Por CÁNDIDA FIGUEREO
La República Dominicana tiene “10 millones de médicos”, todos con la mejor de las intenciones, pese a que solo una parte tiene la autorización que le acredita para ejercer y a que datos oficiales aluden la existencia de 8.1 de estos facultativos por cada 10 mil personas.
Tener tantos “médicos” puede ser desfavorable. De quienes están formados para ejercer ese sagrado oficio con honestidad, sapiencia y humildad, todos se fían y hasta los endiosan.
En el grupo de esos sagrados médicos de nuestro país, los hay que trabajan calladamente sin la menor petulancia, pero sus pacientes o quienes han estado cerca de ellos saben que son confiables en lo que hacen.
Prefiero no citar a los tantos con cualidades que motivan aprecio y respeto porque la lista es larga, sino a algunos que se marcharon dejando un vacío insustituible, a Saber: Los doctores Marcelino Vélez Santana, quien fue director de Bacteriología del hospital Salvador B. Gautier; Hugo Mendoza y Teófilo Gautier Abreu tutelaron el Hospital infantil Robert Reid Cabral; José Vinicio Calventi Gaviño lideró durante 31 años la Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia y Haydee Rondón Sánchez, condecorada por sus aportes a medicina pediátrica, entre otros.
Viene al caso lo anterior por la retahíla de personas que sin ser médicos indican medicamentos y brebajes a diestra y siniestra, con la sana intención de aliviar un problema de salud ajeno, sin pensar en las posibles consecuencias negativas.
Recuerdo el caso de una señora que tenía un problema de salud y su médico le indicó una receta cuyo medicamento fue muy efectivo. Poco después una amiga suya presentó un síntoma parecido, y la primera sugirió que tomara lo que le habían dado a ella porque era un medicamento muy efectivo.
Al tomar el medicamento indicado por la amiga, la señora sufrió un colapso instantáneo porque era alérgica a ese medicamento. Para suerte suya, residía cerca de un centro de salud y pudieron salvarla
A la señora le preguntaron quién le había indicado ese producto, a lo que refirió que fue una amiga, pero se opuso a que la detuvieran tras sostener que lo hizo con la mejor buena fe.
El común de la población suele indicar productos farmacéuticos y de otra índole como presión arterial alta o baja, gripe, dolor de cabeza, gotas para los ojos, para la inapetencia, para bajar de peso, para el estreñimiento, para prevenir el cáncer y hasta para ejercitarse.
Abundan los percances por esas indicaciones de buena fe, pero que pueden resultar fatales.
De todos es sabido que si somos poco más de 10 millones de personas, se podría afirmar que igual somos en RD “10 millones de médicos” por el hábito de recomendar remedios en una especialidad muy delicada como es la salud. Es bueno que se deje a los galenos jugar su rol.