¡El verdadero periodista nace, no se hace!

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Radhamés Gómez Pepín
Radhamés Virgilio Gómez Pepín

Por Rolando Fernández

La verdad es que, “cada cual viene con lo suyo”, como es lo que de ordinario ocurre, y se observa, en todas las disciplinas profesionales del saber, que requieren de eficientes y oportunos ejercicios, por parte de los elegidos para ofrecerlos.

Eso, dicho así, en términos my pueblerinos, pues los que tienen ciertos conocimientos sobre las cosas concernientes al Universo inmanifiesto, lo expresan de otra forma más categorizada, como del modo más o menos siguiente:

Con las dotes, en el sentido de las actitudes o cualidades personalizadas que se ostentan por completo, se ingresa al mundo de lo material; con ellas se nace, y nadie hace mejor las cosas que aquellos a quienes se les otorgan. Cuando se ponen en práctica las actividades relativas, el tiempo discurre sin las personas reparar en el mismo. ¡Dicen así los que saben!

Fueron esas contempladas dentro del prediseño de toda corriente de vida a cursar en particular. Y, por consiguiente, se ofrecen a posteriori todas las condiciones necesarias para su pleno desarrollo, como la clara manifestación en el plano de la materia densa. ¡Continúan diciendo los que saben!

A raíz de la desencarnación de un Alma, que su expresión terrenal la hizo a través de un ser humano llamado Radhamés Gómez Pepín, considerado como uno de los grandes maestros del periodismo nacional, muchos ciudadanos nuestros, al igual que también de otras latitudes, han podido conocer sobre las reales aptitudes muy propias, y la vocación profesional sentida de esa persona, poco comparables con las de otros que ejercen igual disciplina. El mismo señor Presidente de la República, lo definió con acierto como: “un talentoso comunicador, de fino olfato para profundizar en las entrañas de la noticia”.

Cuando uno se detiene a leer y reflexionar sobre una sucinta cronología bibliográfica que sobre él aparece publicada en el medio “Listín Diario”, edición de fecha 27-10-15, página 12ª, debe concluir estando conteste con lo expuesto anteriormente, en el sentido de lo innato de las aptitudes que se posee, y cualidades exhibidas; como, eso de que, ¡para todo hay que nacer, tal se expresa popularmente!

Algunas puntualizaciones en tal sentido merecen transcribirse aquí, para meditación sosegada, y posible aguijón en el orden investigativo esotérico pertinente. Fueron narradas por él mismo incluso, en su peculiar tono parlante:

“Yo llegué a la edad de 15 ó 16 años, y me dije: “pero ven acá, y qué voy yo a hacer”, y mi papá también me preguntó, que qué yo iba a hacer en la vida, y le dije: pero llévame a La Información”. Como él estaba allá, me metieron a trabajar y me gustó la vaina”.

Se comenzaron a dar las condiciones necesarias. Ahí estaba el escenario propicio para el inicio de su posterior desarrollo profesional. La chispa que despertó el fuego interno latente apareció. Aunque se formó solo, a su decir, trabajó con dos columnas de ese arte a nivel nacional: Rafael Herrera y Germán Emilio Ornes, “que eran periodistas de verdad, sabían lo suyo, sabían lo malo y lo bueno del periodismo”, de acuerdo con su parecer. ¡Apoyos necesarios proporcionados!

Obviamente, cualquiera se preguntaría, ¿y para qué más escuelas? “Yo nunca he ido a una escuela de periodismo, ni sé donde quedan ni me interesa. Ya tengo 50 años en este oficio”. ¡Indiscutible, nació para ser periodista, y para prestigiar la clase!

Por tanto, decía sin tapujos aquel soldado, cuya arma era la pluma: “Veo en el periodismo un macuteo sin control”, lo cual hacía entendible, el porqué de seguro, siempre se inclinara por combatir esa despreciable actitud, fehaciente, en el marco de tan importante disciplina profesional, cuyo propósito principal es el de orientar e informar debidamente, y con la oportunidad requerida a las sociedades.

No se puede concluir lo expuesto en esta humilde opinión, sin antes decir que: cuando se compara, todo lo expresado con respecto a la persona en sí del señor Radhamés Gómez Pepín, aunque de manera póstuma igual que siempre, como en lo referente a su loable ejercicio profesional durante décadas, con los perfiles, e ineptitudes de esta “bandada actual de mercaderes de información”, que copan ese trabajo, se tendrá que hablar con relación a él de otra fragancia periodística, ¡no como uno más del montón!

Sí, y nunca asociarle, aun de lejos, con esta gente enganchada a periodista hoy; que viene haciendo opinión publica, narigoneada, subvencionada, y carente de la ética necesaria por completo, con las rarísimas y contadas excepciones que se tienen en el país.

Por lo tanto, y como es obvio entender, la figura del extinto y connotado hombre de la prensa local, de vuelta ya a su verdadera casa: el mundo espiritual, quedará encumbrada muy por todo lo alto, dentro del elenco físico laboral de esa clase nacional.

Ojalá, de repente aparecieran entre nosotros algunos más, que se adicionen a los pocos que quedan ya en esa rama investigativa e informadora, ¡que se tienen como imparciales!; otros, con la etiqueta personalizada, y que puedan calzar los zapatos que dejara como legado Radhamés Gómez Pepin.

Demostrado estuvo en él una vez más: ¡El verdadero periodista nace, no se hace! ¡Qué descanse en paz hermano!

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