26 de julio de 1953: Memoria histórica de un hecho

0
175
Fidel con Ñico López, Abel Santamaría y José Luis Tassende en la Finca Santa Elena, en Los Palos, donde hacían prácticas de tiro antes de ir al asalto al Cuartel Moncada. En cuclillas de izquierda a derecha: Ernesto Tizol y Billy Gascón. Esta histórica foto se encuentra en el museo Casa Abel Santamaría de La Habana.

En la madrugada del 26 de julio en la Granja Siboney de Santiago de Cuba se leía contundentemente el Manifiesto del Moncada, escrito por Raúl Gómez García. Después de cantar el Himno Nacional, partían varios grupos de jóvenes armados para asaltar varios puntos del país.

CUBA.- Dos piezas, una para la sala-comedor y otra para el cuarto, más un pequeño baño y una cocina conforman el apartamento número 603 del edificio 164 de la calle 25, entre O e Infanta, en el barrio del Vedado en La Habana. Allí, se comenzaron a preparar las acciones combativas del 26 de julio del año 1953.

En esa fecha se efectuaron los ataques a los Cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, ambos en la región de Oriente, con el fin de acopiar armas y desarrollar la lucha contra el gobierno dictatorial de Fulgencio Batista que había sumido al país en un caos político, económico y social.

Abel Santamaría Cuadrado, uno de los tantos jóvenes que se unió a esa causa, residía en esa casa y en aquel entonces era empleado de una agencia  automovilística. Alquiló el apartamento en el mes de enero de 1952 por la  cercanía a su centro laboral y luego trajo a vivir a su hermana Haydée con él, para que lo ayudara en las labores domésticas.

Así lo relata, el máster en historia Seriozha Mora Candebat, especialista del museo Casa Abel Santamaría, quien ha investigado las cualidades revolucionarias de ese patriota, nacido el 20 de octubre de 1927 en el municipio Encrucijada, provincia de Villa Clara.

Para 1947, Abel llega a la capital con el propósito de convertirse en profesional. Gana un concurso para matricular en la escuela de Comercio y al unísono estudia el bachillerato. Consigue empleo de oficinista en la Textilera Ariguanabo y con posterioridad labora en la agencia de los automóviles Pontiac, en la que lleva la contabilidad y la caja. Militó en el Partido Ortodoxo, una de las organizaciones con posibilidades a tomar el poder político de no ser frustrado por el golpe de estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.

Como Abel Santamaría, muchos jóvenes expresaron su descontento ante tales hechos anticonstitucionales y bastó un encuentro con el abogado Fidel Castro Ruz, en el cementerio de Colón. El primero de mayo de ese año, luego de recordar al mártir Carlos Rodríguez, destacado revolucionario cubano durante los años de la república neocolonial, se sellaba una amistad y un pacto de cambio social para Cuba.

En los próximos días, Fidel visita con frecuencia el apartamento del Vedado y comienza a gestarse un movimiento, más tarde conocido como Movimiento 26 de Julio (M-26-7), a partir de la reflexión, el análisis y las propuestas de acción derivadas de las reuniones. La premisa era tomar las armas para derribar a Batista, quien había entrado al gobierno utilizando la violencia.

«Fidel valora la discreción en el edificio, aquí merodea el silencio y la tranquilidad  por parte de sus vecinos, además es un lugar seguro con dos puertas de acceso, una por la calle 25 y otra por O, lo cual favorecía las reuniones, los contactos y las conspiraciones. Aquí venían con frecuencia Jesús Montané Oropesa, Melba Hernández, Raúl Martínez Arará, Ñico López, Boris Luis Santacoloma, Raúl Gómez García y otros jóvenes pinareños y artemiseños, que luego irían a ofrendar sus vidas en Santiago de Cuba», relató el historiador.

Los jóvenes Fidel Castro Ruz y Abel Santamaría Cuadrado, líderes del incipiente movimiento revolucionario.

En una visita a Birán, a la casa familiar de Fidel, él y Abel discutirían los planes para una futura acción armada. Deciden tomar la fortaleza militar de Santiago de Cuba, que agrupa al regimiento más importante de la región oriental con 909 hombres sobre las armas. Los asaltantes sólo pudieron aglutinar cerca de 160, entre ellos dos mujeres Melba Hernández y Haydée Santamaría.

«Los días previos al asalto, el apartamento en La Habana estaba muy tranquilo y disminuyeron las reuniones. Se guardaba la discreción para burlar la vigilancia de los servicios de inteligencia de la dictadura. El 7 de julio, Fidel envía a Abel a Santiago. Le corresponde ultimar los detalles junto al joven santiaguero Renato Guitar en la casa Villa Blanca de la Granja Siboney, y de allí parten hacia los objetivos militares la noche del 25 julio amanecer 26», destacó el entrevistado.

