Fernando Batlle narró la historia del acorazado USS Memphis, en el contexto de la invasión norteamericana de 1916

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Dr Fernando Batlle

SANTO DOMINGO DE GUZMAN, RD.- El médico y académico de la Historia,  ofreció la conferencia “El USS Memphis y su historia en el contexto de la invasión norteamericana de 1916”, en el Archivo General de la Nación, en la que contó detalles sobre el barco, su recorrido, su objetivo y su trágico e impredecible final.

En su relato Batlle narró cómo llegó a Santo Domingo el barco, capitaneado por Edward Latimer Beach, quien había participado en la intervención a México de 1914 y en la de Haití de 1915 –en esa ocasión bajo el mando del capitán William Banks Caperton–, ofreció detalles de su estructura y los lugares donde había estado antes, contando así el contexto geopolítico del Caribe en los albores del siglo XX.

Según el relato del nieto de Manuel Arturo Peña Batlle, el acorazado de 16 mil toneladas a plena carga llegó a Santo Domingo el 23 de julio de 1916 con una dotación de marines de los Estados Unidos, que venían a reforzar a las tropas intervencionistas que habían llegado en mayo del mismo año.

“Cuando el Memphis, con su poderosa e intimidante artillería hizo acto de presencia en el antepuerto de Santo Domingo, ya las fuerzas de intervención habían logrado vencer los focos de resistencia armada, sobre todo en la zona del Cibao y en el noroeste”, pero aseguró que aunque el país estaba económicamente constreñido por las presiones de Estados Unidos, el país no se doblegó y se mantuvo firme en la negativa a aceptar “las inconstitucionales propuestas de la legación americana”.

El Memphis tuvo su triste y opresora historia, anclado en el antepuerto de Santo Domingo, hasta el 29 de agosto, cuando un huracán asoló la ciudad y arrastró al poderoso navío hasta hacerlo encallar en los arrecifes, frente al Fuerte San Gil “humillándolo y degradándolo a lo inservible”, con 40 de sus tripulantes fallecidos en medio de la tormenta, junto a tres del cañonero USS Castine.

La respuesta excepcional y espontánea de la ciudadanía capitaleña y del gobierno, fue de solidaridad con los opresores, por razones humanitarias “olvidando el deber patriótico de no auxiliar al interventor abusador, sin que por desgracia, sirviera para reblandecer en un ápice la estrategia trazada por el gobierno de los Estados Unidos, quien se limitó a ofrecer un escueto Gracias, de orden protocolar”, dijo Batlle.

Sin embargo, dice el narrador, la marinería del buque siniestrado fue más sincera y dejó en retribución el símbolo más preciado de su maltrecho barco y así donaron la campana que hoy luce en el campanario de la iglesia Nuestra Señora de las Mercedes.