LA HABANA.- Dulces, escobas, sartenes, frutas, desinfectantes, pan y flores, son algunas de las ofertas que pregonan los nuevos vendedores ambulantes por las calles de La Habana, donde ese tipo de comercio se expande como modo de vida con los cambios económicos que ocurren en el país.
«¡Galleta, galletero!», «!Aguacate, aguacatón, para todo el familión», gritan por los barrios algunos de los nuevos mercaderes, que según datos oficiales acaparan más del cinco por ciento de las licencias de trabajo autónomo entregadas en Cuba desde que el Gobierno impulsó el sector en 2010.
«!Oye caserita, mira cómo vengo: traigo mango, piña y plátano suave y fresco pa ti!», entona otro vendedor en una barriada donde vecinos comentaron a Efe que esos cantos fueron típicos en los años antes de la revolución de 1959, cuando el comercio callejero era uno de los sellos de la bulliciosa ciudad.
Tras la revolución, la venta ambulante fue prohibida por largos periodos y cargó con el estigma de ser una puerta abierta para el mercado negro y los vendedores ilegales.
En la década del sesenta desapareció, cuando el Gobierno revolucionario eliminó los pequeños negocios; en los noventa proliferó con la nueva autorización del trabajo privado, y en los últimos tres años, tras las nuevas medidas económicas del presidente Raúl Castro para «actualizar» el socialismo cubano, ha vuelto a florecer.
Durante años, muchos de los vendedores en las calles eran discapacitados físicos que tenían autorización para ofertar productos artesanales en parques y portales.