Como madre Teresa: dando hasta que duela

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Nelson Encarnación Periodista - Analista Politico
Nelson Encarnación
Periodista – Analista Político

Por Nelson Encarnación

El Gobierno dominicano está gastando más de mil millones de pesos en la ejecución del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, cuyo mayor impacto lo representan los indocumentados haitianos.

Y la mayor gravitación de ese gasto ha recaído en el presupuesto del Ministerio de Interior y Policía, muchos de cuyos programas han tenido que ser disminuidos para atender la regularización de una masa poblacional que no lo agradecerá, ni individual ni colectivamente. Mucho menos como país.

Es seguro que nadie en Interior y Policía admitirá–quizá hasta lo nieguen–, que como consecuencia de dicho Plan, ese organismo ha tenido que suspender, o reducir al mínimo, una serie de iniciativas de considerable repercusión en barrios de la capital y de otras ciudades de la República.

Muchos de esos programas tienen una relevancia significativa en la lucha contra la delincuencia, ya que inciden en la formación social de jóvenes mediante su involucramiento en acciones que contribuyen a sacarlos de las calles y alejarlos de los vicios.

Estas acciones forman parte de la verdadera responsabilidad del Gobierno nacional, no así sacarle las castañas del fuego a una comunidad internacional que asumió con Haití un compromiso de asistencia humanitaria que luego tiró a la basura.

La República Dominicana es el único país del planeta que se embarca en la normalización del estatus migratorio de miles de indocumentados y lo hace sin cobrar un peso a esos extranjeros.

Uno de los ejemplos más cercanos lo tenemos en los Estados Unidos, donde se estima que, en caso de aprobarse una reforma inmigratoria, cada candidato a la regularización tendría que desembolsar varios miles de dólares.

En la anterior amnistía de 1985 mediante la ley conocida como Simpson-Rodino, los beneficiarios tuvieron que costear la legalización, y en otros muchos países, tanto europeos como latinoamericanos, donde se ha llevado a cabo regularizaciones masivas, los sujetos de su aplicación han tenido que costear el proceso.

Pero el Gobierno dominicano, en aras de quitarle municiones a la dichosa comunidad internacional, prefirió sufragar el proceso, y lo ha hecho afectando las precarias finanzas de instituciones estatales como ya señalé, mientras las autoridades haitianas «se echan fresco» en Puerto Príncipe, al acecho–como fieras en las noches–, de cualquier incidente para venirse sobre nosotros, no de frente, pues es una colectividad ladina, sino a través de asociados.

La condescendencia de la administración dominicana ha alcanzado matices de sacrificio; y lo ha hecho para evitar proporcionar pretextos para que nos ataquen, algo que, de todos modos, será inevitable a menos de que se acceda a las pretensiones de que prorrogue el plazo de vigencia del Plan de Regularización, cuyo vencimiento, se supone, ocurrirá el 17 de este mes.

Disponer de más de mil millones de pesos de las escasas finanzas del Estado dominicano, equivale a «quitarse la comida de la boca» para dársela a otro, conforme reza el refrán popular.

A la madre Teresa de Calcuta se le atribuye la recomendación de «dar hasta que duela», una forma de alentar a que se dé hasta lo último que se tiene.

En las Sagradas Escrituras se recoge el pasaje de una pobre viuda que asistió a una de las actividades en las cuales Jesús solía recibir donaciones para su ministerio en la Tierra. Ella extrajo de algún lugar una monedita que guardaba como un tesoro, la cual obsequió al Señor.

Se cuenta que ese día Jesús recibió donaciones abundantes de los ricos comerciantes de la ciudad, pero el Maestro, al dar las gracias por la generosidad de la gente, concentró su sermón en lo que había aportado la viuda.

«Pero Maestro, nosotros te hicimos abundantes donaciones y ni siquiera nos mencionas, y diriges tus palabras hacia la viuda que solo te donó una simple moneda», protestaron ellos.

Jesús les dijo: «Ella ha dado más que ustedes, pues dio todo lo que tenía», acallando las protestas de los ricos, quienes terminaron por entender el mensaje.

En conclusión: Tanto lo dicho por madre Teresa como el pasaje de la viuda vienen al dedillo a la situación del Gobierno y del país con la decisión de llevar a cabo la regularización a todo costo.

 De la recomendación caritativa de Teresa de Calcuta podemos decir que estamos dando hasta que nos duele, y del pasaje de la viuda de Canaán estamos al punto de dar a los haitianos «todo lo que tenemos».

Y está ocurriendo de eso modo porque el presidente Danilo Medina ha preferido el sacrificio económico del Estado para poner de relieve el interés de la República Dominicana de enfrentar un drama humano que no es nuestro, sino que es producto de situaciones que a nosotros también nos generan un gravísimo percance.

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