El Charco de la Reelección

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Danilo y su Charquito..!!
Danilo y su Charquito..!!

Por NAMPHY RODRIGUEZ*

El presidente Danilo Medina ha dicho hasta la enésima vez que no trillara el sendero de la reelección. Sin embargo, su posición no ha disuadido la tozudez de un pequeño grupo de funcionarios que persiste en descarrilar su gobierno por los mares procelosos de una reforma constitucional que negaría el bochismo como referente democrático.

Embriagados de poder como si fuera  “tafiá”, estos colaboradores suyos susurran un ululante merengue continuista que tendría un alto precio histórico para un discípulo del bochismo más genuino.

¿O, acaso, empujar al Presidente al charco de una reelección comprada y antidemocrática no sería pedirle  que reniegue de la doctrina del líder?

Juan Bosch nunca se prestó a auspiciar una reforma para lucrarse personalmente en detrimento de los valores democráticos y de la seguridad jurídica. Su pensamiento y acción política se inscriben en una tradición liberal y institucionalista que heredó de los fundadores de la República, muy especialmente del presidente Espaillat, y a la  que se contrapone al pragmatismo desinstitucionalizador de Santana, Baéz, Lilís, Vásquez, Trujillo y Balaguer.

Por eso el ex presidente Leonel Fernández se negó en el 2000 y el 2012 a activar procesos de reforma constitucional para hacerse un traje a la medida, pese a sus altos índices de popularidad y a las presiones que, en la primera coyuntura, ejercieran  sobre él líderes como el propio Joaquín Balaguer.

Ese hubiera sido un acto “políticamente apócrifo”, puesto que si se hubiese plegado a los intereses del momento, habría negado a Bosch y su proceder hubiera sido más propio  de un caudillo autoritario y mesiánico, que de un líder democrático.

Y más aún, un comportamiento así de Leonel en esa encrucijada habría tronchado el proyecto cohesionado de permanencia en el poder del PLD.

En nuestra tradición de autoritarismo político, el pragmatismo rapaz ha sido la regla y la coherencia ideológica la excepción. Por eso a pesar de nuestras 35 reformas constitucionales no pudimos concretar un verdadero Estado de derecho sino hasta tiempos muy recientes.

Durante más de siglo y medio, nuestras élites políticas, económicas e intelectuales se dedicaron a halagar al caudillo de turno, ensalzando una imagen mesiánica de un presidente imprescindible capaz de hacer llover, de fecundizar la tierra o de “multiplicar los panes”.

A eso le llevó el desmedido afán de riqueza y oropel, mientras se hacía de la Constitución algo menos que  “un pedazo de papel” mojado.

Se dio la espalda a los principios y se volvió el frente a los fines, en una perversa elegía al maquiavelismo político de que el fin justifica los medios.

Bosch, Hostos, Américo Lugo y Don Rufino Martínez, entre otros, nunca bailaron el “merengue al fondo” de ese pragmatismo oportunista que veía en el inmediatismo la razón de ser del Estado nacional.

Y en esa línea de pensamiento, Danilo Medina es el heredero de esa tradición que ha sabido decir que cree en la alternancia del poder y en  la renovación del liderazgo, el mismo que afirmó que sólo gobernaría cuatro años, el mismo que proclamó que al final de su gobierno sólo le interesaba que le dijeran “gracias” como a un ciudadanoÖ

¿Entonces, por qué este pequeño grupo de funcionarios con escasa academia política quieren empujar a ese Danilo a desandar sus pasos y a convertirse en un  Liviatán capaz de engullirse a su partido, fragmentar la sociedad dominicana y abominar del referente ético que representa Bosch en la política latinoamericana?

La reelección es un charco que hay que brincar, porque si se cae en el mismo, los peledeístas se tendrán que olvidar de su proyecto de poder. No es lo mismo reelegir a Leonel Fernández en el año 2008, cuando la Constitución se lo permitía, que hacer caso omiso a la razón para intentar una reforma a la Carta Magna con el sólo objeto de satisfacer las apetencias del momento de funcionarios y colaboradores.

El presidente Medina es un político racional, que sabe que lo único que  tiene es su partido y su obra de gobierno. Si se prolonga esta situación y se le continúa dando cancha a estos funcionarios, Danilo podría terminar con una percepción negativa de un mandatario que quería reelegirse y no pudo.

Por esa razón, no debe oír el canto de sirenas de estos funcionarios que piden la reforma constitucional para imponer la reelección como un mal atávico del que no podremos salir jamás los dominicanos.

Como Ulises, el Presidente debe prestar oídos sordos a esos cantos, asirse a la proa de su barco y concluir exitosamente su gobierno.

Esos monstruos mitológicos simulan parecer hermosas doncellas de canto embriagador, pero  bajo el agua se esconde un alma oscura, con cuerpo horroroso y cola escamosa.

* El autor es Abogado, Periodista y Escritor