Quizás uno de los indicadores más reveladores del deterioro de la sociedad dominicana es el grado de vulgaridad generalizada que hemos permitido sin aplicar ningún correctivo. Y pudiera decirse que una cosa trae la otra, pero lo cierto es que hemos llegado al punto en que ser decente está dando trabajo en el país.
La corrupción pública ha sido parte de esa vulgaridad a que nos referimos, la que no sólo ha deteriorado el ejercicio de la política, si no que ha impedido solucionar muchos de nuestros problemas fundamentales. Se ha vulgarizado el verbo, llegando al extremo de que muchos creen que si no insultan no exponen razones válidas para sus argumentaciones. Los espacios de los medios de comunicación han multiplicado esa inconducta y lo hemos tolerado.
Que aparezcan personas insultando a los Padres de la Patria y a heroínas que dieron su vida por la libertad del pueblo dominicano es parte de esa vulgarización de la sociedad. Y es, sobre todo, una muestra reveladora del grado de impunidad en que hemos caído. Nadie le teme a la ley ni a las autoridades, pues éstas no asumen su rol con responsabilidad.