Por Rolando Fernández
La verdad es que, muchos dominicanos han roto el “lambonimetro”, don Rafael, cuando se trata de medirles esa mala práctica – dar coba – que afecta tanto negativamente toda personalidad. ¡Son lambones por naturaleza!
Parece ser muy cierta su apreciación, en el sentido de que, eso obedece a que los nacionales heredaron los genes del llamado “complejo de Guacanagarix”, “el cacique que se puso de adulón cuando Colón llegó a estas tierras, convencido de que todo lo extranjero es mejor que lo autóctono y lo criollo”.
Las loas y recuerdos a nuestros valores se ponen siempre de lado, para estarse congraciando con extranjeros, o sus países de origen. Son muchos los hombres valerosos que ha parido este país, que se han destacado como: grandes patriotas, héroes nacionales, connotados literatos, políticos de altura, y periodistas, entre otros., que merecen por igual, o en mayor cantidad, reconocimientos de ese tipo, siendo lo debido inclinarnos siempre por los locales.
Ese sentir quejoso que hace público el señor Rafael Molina Morillo, en “Mis Buenos Días”, del 14-7-15, con el subtítulo “Guacanagarix al bate”, relativo a lo tratado más arriba, se debe transcribir en todos los periódicos locales, incluidos los digitales, para ver si provoca algún efecto concientizante en muchas personas dentro de la sociedad dominicana.
Resulta penoso, y hasta vergonzoso, el que algunas de las principales avenidas de nuestro país hayan sido designadas con nombres de personajes extranjeros, que innegablemente son “prominentes de la Historia del mundo, merecedores del respeto y admiración de todos”. Pero, siendo justos y aquilatadores nosotros, no deben estar sustituyendo a los nuestros.
Hombres como Winston Churchill, Abraham Lincoln, Tiradentes (Joaquim José da Silva Xavier), John F. Kennedy, Charles de Gaulle, George Washington, se han destacado en otras latitudes, pero no en realidad entre nosotros. ¿Qué hicieron de notoriedad en beneficio de nuestra nación, para que estemos honrándoles tanto, habiendo aquí un sinnúmero de personas notables que han aportado suficiente a nuestra imagen como país, y quehaceres patrióticos? Sus nombres están aún frescos entre los dominicanos.
De aquellos es muy poco lo que conoce la mayoría a nivel local, y no es raro escuchar a muchos ciudadanos decir: ¿Y por qué tiene esa avenida o calle el nombre de un extranjero? Al no saber razón, de inmediato asalta la idea de que es por simple “limpiasaquismo” y “lambonería”.
Esas son de las cosas que hacen que nuestros jóvenes tengan sus mentes enfocadas hacia ultramar, pues desconocen sus “personalizados” valores patrios; hombres connotados en diversas disciplinas del saber; que han luchado por este país, al extremo de ofrendar hasta sus vidas; que han puesto el nombre del mismo bien alto en el exterior; amén de que, han observado siempre vidas ciudadanas ejemplares.
De haberse estado recordándoles como se debe, viendo sus nombres en muchas de las calles y avenidas de esta nación, es probable que las generaciones subsiguientes se hubiesen inclinado por emularles en sus actos civiles todos, y comportamientos patrios. Pero, ¿qué es lo siempre han visto?, los de extranjeros, que a penas conocen los que son proclives a la lectura.
Claro, lo más aconsejable sería, como alude don Rafael, el que los congresistas nuestros se inclinaran por legislar en tal sentido, en pos de enmendar todos esos desprecios a los valores locales, y disponer los cambios de nombres pertinentes a nuestras principales avenidas y calles de la capital dominicana, principalmente.
Que todo se hiciera con el concurso obvio de los gobiernos municipales, a cuyos alcaldes y regidores también les debe competir tal preocupación y labor enmendatoria.
Lamentablemente, aquí solo tenemos un Congreso Nacional para aprobar préstamos concertados, hipotecar el país, y demás decisiones que emanen del Poder Ejecutivo, entre ellas las de corte enteramente político. ¡Ah, qué no se olvide!, el disponer, o dar su visto bueno a la imposición de nuevos gravámenes tributarios en contra de la población. También, el legislar en su propio favor.
Por su parte, las alcaldías nada más están en castigar a sus munícipes con nuevos arbitrios, hacer negocios con pequeñas obras para allantar; y, el mayor de todos, la recogida y disposición de la basura.
Por consiguiente, lo más probable es que, nuestras principales avenidas y calles continuarán llamándose como hasta ahora, con nombres de extranjeros, a pesar de voces como la de don Rafael, que se han levantado en contra de esa costumbre antinacionalista.
Los connotados hombres nuestros, que sigan en el olvido; mayores loas a los extranjeros, ¡penosa realidad nacional!
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