Por Miguel Cruz Tejada
NUEVA YORK.- En su editorial de ayer sábado 11 de julio y titulado “Stateless in the Dominican Republic” (Sin ciudadanía en la República Dominicana), el influyente matutino local The New York Times, pide al presidente Danilo Medina, “reconocer la magnitud del problema” refiriéndose a la situación de inmigrantes haitianos en la República Dominicana, especialmente a los que llaman “desnacionalizados” y “apátridas”.
El editorial sostiene que en el 2013, el Tribunal Constitucional (TC), emitió una resolución “inconcebible que convirtió a decenas de personas nacidas en la República Dominicana en apátridas”.
Añade que el año pasado, el gobierno dominicano, en respuesta a las críticas internacionales, estableció un proceso que supuestamente les ofreció un camino para ser reconocidos ciudadanos. “Pero debido a que el proceso de solitud era tan oneroso y mal administrado, decenas de miles de personas permanecen en el limbo, rechazados por su patria y no deseados por el vecino Haití”.
Explica el editorial que “la difícil situación de los residentes apátridas de la República Dominicana es un producto de una compleja historia de las dos naciones que comparten la isla La Española. Ha sido formada durante décadas por la migración impulsada por la fluctuación de las necesidades de mano de obra, la disparidad económica entre los países y el racismo”.
Indica el Times que “el proceso de la ciudadanía requiere prueba de nacimiento en la República Dominicana, que es extremadamente difícil, si no imposible, para cumplir con el requisito para miles de personas de ascendencia haitiana. Históricamente, como consecuencia del racismo, la gente negra en la República Dominicana, particularmente aquellos con ascendencia haitiana, han tenido dificultades para obtener documentos básicos, incluyendo certificados de nacimiento y de de identidad, llamados cédulas”.
El editorial agrega que “el gobierno dominicano dice que ha identificado aproximadamente 55.000 personas que tienen algún tipo de documento para apoyar sus demandas de nacimiento dominicana. Recibió 8.755 solicitudes de personas que no tenían ningún documento original. Para calificar para la ciudadanía, estas personas tenían que producir una amplia documentación, incluyendo cartas notariadas, que los defensores de derechos humanos dicen es un conjuntos demasiado alto”.
Sostiene que “en un comunicado enviado por correo electrónico a The Times, el Departamento de Estado dijo que está preocupado de que las personas elegibles pueden no haber tenido suficiente tiempo y medios para conseguir sus demandas de ciudadanía evaluados antes de que el gobierno dejara de aceptar las reclamaciones en febrero”.
Recuerda que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados estimó en el 2014 que la República Dominicana fue el hogar de aproximadamente 210.000 personas apátridas.
“Funcionarios dominicanos argumentan, poco convincente, que el número de personas que solicitó la condición legal sugiere que tales estimaciones son exageradas. Absurdamente, sostienen que nadie en la República Dominicana cumple con los criterios de apatridia”, agrega el editorial.
Expresa el editorialista que “el presidente Danilo Medina, quien se enfrenta a la reelección el próximo año, puede ser reacio a tomar medidas audaces para regularizar la situación de los dominicanos de ascendencia haitiana, ya que muchos dominicanos ven a los inmigrantes haitianos y sus hijos como una carga y no los consideran los compatriotas”.
Reclama el editorial que “sin embargo, es imperativo que la administración del Sr. Medina se ponga a la altura de su promesa de no llevar a cabo las deportaciones en masa, mientras que la ciudadanía y el estatus migratorio de muchas personas siguen siendo inciertos”.
Concluye diciendo que “las personas nacidas en la República Dominicana no deben ser tratadas como inmigrantes allí. El gobierno tiene que hacer lo correcto por ellos y llegar a un mundo mejor, un más justo sistema de registro.
Un primer paso básico sería reconocer la magnitud del problema”.
TEXTO COMPLETO EN INGLES DEL EDITORIAL
Stateless in the Dominican Republic
In 2013, the Dominican Republic’s highest court issued an unconscionable ruling that rendered tens of thousands of Dominican-born people of Haitian descent effectively stateless. Last year, the Dominican government, responding to international criticism, established a process that ostensibly offered them a path to be recognized as citizens. But because the application process was so onerous and poorly administered, tens of thousands of people remain in limbo, shunned in their homeland and unwelcome in neighboring Haiti.
The plight of the Dominican Republic’s stateless residents is a product of a complex history of the two nations that share the island of Hispaniola. It has been shaped over the decades by migration driven by fluctuating labor needs, the economic disparity between the countries and racism.
The citizenship process requires proof of birth in the Dominican Republic, which is an extremely difficult, if not impossible, requirement to meet for thousands of people of Haitian descent. Historically, as a result of racism, black people in the Dominican Republic, particularly those with Haitian ancestry, have struggled to get basic documents, including birth certificates and national identification cards, called cédulas.
The Dominican government says it has identified roughly 55,000 people who have some sort of document to support their claims of Dominican birth. It received 8,755 applications from people who did not have any original documents. To qualify for citizenship, these people had to produce extensive documentation, including notarized letters, which human rights advocates say sets too high a bar. In an emailed statement to The Times, the State Department said it was “concerned that eligible individuals may not have had sufficient time and means” to get their citizenship claims evaluated before the government stopped accepting claims in February.
The United Nations High Commissioner for Refugees estimated in 2014 that the Dominican Republic was home to roughly 210,000 stateless people. Dominican officials argue, unconvincingly, that the number of people who applied for legal status suggests that such estimates are exaggerated. Preposterously, they contend that no one in the Dominican Republic meets the criteria of statelessness.
President Danilo Medina, who faces re-election next year, may be reluctant to take bold steps to regularize the status of Dominicans of Haitian ancestry since many Dominicans see Haitian immigrants and their children as burdens and do not consider them compatriots.
Yet it is imperative that Mr. Medina’s administration live up to its promise not to carry out mass deportations while the citizenship and immigration status of so many people remain uncertain.
People born in the Dominican Republic should not be treated as immigrants there. The government needs to do right by them and come up with a better, fairer registration system. A basic first step would be to acknowledge the magnitude of the problem.