Por esos días ya existen otras sedes de reunión en la capital como Jovellar 107, en casa de Melba Hernández, en el bar Mi Tío, ubicado en la intercepción de la avenida Infanta con la calle 23, en una vivienda del municipio Marianao y el lugar de mayor reunión, el edificio 910 en calle 11, donde vivía Natalia Revuelta, una gran colaboradora, quien recibió instrucciones de divulgar el hecho en la prensa si se lograba la victoria.

Fidel cerró el apartamento en la calle 25, la noche del 24 de julio de 1953 y partió a construir historia. Luego del fracaso de la acción, Abel Santamaría fue apresado en el hospital Saturnino Lora de Santiago de Cuba por una delación, lo torturan salvajemente, lo asesinan y le sacan los ojos para mostrárselos a su hermana Haydée y doblegarla. En los días siguientes, los servicios de inteligencia de la dictadura ocupan el apartamento de la calle 25 de la capital cubana, buscando evidencias, pero nada encuentran.

En el mes de agosto, la madre de Abel, Joaquina Cuadrado y su hermana Aida recogen las pertenencias del apartamento de La Habana para que los dueños pudieran rentarlo a otras familias. Al triunfar la Revolución en 1959, Haydée Santamaría, entonces directora de la Casa de las Américas, evoca en conversaciones con artistas e intelectuales, sus días vividos en ese lugar. Surge así la idea de convertirlo en museo.

El 9 de junio de 1973 se inaugura la institución, perteneciente al Consejo Nacional de Cultura y con posterioridad al Ministerio de Cultura. Dado su realce dentro de la historia de Cuba, recibió la categoría de Monumento Nacional en 1980. A este lugar, con la estructura de un museo de tipología histórica, llegan muchas personas indagando por la historia del Asalto al Cuartel Moncada.

ARTEMISA EN EL MONCADA

El 24 de julio de 1953 José Ramón Martínez Álvarez besó a su madre diciéndole que iba a una excursión a Varadero. Como él, muchos otros jóvenes de Artemisa (provincia al suroeste de La Habana) dijeron adiós a sus familias para partir hacia Santiago de Cuba.

A José Suárez Blanco (Pepe), miembro de la Dirección Nacional del Partido Ortodoxo, le dio Fidel la misión de establecer parte del Movimiento 26 de Julio en Artemisa. Los años de trabajo permitieron aglutinar recursos económicos, personas, y pensar incluso el programa que se llevaría a cabo una vez logrado el triunfo. Fue el propio Fidel, quien les explicó durante una reunión, en el año 1952, los aspectos más significativos de este cambio radical en Cuba, que abarcaría temas como la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación, la salud.

En la medida que el M-26-7 se consolidaba, la acción armada se hizo inevitable. Las prácticas de tiro aumentaron en las fincas de los alrededores, las reuniones eran discretas y las armas se guardaban en grutas cerca de las viviendas. Pasaba el tiempo y las acciones se lograban con mejor organización y disciplina por parte de los artemiseños. Así, se ganaron la participación en las acciones de Santiago de Cuba.

Desde Artemisa 28 jóvenes, entre ellos el actual Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, salieron hacia los sucesos del Moncada. «Éramos un puñado, pero llevábamos el espíritu del pueblo, inspirados en la prédica martiana de no mirar de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber», afirmó Ramiro Valdés en el año 2014, cuando celebraron en esta provincia un aniversario más del hecho histórico.

El Cuartel Moncada en Santiago de Cuba en aquella época de las luchas revolucionarias.

Desde La Habana salieron por rutas diferentes. Algunos en ferrocarril, otros en ómnibus y los menos en automóvil. Ya el 25 de julio, camuflados entre la multitud de los carnavales, los combatientes se trasladaban en pequeños grupos hacia la Granjita Siboney.

En las acciones del 26 de Julio, perdieron la vida 14 jóvenes artemiseños. Otros continuaron el camino y estuvieron también en el desembarco del Yate Granma y la lucha en la Sierra Maestra. A todos ellos, se les recuerda hoy en el Mausoleo de los Mártires de Artemisa.

Inaugurado el 16 de julio de 1977 y dedicado a la memoria de aquellos jóvenes artemiseños de la Generación del Centenario, este espacio es hoy un lugar de obligada visita para todo el que quiera conocer la cuota de heroísmo que esta ciudad entregó a la causa revolucionaria. Los restos de los caídos, algunas de sus pertenencias y fotografías se pueden apreciar en este lugar donde también, descansan desde el año 2000, aquellos moncadistas de la provincia que murieron después del triunfo de la Revolución.

