POR JHONNY TRINIDAD
Muchos periodistas dominicanos residentes en el exterior, principalmente en el área triestatal de los Estados Unidos (Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvannia), han dejado de lado la educación y la orientación sobre temas importantes para la comunidad, en los cuales “no hay mucha vida”, como la salud, la contaminación ambiental e inmigración, entre otros, para solo atender aquellos donde pueden mercadear su profesión u oficio por dinero.
Esos colegas sacrifican todo y a todos para lucrarse y se olvidan de su compromiso con la sociedad y de la función de informar, entretener y educar.
Olvidan, también, que los periodistas y los medios de comunicación son la voz de los “sinvoces”.
En otros tiempos, estos profesionales (y no tan profesionales) tenían otro criterio, eran aliados y solidarios con las demandas sociales, movidos por el deseo de justicia social y otras prerrogativas que a la larga sucumbieron al afán de lucro.
Tal aptitud ha provocado que algunos sectores, no menos amantes del dinero, cuestionen el papel de los medios de comunicación, incluyendo a sus propietarios y directores, a los que les atribuye un enfoque lucrativo por sobre todos sus objetivos.
El ejercicio de los citados comunicadores, la mayoría “enganchados”, contrasta con otros periodistas que han defendido los intereses de desarrollo de la comunidad dominicana en el exterior y que han dado su sangre por los intereses más nobles de la democracia de República Dominicana.
Además, abandonan su labor informativa para centrarse en el beneficio económico, lo que pone en entredicho su papel y mancilla el sacrificio de tantos mártires que han dado su vida por comunicar y defender el derecho a conocer la verdad.
Ese grupito de “mercenarios” que, sin haber ido nunca a una escuela de comunicación, trabajan o son dueños de medios, mayormente digitales, y gozan, en ocasiones, de mayores ventajas que los periodistas profesionales.
Esa recua de desalmados empaña el rol de la prensa en la defensa de las libertades públicas y del sistema democrático, además de.lastimar la verdadera esencia del periodismo y lo reduce a una mera búsqueda del lucro.
Mis críticas no están inspiradas por la inquina o mala voluntad, es solo un sentimiento de vergüenza ajena por el comportamiento de esos colegas, capaces de vender su alma al Diablo por dos o tres pesitos, tras lo cual se convierten en alabarderos y tumba polvo.