SANTO DOMINGO DE GUZMAN, RD.- “La República de Duarte es un proyecto frustrado”, afirma Jorge Tena Reyes, sabiendo que pudiera estar echando un balde de agua fría a los duartistas apasionados que celebran con entusiasmo el bicentenario de su nacimiento.
“Si analizamos todo el proceso de la independencia dominicana y tomamos en cuenta lo que pasó después del 27 de febrero de 1844, vemos que el ideal de Duarte de tener una república libre, soberana e independiente de cualquier nación extranjera no se cumplió”.
Tena Reyes, compilador del libro “Duarte en la historiografía dominicana”, voluminosa colección de ensayos sobre el Patricio, señala que la obra de Duarte se desmorona tempranamente con la anexión a España en 1863, y que es reiteradamente violentada con la actitud entreguista de la mayoría de los gobernantes que ha tenido el país en estos 169 años de vida republicana.
“Pedro Henríquez Ureña, hablando del proceso de intelección nacional, dice que fue a partir de 1873 cuando se dio culminación al ideal duartiano, al considerarse como traición a la Patria cualquier intento de enajenación del territorio nacional”.
Tena Reyes considera que su maestro Henríquez Ureña habría quedado corto y recuerda que la República también padeció intervención de tipo económico con el Empréstito Hartmont, la intervención de las aduanas y la ocupación militar norteamericana de 1916.
Pero el fracaso del ideal de Duarte pudo haberse iniciado meses antes de la proclamación de la independencia. En su ensayo “La República de Juan Pablo Duarte: un proyecto frustrado”, incluido en la colección de ensayos “Duarte revisitado”, editado por el Banco Central, Tena Reyes refiere que el grupo que prepara la proclamación es una mezcla de trinitarios revolucionarios partidarios de la independencia pura y simple, y conservadores que propugnan por el protectorado de una nación poderosa que garantice la supervivencia de la nueva República.
Luego del 27 de Febrero, la pugna entre los dos bandos se haría más profunda en el seno de la Junta Central Gubernativa, entre cuyos miembros no había un solo trinitario de la sociedad creada originalmente por Duarte, siendo presidida, en cambio, por un afrancesado declarado, Tomas Bobadilla, sin que se reservara un puesto protagónico al verdadero fundador de la República, quien regresaría al país de su primer exilio a principios de marzo de 1844.
“En la carta del cónsul francés Eustache Juchereau de Saint- Denys al ministro Guizat el 10 de marzo de 1844, se explica el fracaso del proyecto político según lo concibieron los trinitarios; pero también la insólita deshonestidad de Bobadilla, quien salió a venderlo doce días después de haber nacido”.
Los conservadores se impusieron, y la mancuerna Bobadilla-Santana dio el golpe de gracia al ideal duartiano con una serie vertiginosa de acciones políticas y militares que en solo siete meses condujo al destierro a Duarte y sus compañeros, acusados de traidores a la Patria.
¿Habría influido en estos resultados la ingenuidad e inexperiencia de los trinitarios, o la falta de un brazo militar dentro de sus filas, o la intransigencia de Duarte y su apego obsesivo a la legalidad y la institucionalidad? Federico García Godoy, en su texto “Duarte en el Cibao”, parece atribuirle este fracaso a la vacilación del Patricio, a quien propusieron tres veces la Presidencia de la República, en La Vega, Santiago y Puerto Plata, cargo que él declinó replicando que “mi corazón estará satisfecho, aun exonerado del mando que queréis que obtenga”. Dice García Godoy:
“En las noches tempestuosas de las revoluciones, desdichado el caudillo que por temor a la obscuridad que lo circunda se detiene a esperar que radie el alba para orientarse por la vía más recta y frecuentada… Hay que seguir, a la intermitente luz de los relámpagos que incendian el espacio, adelante, siempre adelante”.
El mayor fracaso de la idea de Duarte sería, sin embargo, el camino que escogieron algunos de sus más cercanos colaboradores. El historiador Orlando Inoa, en su “Biografía de Juan Pablo Duarte”, hace un balance dolorosamente revelador.
Francisco del Rosario Sánchez apoyó a Buenaventura Báez, Ramón Matías Mella se unió a Pedro Santana, Juan Nepomuceno Ravelo fue ferviente anexionista, como también lo fueron Juan Evangelista Jiménez, Epifanio Billini y Estaban Roca. Solo Juan Pablo Duarte se mantuvo hasta el final fiel a su idea de independencia total del país, y aunque sufrió penurias y traiciones que harían flaquear a la persona más fuerte, no varió ni un milímetro su pensamiento ni la forma de actuar que consideraba éticamente correcta.
“El colapso de la Primera República, señala Tena Reyes, no fue por falta de voluntad de su creador sino por la debilidad moral de los líderes políticos que se sucedieron en el poder desde 1844 y quienes en vez de fortalecer el ideario de Duarte se convirtieron en repudiables arquetipos de la intriga y la maledicencia. Por eso, de los Bobadilla, Santana y Báez solo queda el triste recuerdo de su oscuro pasado; sin embargo, el nombre y la gloria de Juan Pablo Duarte Diez se agiganta con el transcurrir del tiempo como el más alto ejemplo de la dignidad nacional”.