Por CÁNDIDA FIGUEREO
La conducta de los hijos está íntimamente ligada al tipo de enseñanza y amor que reciben de sus padres y sus madres, pero por encima de estos progenitores se presume una estructura estatal con pautas definidas y supervisión permanente para tener ciudadanos con niveles de integridad conductual.
Otros actores que también deben ser partícipes tangibles para contribuir con una niñez y adolescencia que transite por un camino sano hacia su adultez son: Los medios de comunicación en todas sus versiones, las iglesias en sus diversas denominaciones, todo el que tenga el máximo y el más pequeño poder a nivel estatal y privado, así como los más humildes ciudadanos.
Para no actuar como «como chivos sin ley» también es preciso que haya supervisión más rígida en los planteles escolares en todas sus denominaciones, para evitar que algunos menores se marchen con adultos prostitutos.
Existen planteles, dignos de imitar, que no permiten bajo ninguna circunstancia que el alumno salga del establecimiento porque le llamó su madre o padre por teléfono. Para entregarlo en esas horas de clase, los progenitores deben ir de manera presencial, llevar su cédula de identidad y firmar un documento constancia de que salió por su petición. Además si el tutor falta tres veces a las reuniones de padres, expulsan al alumno.
Lo anterior parece riguroso, pero tiene de bueno que hay que estar pendiente de los hijos, de lo que hacen, de quiénes son sus amigos y hasta de su bostezo soñoliento. Es algo así como estar juntos, pero no reburujados en todo este quehacer por los menores.
La desintegración hogareña usualmente es perniciosa para los hijos cuando el padre o madre se olvida de sus obligaciones. Se recuerda además que las cifras de madres solteras son antológicas.
Ocurre que para esa madre sostener a su hijo tiene que trabajar usualmente fuera del hogar. El menor por lo regular queda a cargo de la abuela que por más que quiera está cansada, porque ha quemado una etapa que a su edad no es bueno reeditar.
Si no está la abuela o algún otro pariente, los vecinos son quienes le «echan el ojo» al menor cuando se vive en suburbios. Quienes viven en la opulencia les proporcionan todo a sus hijos, pero no siempre disfrutan del amor paterno-materno. Esto da lugar a que la niñera usualmente llene ese vació de amor que no se compra con dinero, ni con juguetes.
Además es frecuente que la abuela cuide a su hija, a su nieta y a la hija de la nieta. Las estadísticas de este drama dan cuenta de que en República Dominicana el 22.1% de las adolescentes han estado embarazadas y que el 51% de las hembras y el 71.8% de los varones entre 20 y 24 años tuvieron relaciones sexuales antes de cumplir los 18 años, como reseñaba el año pasado el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).
En fin, se precisa enfatizar sobre la responsabilidad y en el seguimiento permanente y veraz en todos los estamentos, revertir mediante la educación los embarazos en menores, subrayar la responsabilidad de los padres y madres, crear fuentes laborales, hacer obligatorio en la práctica que los menores acudan a la escuela.
La tanda extendida que permite más horas en las aulas en tareas útiles para los menores es un alivio para las madres que tienen que trabajar. No obstante, el curso del tren, si se descarrila o no depende de cada dominicano.
Este país es de todos y por igual hay que involucrarse para disminuir la delincuencia y el atraso. El deber, silente o no, es que todos ayudemos a no actuar como «chivos sin ley » para luego exhibir con orgullo el resultado de una tarea colectiva.