodio de la historia contemporánea y porque con ese empuje presidencial podría continua con nuevas investigaciones, especialmente la historia del Golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch.

Un viejo aforismo aconseja decir del muerto todo, menos lo malo, pero la verdad es que es difícil hablar mal de Emilio Herasme Pena, porque siempre fue un ser humano bueno, noble, valiente, solidario, buen padre, buen amigo, buen compañero, buen hijo, buen hermano.