Por Rolando Fernández
Muchas pueden ser las razones que convergen con respecto a la situación de incertidumbre, delincuencia y criminalidad en que ha estado viviendo la sociedad dominicana durante los últimos años. Y, es obvio que, se tienen de naturaleza inductora, tanto interna como externa, por motivos diversos.
Que la transculturación excesiva está incidiendo en dicho marco, ¡eso es verdad! Que podría haber dentro del mismo, determinados intereses de geopolítica, que procuren la desestabilización del Estado nacional, ¡también es posible! Que los “santos” deportados desde los Estados Unidos, después que cumplen condenas por delinquir estén tomando parte en el asunto, ¡no hay que dudarlo! Que mafias internacionales lo estén solventando, con propósitos definidos, a los fines de crear un ambiente de desasosiego nacional, ¡está dentro de lo perceptible!
Ahora, de que hay una causa inductora interna de capital importancia, sobre la que poco se ha venido reparando en relación con esa tripleta nacional de incertidumbre, delincuencia y criminalidad que azota a la nación, ¡sí que es una gran verdad!, con expresión a la vista de todos los dominicanos.
Eso se infiere, y hasta se confirma la aseveración expresada, entre otras cosas, a partir de informaciones como la aparecida en “msn noticias”, red de la Internet, de que “la República Dominicana ocupa el sexto lugar en la tabla de los 15 países más corruptos de Latinoamérica”, noticia que ha recibido un amplio despliegue a nivel nacional e internacional.
Ante ese telón de fondo que tenemos aquí, exhibiéndose una película musicalizada con un tema llamado “impunidad”, y el acompañamiento orquestal de una justicia conformada a la medida, de acuerdo con determinados intereses grupales y políticos, permisiva y “benévola” frente a las “vacas sagradas” que han pastado a voluntad y sin control en la finca denominada Estado nacional, erario público, y que continúan haciéndolo alegremente, es una concepción aquella que no admite cuestionamiento alguno.
Pero además, y luego de hacer todas sus fechorías desde las posiciones públicas en contra de la población, consiguen muchos personajes políticos, con perfiles muy cuestionables, que les postulen para ocupar curules congresuales, en pos de tener una mayor protección, y estar rodeados entonces de inmunidad parlamentaria. ¡Qué bien!
En consecuencia, cómo se puede combatir la delincuencia y la criminalidad a nivel de los estratos más bajo de nuestra sociedad, con los tantos ejemplos inductores que arriba se tienen. ¡Dejémonos de tanta demagogia y retóricas oportunistas, como electoreras!
Los que delinquen arriba, que no reciben ningún tipo de castigo, al contrario, se les loa como grandes señorotes, constituyen el mayor referente inductor para los de abajo actuar en la misma línea, aunque con menos oportunidades obviamente. Sí tienen esos, gran proclividad relativa, y hasta defensiva y justificada a la vez.
Ahí está la gran significación del titular que encabeza, a pesar de ese “importante” lugar en que quedamos entre los 15 países más corruptos de Latinoamérica, dato que al parecer pasó por debajo de la mesa ante las autoridades competentes nacionales.
¡Si no corregimos arriba, será imposible hacerlo bajo!
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