En la entrada, una frase de rebeldía y aliento pronunciada por  Fidel en su histórico alegato La historia me absolverá acompaña a estos héroes: «Mis compañeros, además, no están ni olvidados ni muertos: viven hoy más que nunca, y sus matadores han de ver aterrorizados como surge de sus cadáveres el espectro victorioso de sus ideas».

EL HECHO HISTÓRICO

En la madrugada del 26 de julio en la Granja Siboney de Santiago de Cuba se leía contundentemente el Manifiesto del Moncada, escrito por Raúl Gómez García. Después de cantar el Himno Nacional, partían varios grupos de jóvenes armados para asaltar el Cuartel Moncada, tomar el Palacio de Justicia y el Hospital Saturnino Lora en la urbe santiaguera. Al unísono en Bayamo se dirigían hacia el Cuartel Carlos Manuel de Céspedes.

Antes de los ataques, Fidel habló a sus compañeros: «Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró José Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertad o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad».

Los 131 combatientes, vestidos con uniformes del ejército se organizaron en tres grupos: el primero dirigiría sus esfuerzos al edificio principal: el cuartel Moncada. El resto, encabezados por Abel Santamaría y Raúl Castro, intentarían tomar el Hospital Civil y el Palacio de Justicia, respectivamente.

Todo comenzó. Fidel, al frente del primer grupo, llegó según lo previsto hasta su objetivo. La llegada inesperada de una patrulla de recorrido provocó un tiroteo prematuro que alertó a la tropa y permitió la movilización del ejército al interior del cuartel.

Sobre los acontecimientos de ese día, rememora Fidel en la entrevista que le hiciera el escritor y periodista español Ignacio Ramonet para su libro Cien horas con Fidel:

«A mí me rescata un automóvil al final. No sé cómo ni por qué, un carro viene en mi dirección, llega hasta donde estoy y me recoge. Era un muchacho de Artemisa, que manejando un carro con varios  compañeros entra donde yo estoy y me rescata (…) Yo quise siempre conversar con ese hombre para saber cómo se metió en el infierno de la balacera que había allí».

Abel y Raúl triunfaron en sus objetivos, sin embargo, el enemigo era superior en armas y hombres, y pudo rechazar el ataque.

En Bayamo ocurría otro tanto. El plan se basaba en que un residente de la ciudad, muy conocido por la guarnición del cuartel, acompañaría al jefe del asalto y lograría entrar al lugar. Una vez en el interior, desarmarían a la posta y la obligarían a abrir la reja de entrada para que el resto penetrara en el lugar. El plan no ocurrió como estaba previsto, debido a que la persona que fungiría como guía nunca apareció y tuvieron que intentar el asalto de otra forma.

Ese día no triunfaron, pero lograron el objetivo de marcar el inicio de una nueva etapa en la lucha revolucionaria contra la dictadura pronorteamericana del general  Fulgencio Batista.

Aquellas acciones conducidas por Fidel Castro Ruz planteó al pueblo que la lucha armada sería la vía a utilizar para conquistar la victoria, luego trajo la expedición del Yate Granma el 2 de diciembre de 1956, que abrió un frente guerrillero en la Sierra Maestra.

El 1ro de enero de 1959 culminaría la fase insurreccional de la Revolución con el derrocamiento de la tiranía y la toma del poder político.  En la actualidad, el otrora Cuartel Moncada es la Ciudad Escolar 26 de Julio, y parte de esa edificación se acondicionó como museo para que esa epopeya no se olvidara jamás.

DETALLES:

PARA Fidel la vida de Abel tenía un valor inigualable, por lo que le encomienda ocupar el Hospital Civil Saturnino Lora y no al Cuartel, donde corría más riesgo su vida, decisión que no le agrada, por lo cual protesta ante el jefe de la acción:

–Yo no voy al hospital –le dice–, al hospital que vayan las mujeres y el médico, yo tengo que pelear si hay pelea, que otros pasen los discos y repartan las proclamas.

A lo que Fidel le riposta con energía:

–Tú tienes que ir al hospital civil, Abel, porque yo te lo ordeno; vas tú porque yo soy el jefe y tengo que ir al frente de los hombres, tú eres el segundo, yo posiblemente no voy a regresar con vida.

Ante la orden, Abel responde:

–No vamos a hacer como hizo Martí, ir tú al lugar más peligroso e inmolarte cuando más falta haces a todos.

Es entonces cuando Fidel, comprendiendo la preocupación del segundo jefe de la acción, le pone las manos sobre los hombros y persuasivo le dice:

–Yo voy al cuartel y tú vas al hospital, porque tú eres el alma de este movimiento y si yo muero tú me reemplazarás. •

FUENTE: El juicio del Moncada de Marta Rojas