POR FRANKLIN ALMEYDA RANCIER
Ahora se ve claro que la reforma a la Constitución es una trampa, por una cadena de factores y riesgos. El primero y más importante es que es como el alcohol, embriaga a los que se sienten seducidos.
En su origen el PLD celebró la Conferencia Salvador Allende, en mayo de 1974, asumiendo en sus métodos la “unificación de criterios” para la toma de sus decisiones; unificar es exponer y cruzar las ideas entre los que se reúnen a discutir un tema; es un juego de inteligencia entre los presentes. Luego, es obvio que de esa unificación de criterio se desprende la propuesta a asumir entre todos por consenso.
El Comité Político del PLD ha adoptado sus decisiones más trascendentes por consenso. Nunca lo ha hecho mecánicamente por votos, excepto que logrado el consenso y para anunciar públicamente su decisión, vota para destacar que fue a unanimidad.
Era de esperarse que para la reunión del Comité Político, celebrada el 19 de abril, se aplicara esa práctica. Mucho más, reunidos previamente, como ocurrió entre Leonel y Danilo. No hubo resultado y se presumía que exploraríamos el consenso en el debate del pleno de la reunión. Tampoco se logró. Era obvio, existía un guión preestablecido y se impuso mecánicamente una posición, desconociendo los argumentos contrarios y un método que había sido exitoso. De 23 a 11 (incluyendo a Leonel) y una abstención del Presidente Medina (promotor de la propuesta canalizada a través de otro miembro). Parecería que la trampa fue deliberadamente ignorada, porque el poder seduce. Invoqué la trampa por los riesgos y otros factores, ante la arrogante vehemencia de algunos que en sus intervenciones despectivamente aseguraban que el Partido debía ser el primero, sin importar lo que sucediera afuera, en darle el apoyo a la propuesta de reforma a la Constitución.
Y efectivamente, lo que se debate es modificar la Constitución que nos dimos en enero del 2010, para que el Presidente en ejercicio se pueda repostular. Sin embargo, quienes tienen facultad constitucional para hacer esa reforma son los legisladores. Se sabe que no tenemos los legisladores necesarios y se requieren de otros partidos para completar la votación requerida. Aunque una Constitución tampoco se reforma con una mayoría mecánica porque sería un acto de arbitrariedad; se trata de la carta magna la cual es un pacto de la sociedad y debe buscarse el consenso.
La ruta de aprobación es de riesgos políticos por las eventualidades jurídicas y por los tiempos en el proceso de reforma; es una vejiga inflada de impaciencia por miles de pre candidatos que buscan ser candidatos a más de 4 mil cargos de elección popular.
Al no ser de consenso ni dentro ni afuera del Partido, se trata de imponer a los legisladores y se denuncian formas artificiosas para que la asuman. Se ve claro que el consenso y la persuasión se van convirtiendo en imposición mecánica, lo cual hace pensar en autoritarismo.
Caemos en la trampa, porque los legisladores no pueden ser obligados a votar como no quieran; ni con amenazas ni expulsándolos. Tampoco a los dirigentes.
Hoy los directivos partidarios no pueden actuar arbitrariamente. Tienen que buscar el consenso, porque existe un Tribunal Constitucional, los partidos están constitucionalizados y también existe el Tribunal Superior Electoral.