Salcedo: Un Pueblo Digno de Mejor Presente y Porvenir

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Templo San Juan Evangelista y su legendario campanario.
Templo San Juan Evangelista y su legendario campanario.

Por JUAN CRUZ TRIFFOLIO
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Cual mandato del denominado destino, luce que la sal es un pesaroso designio en el presente y el porvenir de nuestro entrañable Salcedo.

Muestra ser una aparente razón consubstancial para explicar su tortuoso y zigsagante discurrir en el tiempo.

Fatalistas o no y sin necesidad de profundas elucubraciones, es posible llegar a la amarga y preocupante conclusión de que Salcedo, hoy, más que nunca, proyecta una espantosa realidad que malogra el recuerdo de un hermoso pasado preñado de gloria y nobleza.

Su cotidianidad discurre entre el bullicio y el desorden del trajinar de ensordecedoras motocicletas y el ladrido de vario pintos perros realengos famélicos que deambulan sin rumbo por las angostas y destartaladas calles cubiertas por el manto de la espantosa, extensa y constante oscuridad.

El trinar de sus legendarias campanas, desde la cúspide del imponente y legendario templo a San Juan Evangelista, con frecuencia es eclipsado por las inesperadas ráfagas de un anárquico movimiento popular sin rumbo y de consecuencias, casi siempre, dolorosamente inaceptables.

Luce Salcedo la vestimenta propia de un pueblo mancondiano, encadenado al olvido y paralizado en el tiempo, a pesar de las maravillas exhibidas en la impresionante ruta de sus incontables murales y de un dinámico segmento juvenil comprometido con un mañana promisorio.

Hasta la potente y penetrante sonido de la sirena del honorable Cuerpo de Bomberos, invitando al inicio o al descanso en labor productiva de cada día, luce tan anémico como muchos de los esqueléticos y famélicos infantes y envejecientes que deambulan por las principales calles salcedenses.

Es la geografía salcedense un fértil terreno para la siembra de centenares de bancas de a puestas donde los factores suerte y azar son ofertados constantemente como sinónimos de avance y crecimiento al tiempo que sustitutos del sacrificio y el trabajo productivo.p

Su indomable ejército de tribunos y aguerridos ciudadanos, arquetipos del decoro, la dignidad y el patriotismo, que desparramaba en su ayer, luce haber sido transformado en una repugnante pléyade de imprudentes, estridentes y fétidos discípulos del Dios Baco, prisioneros de un morbo femenino ilimitado guiado por cerebros de alcornoque.

Su subsistir es una especie de circulo vicioso condenado a un ir y venir prisionero de la rutina que no permite el escape ante más de lo mismo.

El calendarismo pretende ser la regla constante y los gastados discursos huecos de contenido procuran convertirse en argumentos justificativos de un doloroso presente al que todos, unos más, otros menos, rehuimos irresponsablemente al momento de buscar sus razones causales y por tanto, no logramos superar.

Nos han enseñado a conformarnos con el romanticismo de los recuerdos, con los pesares y las lamentaciones de presente, abrazándonos a un esclavizante conformismo que obstruye compartirlas expectativas del mañana.

Por eso vemos la descomposición familiar, la carencia de agua potable, el desempleo crónico, las interrupciones en el servicio eléctrico, el caos en el transito vehicular, el irrespeto en la convivencia ciudadana, el robo y la delincuencia, entre otros flagelos sociales, es aquilatada como condimentos imprescindibles en el diario compartir en la otrora «tacita de oro» de Juan A. Osorio Gómez.

Oh Salcedo, cuánto apena y preocupa tu realidad..!!

No obstante, a pesar de los pesares, continua siendo un pueblo digno de mejor presente y porvenir..!!