CIUDAD DEL VATICANO.- El delicado caso del obispo despilfarrador, el alemán Franz-Peter Tebartz-van Elst, conocido por sus gustos costosos, resulta un desafío para el papa Francisco, quien deberá decidir esta semana la sanción que adoptará el Vaticano.
El obispo, a cargo de la pudiente diócesis de Limburgo, sudoeste de Alemania, se encuentra en Roma para una serie de encuentros en el Vaticano.
No se sabe aún si el religioso será recibido por el austero papa Francisco, quien pregona una iglesia para los pobres.
Por ahora, como señal de arrepentimiento, el obispo, repudiado en Alemania por su manía de grandeza, su automóvil de lujo y su proyecto de residencia costosa, viajó en un vuelo económico como gesto de «autocrítica».
Tebartz-van Elst, de 53 años, cuya renuncia reclaman numerosos alemanes, emprendió la construcción de una onerosa sede episcopal, con museo, sala de conferencias, capilla y apartamentos privados.
El proyecto, decidido por su predecesor, costaba unos 5,5 millones euros, pero los gastos de la obra han aumentado notablemente hasta unos 31 millones de euros.
Según los medios de prensa alemanes, que han denunciado sus excesos, el religioso gastó para su tina personal 15.000 euros, sin hablar de un comedor de 63 metros cuadrados, de casi 3 millones de euros.
El obispo, al que se le reprocha no solo su despilfarro sino también su arrogancia, sostiene que cuenta con numerosos defensores en el Vaticano, por lo que decidió poner en manos del papa su destino.
En septiembre pasado, el Vaticano envió a un observador, el cardenal italiano Giovanni Lajolo, quien deberá entregar un informe.
El caso del «servidor más caro de Dios», como lo han tildado, genera mucha curiosidad en Alemania, país donde las iglesias se benefician de un impuesto, por lo que gozan de fondos notables.
La iglesia católica, entre las más ricas del mundo, suele financiar numerosas asociaciones, escuelas, misiones y proyectos de desarrollo.
Desde que fue elegido papa, Francisco no ha tomado medidas especiales contra ese fenómeno, pero aceptó la renuncia de un obispo esloveno considerado también un derrochador y se comprometió a reformar las controvertidas finanzas internas de la Santa Sede.