Por CÁNDIDA FIGUEREO
Sin avisar hacia donde iba, el respeto se fue de paseo dejando a su paso una estela de situaciones tan recurrentes que no asombran porque se consideran «normales» en la cotidianidad dominicana.
No se trata de una novedad, sino de realidades añejas resultantes de debilidades, falta de seguimiento y el consuetudinario dejar pasar porque eso «no me importa y no vi hacer este mundo ni lo voy a ver acabar».
Fruto de lo anterior sigue siendo rutina que se aproveche el menor «descuido» para entrar por una vía con señales de no se doble, se tira basura a las vías públicas desde vehículos en marcha e igual hacen caminantes.
Tampoco es extraño que su vecino, muy «vivo» por cierto, le robe la energía eléctrica sin que usted se percate de que es un malhechor. Recuerdo el caso de una profesional de la salud, cuyos vecinos también profesionales duraron cinco años alimentándose con la energía eléctrica que la primera pagaba.
¿Cómo se dio cuenta? En una ocasión, la dama que pagaba la factura eléctrica tenía que hacer un arreglo que ameritaba bajar el switch o interruptor para evitar un «corrientazo.»
Tan pronto bajó la palanca, la que sustraía la energía eléctrica dijo en voz alza: ¡Ay! Se fue la luz. Esto le causó extrañeza a la señora que pagaba este servicio y de inmediato subió de nuevo el interruptor para ver lo que ocurría, cuando de inmediato la vecina dijo de nuevo !Ay! Ya llegó.
A la dama que pagaba la energía se le encendió una «bombilla del cerebro» y buscó a un técnico en la materia para que revisar los alambres que conducían la electricidad, quien confirmó el hurto. La afectada ordenó que se bajara todos los alambres conectados y las cosas no pasaron de ahí con sus «buenos» vecinos.
De igual modo es frecuente en algunos «guagṻeros» conducir de manera atropellante sin importar a quién se lleven por delante, así como los conductores de variopintas categorías que ocupan las aceras por donde deben circular los peatones.
A pesar de las multas para que no sigan delinquiendo, esta gente siempre vuelve a lo mismo. En fin, es llover sobre mojado en diversos aspectos que ya son cotidianos y lucen normales.
Es obvio que el respeto se fue paseo, pero sería bueno que retorne transformado de manera positiva para que este espacio que es de todos respire armonía, florezca el respeto en todos los órdenes y siga resplandeciendo la luz que tantos dominicanos llevan como antorcha en su corazón porque quieren lo mejor para su patria.