Hijos del dinero, hijos del amor

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Cándida Figuereo Periodista
Cándida Figuereo
Periodista

Por CÁNDIDA FIGUEREO

En el umbral del matrimonio de su hija, el papá le ofreció como regalo una vivienda con todo incluido. Ella no lo pensó dos veces y su contestación a tal oferta fue un NO rotundo.

De su padre, dijo la hija a su amado «príncipe» con el que se iba a desposar, no quería absolutamente nada.

En la segunda carrera que cursé en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), entre los tantos estudiantes durante ese ínterin recuerdo a otra joven que era un privilegio conocerle por su honestidad, modestia y entrega en lo que hacía.

En una de las tantas conversaciones mientras íbamos de un recinto a otro en la Casa de Altos Estudios, esta chica refirió que su padre era rico, pero no quería absolutamente nada de él.

Dicho esto de sopetón, no comprendía la postura de la joven que evidenciaba pobreza económica. Fue entonces cuando refirió que aún estaba en el vientre de su madre cuando su padre abandonó a su progenitora y tampoco se ocupó de ella en su niñez ni en su adultez.

A pesar de su precariedad económica, esta última joven no veía en ese hombre a un padre. Ambas doncellas no deseaban ser hijas del dinero, sino hijas del amor.

Esas hijas necesitaban un padre cercano a ellas, que las amara, las abrazara, estuviese atento a sus primeros pasos, a sus tareas, a su salud, a su enfermedad, a si comían o no, que les llevara un juguete en ocasión de los «Santos Reyes,» que fueran juntos al matinée o a comer helados.

Simplemente querían que esos padres se dieran cuenta que ellas existían por encima de cualquier dificultad que los hubiese separado de sus madres.

Hoy, como ayer, abundan los hijos que apenas pueden compartir con sus padres porque solo hay tiempo para «producir.» Y los hijos… ¿Qué? Algunos piensan que con el dinero todo se resuelve. No, no, no. Jamás. Nada, absolutamente nada, supera el amor.

Es imprescindible sacar tiempo para compartir con los hijos, al margen de que el padre conviva o no con la madre.

Se recuerda el registro de más de 3 millones y medio de personas viven en hogares dirigidos por mujeres que no cuentan con apoyo del marido; en tanto supera el millón de hogares encabezados por mujeres, » y de todas estas jefas de familia más de la mitad no cuenta con el apoyo de una pareja para cumplir con sus responsabilidades», precisa la Encuesta Nacional en Hogares de Propósitos Múltiples (Enhogar 2011) realizada la Oficina Nacional de Estadística (ONE).

En fin, una seria realidad que está a la vista de todos y que invita a crear conciencia en el sentido de que los hijos jamás deben ser abandonados aunque el padre sea el hombre sin camisa o tenga todo el dinero del mundo.

El amor debe estar por encima de lo material, lo que unido al tipo de conducta del padre y la madre influye en el hijo que se quiere formar. Tener dinero no daña, sino que se crea que es suficiente para que el vástago sea feliz. Es probable que no pocos infantiles prefieran ser hijos del dinero y punto, pero en algún momento de sus vidas tendrán de pared la sufrible infinitud de no ser hijos del amor, del amor del papá.