Por Nélsido Herasme
Como el Santo de la biblia, Tomás, en algún momento dudé de la sinceridad de la participación de Guido Gómez Mazara en la “traca-matraca” de convención montada por la reducida facción de Miguel Vargas en el Partido Revolucionario Dominicano.
Al ver la insistencia del joven político, a sabiendas de que todo estaba preparado y fríamente calculado, en ese momento pensé que, haciendo el papel de cual Lajara Burgos en 1974, la intención de fondo era la de validar la despótica y virtual dirección perredeista.
Por esta razón de suficiente peso político, entendimos que hubiese sido mucho más elegante y ganancioso para Guido, abandonar el pleito, que el tener que exponerse a la farsa diseñada por el grupo de Vargas, como al final ocurrió.
Ahora me brindo la oportunidad de reconocer que el propósito estratégico del muchacho y su equipo no fue el de barrerlo en la contienda interna de forma limpia, sino el de acabar de achicharrarlo en su propia manteca.
Miguel Vargas volvió a valerse de las malas artes para quedarse con las siglas del partido más democrático y más viejo de la República, al no poder ganar ni siquiera con el mostrenco padrón de perredeistas construidos por sus propias manos.
Los que estuvieron en la acera del frente durante el proceso presenciaron con impotencia el tableteo de las armas de alto calibre, el golpeo y el despojo de material de prensa a jóvenes comunicadores que hacían su trabajo.
Está claro que en los lugares donde se cumplió el mandato del Superior Electoral respecto de la acreditación de los delegados, los de Vargas perdieron mucho a pocos, es decir, que en el plano de la legalidad, Miguel no es el presidente del PRD.
Muchos hemos sido testigo de un proceso convencional caracterizado por impedir la participación de una gran cantidad de perredeistas, la falsificación de actas, el uso de civiles armados, la caterva de agentes de la Policía Nacional al servicio de Vargas, la negación de acreditar delegados en todas las mesas y el cierre violento de centros de votación donde las tendencias de simpatías establecían una clara ventaja a favor de Guido.
Los dominicanos deben tener bien claro que los peledeistas, dado el poderío concentrado, mantienen en su agenda sacar de juego al PRD, siendo Miguel Vargas el veneno escogido para su destrucción.