Por Juan Cruz Triffolio
Sociólogo – Comunicador
[email protected]
La segunda y contundente derrota electoral experimentada por la candidatura presidencial del licenciado Danillo Medina Sánchez, en la denominada Gran Manzana, ha de llamar a una serena y profunda reflexión entre los representativos del liderazgo del peledeísmo en esa importante plaza.
Si en la contienda de hace seis años el Partido de la Liberación Dominicana -PLD- fue destrozado, en el reciente torneo eleccionario terminó vuelto añicos.
Las pugnas internas, salpicadas por las diatribas innecesarias, la altanería de algunos, las ansias de personificar el poder de otros y la chismografía sin límites, forman parte de las razones explicativas fundamentales del fracaso en cuestión.
El descalabro peledeísta vivido contrasta significativamente con el margen a su favor que, según exponen los resultados preliminares emitidos por la Junta Central Electoral, ha alcanzado, con supuestas o reales irregularidades, el candidato reeleccionista a nivel nacional.
La nueva estocada dada al candidato Danilo Medina Sánchez es de tal magnitud que, el hijo del fundador del PLD en New York, empresario Jaime Vargas, ha llegado al extremo de pedir que toda la dirigencia de la seccional que lleva el nombre de su progenitor, en lo inmediato, renuncie.
El creador y presidente del Movimiento reeleccionista Fuerza Externa con Danilo califica de inconcebible el hecho de que el PLD no resultara victorioso con el voto popular en la urbe neoyorquina pues «teniendo como candidato al mejor presidente en la historia de la República Dominicana”, todo indicaba que “el triunfo lucía muy fácil”.
Siendo esa la realidad, no hay dudas de que el empresario Vargas luce certero cuando de manera precisa, categórica y responsable destaca que “es tiempo de que el liderazgo peledeísta reconozca que no es capaz de ser favorecido por los electores de la comunidad dominicana en Nueva York» y en consecuencia, es oportuno que los miembros de la dirigencia entiendan que deben renunciar, dándoles paso a personas que sí puedan asumir el liderazgo del partido.
Lógicamente que, a nuestra modesta manera de valorar la situación, «no son todos los que están ni están todos los que son».
Existirán algunas excepciones y por tanto, y entre ellas nos atreveríamos a mencionar el caso de Gregorio Morrobel, Carlos Feliz, Jacqueline Guilamo, Juan Isidro Martínez y Luis Lithgow, por sólo poner varios ejemplos de peledeístas esforzados cuyo laborantismo político siempre ha sido positivamente valorado, en justicia, tanto por sus compañeros de organización como por la diáspora dominicana, en sentido general.
Coincidimos con quienes plantean, con sobrada razón, que, para garantizar que no haya posteriores derrotas peledeístas, es urgente que quienes conforman la cúpula dirigencial de la seccional New York hagan una introspección de manera que comprendan que no logran establecer empatía con las bases de la organización partidaria y mucho menos con la población votante dominicana en la urbe catalogada como La Capital del Mundo.
Es el momento de la crítica, la autocritica y la sincerización si en realidad se desea la permanencia y operatividad efectiva y creíble del peledeísmo en una demarcación de tanta relevancia para la sociedad dominicana.
Lo acontecido en la batalla electoral reciente, lo cual constituye una segunda decepción, es una demostración fehaciente que los dirigentes del PLD en Nueva York, con raras excepciones, nunca han tenido un liderazgo real al punto de que la comunidad los asimile para ganar unas elecciones.
Siendo así, vuelve a dar en la diana el empresario Jaime Vargas cuando puntualiza que “ellos mismos, deben autocriticarse y bajar, antes que los bajen», porque la gente tiene que comprender cuándo no logra llegar al pueblo.
De igual manera, nada deben buscar intentado presionar al ejecutivo de la nación con visitas frecuentes e inoportunas al Palacio Nacional en procura de posiciones políticas que con esfuerzos y persistencia en el trabajo partidario no han sabido acreditarse como merecedores.
Ojala la sanción con la indiferencia gubernamental no se constituya, con razón o sin ella, en el látigo de castigo ante una pujante representación de la comunidad dominicana que cada día, con ahínco, trabajo y sacrificios, sabe resaltar con dignidad el orgullo dominicanista en el exterior.
No es justo que paguen todos como pecadores.
Aunque a decir verdad, por el momento, motivos podrían sobrar para que el ejecutivo palaciego asuma la actitud considerada prudente ante tanta miopía y mediocridad partidaria, y siendo así, sólo luce aconsejable apelar a su sensatez y ecuanimidad, y porque no, a su indulgencia, hasta donde sea posible.
No hay de otra…