Por Carlos R. Altuna Tezanos
Tras haber pasado la resaca de las festividades de fin de año, el nuevo año nos recibe con otro inusitado acontecimiento fronterizo, muy parecido al ocurrido en la ciudad de Juana Méndez (Ouanaminthe), cuando una exacerbada multitud de nacionales haitianos protestaba en contra de su gobierno, atacó nuestra sede consular y secuestró ocho choferes de patanas, cuyas mercancías fueron robadas.
En esta ocasión, y a raíz de que el día 2 de enero la Armada de la República Dominicana hiciera prevalecer el derecho que nos corresponde como Estado soberano, al aprehender tres pescadores haitianos depredando nuestras aguas territoriales, se generó una violenta protesta en la localidad haitiana de Anse-à-Pitre (Ansapit), demandando de la puesta en libertad de los pescadores.
Protestas que casi enfrentó a ciudadanos de ambos países en el paso fronterizo del mismo nombre, llegando a atacar a pedradas las instalaciones de aduana dominicana, y que frente a la actitud enardecida de ellos, el personal consular dominicano que labora en esa comunidad haitiana se vio obligado a confi narse en la sede diplomática, evitando males mayores, para no usar el término “secuestro”, como fue califi cada la situación por muchos.
Sin embargo, las autoridades dominicanas correspondientes, inspiradas aparentemente en el concepto fi losófi co de la escuela del liberalismo económico, parecerían estar aplicando el famoso lema francés “Laissez Faire, Laissez Passer” que signifi ca “Dejar Hacer, Dejar Pasar”, porque las negociaciones entre ambos países para resolver el incidente, realmente nadie sabe si tenían el aval de ambos estados. En esta ocasión al igual que aquella, la Cancillería dominicana tampoco emitió la correspondiente “nota diplomática” de protesta o explicativa, como lo haría cualquier Estado ante tales eventualidades, dejando que sea nuevamente el vocero ofi cial del gobierno, quien expresara por su cuenta de twitter “que estos son incidentes que ocurren en cualquier zona fronteriza, y lo califi ca como un incidente más”, mientras el ministro Andrés Navarro, tras salir de la Suprema Corte de Justicia donde se celebraban los actos del día del Poder Judicial, rehusó referirse al tema, limitándose a decir “Hay otros temas de mayor interés”.
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La tensión vivida en Pedernales concluyó entrada la noche, luego que las autoridades locales dominicanas entregaron a los tres pescadores haitianos, a cambio de que le permitieran la salida del personal consular atrapado en aquel país –al mejor estilo de los piratas somalíes que asolan las aguas del mar Índico– mientras aún permanecían retenidos dos pescadores dominicanos que fueron liberados al otro día debido a que estaba oscureciendo y no garantizaban la seguridad de su traslado al lado dominicano.
El pasado 6 de enero, Diario Libre, publicó un trabajo titulado “Canadienses construyen barrio para haitianos indocumentados”, donde señala cómo una comunidad de haitianos indocumentados crece y se consolida en el municipio Montellano-Puerto Plata.
El asentamiento “Villa Esperanza”, como le llaman los lugareños, tiene unos 1,200 pobladores inmigrantes ilegales haitianos, que son apadrinados por una ONG canadiense “El Samaritano Inc.”, en un proyecto que posee unas 250 casas de blocks, techos de zinc y pisos de cemento, y que además cuenta con una escuela, dos iglesias, un dispensario médico, agua, electricidad y un parque de recreación.
De los lugareños que viven en este asentamiento, solo dos personas son dominicanas según el reportaje periodístico, una situación preocupante, que de por sí creo única en el mundo, porque no he visto ni leído que exista en un Estado un asentamiento exclusivo para ciudadanos ilegales e indocumentados.
Sin esperar mucho, se escuchan voces al unísono y diversas reacciones de sectores de la sociedad dominicana, alarmados con relación a los hechos ocurridos en Pedernales y sobre este asentamiento de ilegales haitianos, en donde todos coincidimos con preocupación en creer que en efecto, las autoridades dominicanas han adop- tado una actitud de “Dejar Hacer, Dejar Pasar” frente a la situación con el vecino país. Para colmo, el día 8 de enero, durante los actos de salutaciones al presidente Danilo Medina con motivo del Año Nuevo por parte del cuerpo diplomático y consular acreditado, el embajador de Haití en República Dominicana, Fritz Cinéas, acusó a la prensa nacional de incentivar la confrontación entre ambos países y negó que hubiera algún secuestro de la misión consular dominicana en Anse-à-Pitre como habían publicado algunos medios de comunicación.
