Lecturas varias proceden, para un acto inhumano despreciable. ¡Háganse!

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lichamientoPor Rolando Fernández

¡Siempre hay que aquilatar y reflexionar! Los linchamientos en contra de personas que sean sorprendidas en la realización de actos delictuosos, no es la práctica más adecuada para exigir una efectiva administración y aplicación de justicia entre nosotros.

Evidentemente, lo ocurrido en ese tenor hace unos días, es una muestra de la desesperación que mueve a una sociedad que se siente acosada completamente por el flagelo de que se trata – la delincuencia – y desamparada a todas luces. ¡Qué se considera acorralada y burlada!

Ahora, aunque despreciable la acción, hay un refrán que reza: “Todo obra para bien”. Y, hechos como el acaecido en Villa Mella, en que fuera linchado salvajemente el joven Hermes Jiménez Martínez, acusándole de haberse robado una motocicleta, según reseña de la prensa local, tiene que llamar a reflexión general en esta nación.

Por tanto, no solo procede con respecto a los proclives a delinquir, y luego van a burlarse de las víctimas envueltas, pues en corto tiempo logran salir en libertad de nuevo a las calles, a hacer sus fechorías; que resultan sin castigo alguno, y hasta osan amenazar para después a los eventuales denunciantes, que prefieren callar ante cualquier situación delictiva que les afecte.

De igual forma deben hacerlo las autoridades competentes nuestras, para que vean hasta dónde está llegando el efecto de la displicencia que se exhibe al respecto, como las acciones retaliatorias a las que se recurre actualmente, que hasta a ellos mismos podrían alcanzar, de seguir las cosas como van.

El hecho referenciado pone en evidencia el hartazgo ya de la gente aquí, que no encuentra quien la defienda de la delincuencia in crescendo cada vez en que vivimos los dominicanos, por lo que se ha optado por tomar la justicia en sus propias manos. El mismo tiene precedentes, aunque no tan crueles y expresivos, como ese que ahora nos tocó observar.

¡Penosísimo y despreciable tal hecho!, el quitarse la vida de esa forma a un joven con apenas 17 años de edad, en la flor de su juventud, como se dice, que incluso dejó en la orfandad a un niño inocente, y que no se sabe cuál podría ser la reacción a posteriori del mismo, cuando mañana a alguien se le ocurra decirle lo acaecido a su padre, por incurrir, según la gente, en un acto delictuoso, indebido por supuesto, pero quizás justificable hasta desde cierto punto de vista, por la “inclemencia” de un gran sector de la sociedad nacional.

El salvajismo, la rabia, la indignación con que se llevó a cabo dicha acción lo dice todo. Es que no se le está dejando otra alternativa a la población víctima, sin importar los motivos para delinquir que se tengan. De alguna manera esa tiene que mandar cierto mensaje alusivo para defenderse, aunque resulte doloroso.

Hablando en términos humanos propiamente es obvio que, se está en presencia de un acto criminal, execrable. Pero, es un acontecimiento que hay que leerlo en todos los sentidos posibles; no es solo el recomendar castigo para los autores lo que procede, que lo merecen es lógico, como tantos han dicho con respecto al mismo. ¡Debe haber algo más!

Una pregunta importante que se desprende con relación al suceso, es el porqué ese joven, que no lucía tener cara de delincuente según la foto periodística mostrada, se inclinó por la acción dolosa – robarse una motocicleta -.

Lo más probable es que fuera, por no tener dinero para comprarle una lata de leche a su hijo, u otras cosas perentorias, mientras el funcionariado estatal no sabe qué hacer con la “rumba” de cuartos que recibe, producto de los sueldazos burlones que se le paga, algunos de los componentes quizás hasta analfabetos, amén de los desaprensivos actos de corrupción que se exhiben, con la lenidad que muestra el poder judicial en este país, conformado a la medida de tanta gente cuestionable.

A veces, las injusticias que se verifican a nivel de los pueblos, como las necesidades que exigen satisfacción prioritaria de los ciudadanos, inducen a muchas cosas. Las extremas desigualdades burlescas sociales entre nosotros, vienen propiciando desde años la realización de algunas acciones indebidas. ¡De eso no hay duda!

Lo acontecido recientemente en el sector Licey, Punta de Villa Mella, es para castigar a los autores. ¡Muy cierto! Pero, también para que reflexionen los delincuentes nuestros que deambulan por las calles y avenidas del país, buscándosela a como dé lugar, sin reparar en riesgo probable alguno. Y, en adición, corresponde igual actitud a las “mandantes” autoridades nacionales, que nada más se vuelven bla, bla, bla, con relación a una temática tan delicada como esa.

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