Por Rafael Molina Morillo
El nuevo canciller de la República, precedido de muy buena fama como profesional y como funcionario, ha hecho un anuncio que presagia un vuelco favorable en lo que respecta al manejo de las relaciones exteriores del país.
Me refiero a sus declaraciones sobre la gestión “pulcra, ética y moral” que se propone aplicar mientras dure su mandato.
Buena falta que hacía para desinfectar ese Ministerio, cuyos malos olores se sienten a distancia, sin que, hasta ahora se adopten medidas correctivas.
¿Qué justificación puede haber, por ejemplo, para que tengamos 36 vicecónsules en Nueva York, cobrando en dólares por hacer nada? ¿O para que haya 95 cobra-cheques repartidos en varios lugares de los Estados Unidos sin que aporten nada positivo para nosotros?
No pierda tiempo, señor canciller. Aplique la aplanadora sin compasión, sin dejar de echar un vistazo hacia el interior de su propio Ministerio, donde la vox pópuli dice que también ocurren muchas turbideces que dejan a uno con la boca abierta.
Con una escoba en una mano y una macana en la otra, bien manejadas, se puede comenzar a desmantelar el desorden.