Metamorfosis de una Profesora con Suerte

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TRIFFOLIOPor Juan Cruz Triffolio
Sociólogo – Comunicador Dominicano
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Doña Cristina Lizardo encarnó por un considerable tiempo un verdadero encanto.

Proyectaba constantemente una ternura inigualable y una sonrisa envolvente y fascinante al conversar.

De ella siempre recordamos con agrado sus valiosas andanzas por las lides magisteriales.

Era la época en que prevalecían los sueños hermosos, los nobles ideales y la proyección de una vocación de servicio alejada de los intereses mercuriales.

Para entonces, la humidad y la accesibilidad marcaban la diferencia y resultaban valores innegociables.

Disfrutábamos a plenitud la dramaturgia ejemplarizante que sólo es posible vivir frente al escenario que destila el arte de la prudencia.

Hoy, con el transcurrir de los años, el panorama de la existencia es otro muy diferente.

Llegaron las nuevas responsabilidades públicas, unas, fruto de su persistencia, otras, quizás apadrinadas por sus consecuentes acólitos en el partido, por lo que la pizarra y el borrador se transformaron en codiciadas herramientas para tener y exhibir poder.

El espacio de las bulliciosas y congestionadas aulas para compartir el pan de la enseñanza terminó permutado por la majestuosidad de los gigantescos y confortables salones que caracterizan nuestra burocracia estatal.

De aquella sencilla y preocupada profesora de a pie, no hace tanto tiempo, caracterizada por el poco hablar, sólo se conservan los recuerdos.
En el presente, luce haber desplomado las barreras del silencio y la prudencia, sin importar espacio o tiempo, para verbalizar, obviando cualquier miramientos, cuantas patochadas inauditas llegan a su reducido dominio de acumulación de masas inteligibles, con el aparente y ridículo propósito de llenar páginas de oro en la triste historia del disparate político.

Hace algunas semanas, la educadora que todo recordamos se desplazaba como cualquier ciudadano común y que se conozca, no ha heredado extraordinarios bienes, se destapó ante la opinión pública afirmando de manera categórica que, un adversario político suyo no llegará a la presidencia de la República Dominicana porque no cuenta con el dinero necesario para hacer realidad su meta.

Qué lástima..!!

Qué paradoja..!!

Una mujer nacida en cuna de pobreza, donde pululaba el moco y la orina, maximizando el valor del dinero como condición determinante para ocupar una posición pública con el supuesto interés de servir con dignidad y transparencia a un pueblo sumergido en la miseria.

No suficiente con lo anterior, la dama en cuestión, ahora, vuelve de nuevo a navegar en el submundo de la mofa y la indelicadeza al referirse al controversial y manilo tema de la corrupción en el Estado.

De manera pausada, proyectado siempre una limitación expositiva que contrasta con su oficio original, la funcionaria senatorial, sin aparentemente preveer las consecuencias de su cínico planteamiento, exhorta a la población del país a vigilar las ejecuciones presupuestarias del Estado a fin de prevenir algún atentado de corrupción.

Pero señora Lizardo, para qué..?

Para continuar recibiendo como respuesta las represiones policiales que con frecuencia reciben las denominadas cadenas humanas, conformadas por responsables y aguerridos dominicanos y dominicanas que protestan ante la impunidad que proyecta el caso inaceptable de la OISOE?

Para que ciudadanos y ciudadanas nobles y decentes sean burlados en un discurso presidencial como sinónimos de pesimistas, anarquistas y hasta vagos por el sólo hecho de defender el derecho a la transparencia en el uso de los recursos públicos?

Déjese de cosas, señora legisladora..!!

Sabemos que muchas veces los ascensos económicos y sociales tienden a la distrofia de algunos cerebros humanos.

Lo entendemos.

Olvidar adrede suele ser un mecanismo acomodaticio para abordar y aquilatar la realidad y por tanto, ahora se le ocurre a la dama en cuestión, llamar a la población a ser vigilante contra la corrupción gubernamental.

Qué desfachatez y cuánta carencia de respeto ante un pueblo merecedor de otro tratamiento.

En definitiva, luego de esas y otras manifestaciones erráticas e innecesarias para mostrar, en su derecho, adopción a un proyecto reeleccionista, sería prudente asimilar que, en el caso la ayer profesora, hoy figura estelar congresional, lo ideal sería sugerirle que entendiera que muchas veces el silencio es más elocuente que las palabras.

De todos modos, concluyamos estos párrafos reconociendo que en los juegos de azar como en la política criolla, existen personas que lucen premiadas por el factor imaginario conocido como «la buena suerte» y la señora Cristina Lizardo, parece estar entre «los agraciados».

Así lo percibimos, lo creemos y lo exponemos sin hiperbolización, irreverencia ni resquemor…