En esta desacertada intervención, aseveró que las relaciones entre ambos países son buenas, pero que los medios de comunicación han querido ahogarse en un vaso de agua escribiendo artículos y noticias que no son objetivas, y defendió el proyecto de construcción de viviendas para indocumentados en Puerto Plata.
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Mientras tanto, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez reclamó al presidente Danilo Medina actuar con más fi rmeza, de oír todas las voces dominicanas y no solo a quienes están a su lado, en el caso de la problemática haitiana. “Como supremo magistrado de la Nación, tiene que usar la palabra y hablar con más frecuencia al país y cada vez que hay algo, pues, que responda enseguida; al no hacerlo da la impresión de que los organismos internacionales, a los que defi nió de gobiernos de poco afectos al Gobierno dominicano, están tomando a la República Dominicana de pretexto para hacer de ella lo que quieran”.
Además fue categórico al decir que el problema de Haití necesita de mucha paciencia, mucha cordura de parte de quienes están manejando la situación, pero al mismo tiempo, según su parecer, fi rmeza.
No fue sino hasta la tarde del día 9 de enero, que durante rueda de prensa con motivo de la celebración del “Foro de la Diplomacia Dominicana”, es cuando el Canciller confi rmó haber enviado una “nota de protesta” a Haití por los incidentes ocurridos en el consulado del país en Anse-à-Pitre, afi rmando que lo hizo el mismo día que ocurrió el desagradable suceso.
Pero está claro que lo hizo luego de haberse generado una avalancha de críticas sobre la actitud adoptada por nuestras autoridades ante la situación ocurrida, que a mi entender se hubiese minimizado, si Cancillería hubiese dado a conocer del envío de tal comunicación en su momento.
El 13 de enero, casi como estocada mortal, el ministro de Interior y Policía, José Ramón Fadul, tras participar en un programa televisivo, dijo que debido al bajo número de personas que se ha acogido al “Plan Nacional de Regularización de Extranjeros” propondría la otorgación de una “Visa de no Residentes por dos años”, alegando que la baja afl uencia se debe a que la mayoría de las entidades del área socio-económica del país, no han querido darles las certifi caciones laborales a los haitianos, y se niegan a ayudarlos en el proceso de su regularización.
Ahora resulta ser que los culpables somos los dominicanos y no las autoridades haitianas, quienes realmente son los que les niegan o ponen todo tipo de trabas a sus nacionales para otorgarles las documentaciones requeridas en el Plan de Regularización.
Estas “Certifi caciones Laborales” son unas de las exigencias establecidas en este proceso, pero no indispensables como sí lo son: actas de nacimientos, cédula de identifi cación, pasaporte, entre otros.
Sostuvo que sólo 123,045 se acogieron a algún estatus migratorio del Plan de Regularización, y que 5,345 personas han acudido a someterse a la Ley 169-14, dictada para las personas nacidas en territorio dominicano inscritas irregularmente en el registro civil.
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Ante este planteamiento, si el requisito para obtener una “Visa de no Residente de dos años” es simplemente estar inscrito en el Plan Nacional de Regularización sin cumplir con los requisitos establecidos, es tácito que se estaría estimulando la inmigración ilegal desde Haití, con el objetivo de estar inscritos cuando el proceso termine en siete meses.
Debido a la inacción gubernamental frente a los hechos ocurridos en los últimos meses, y ante el resquebrajamiento del gobierno haitiano, cuyo Presidente planteó a la comunidad internacional que gobernara a “decretazo puro”, no sé con qué interlocutor en Haití vamos a dialogar, y más cuando adoptamos una actitud de “Laissez Faire, Laissez Passer” (Dejar Hacer, Dejar Pasar), en la que nos pasamos de la raya de Pizarro, en cuanto a tolerancia y prudencia. Todavía hay Patria, y aún quedan dominicanos de buen corazón.