Los agentes de la oficina del alguacil llegaron a una casa en San Antonio después de recibir una llamada debido a que una mujer había resultado herida en una pelea doméstica. Un espectador comenzó a grabar un video mientras perseguían a un hombre sin camisa armado con un cuchillo afuera de la casa. Aunque lo tomó a la distancia, el video pareció mostrar que el hombre de 41 años, Gilbert Flores, levantó los brazos mientras los agentes le dispararon y lo mataron.
El video apareció en televisión y algunos funcionarios locales abrieron una investigación. Sin embargo, el caso —que ocurrió el año pasado— atrajo poca atención nacional… Un contraste dramático con los recientes disparos contra hombres negros a manos de la policía en Luisiana y Minnesota, que han desatado protestas y reclamos en todo el país.
Para algunos activistas latinos, es simplemente un ejemplo de cómo las matanzas de personas de origen latino en encuentros con la policía no generan el mismo nivel de escrutinio, indignación o discursos como las balaceras mortales de personas negras.
“¿Por qué la comunidad no defiende con la misma fuerza a las víctimas de estos crímenes?”, dijo Juan Cartagena, el presidente de LatinoJustice, un grupo de defensa legal, quien encuentra paralelismos en la relación tensa que muchos afroamericanos y latinos viven con las fuerzas del orden.
No hay un centro de información federal que rastree los asesinatos relacionados con la policía, dicen investigadores de justicia criminal, así que es difícil llevar un conteo de cuántos latinos han sido asesinados en encuentros con oficiales. Eso ha provocado que los defensores dependan, en gran medida, de evidencia anecdótica. Incluso con las jurisdicciones que incluyen a las personas hispanas o latinas como una opción en sus estadísticas, las cifras pueden ser poco fiables; no es extraño que la gente sea clasificada de manera incorrecta.
“No sabes si las casillas de los expedientes están en lo correcto”, dijo Geoffrey P. Albert, un profesor de Criminología en la Universidad del Sur de Carolina que investiga las balaceras relacionadas con la policía y añadió que la falta de una base nacional de datos es una “vergüenza nacional”.
No obstante, en años recientes, varios casos han enfurecido a hispanos en diferentes partes del país. La balacera mortal contra un hombre de 19 años en Fullerton, California, por parte de oficiales de la California Highway Patrol este mes, provocó protestas menores, y el asesinato de una chica de 17 años en Denver en enero de 2015 desató manifestaciones similares.
La muerte de un hombre de 35 años en 2015 en Pasco, Washington, quien fue abaleado después de lanzar piedras a oficiales de la policía, causó revuelo en la población inmigrante del lugar. Algunos creyeron que el asesinato, captado en video, tenía el potencial para convertirse en el “momento Ferguson” de los hispanos.
“Hay muchos incidentes de alto perfil en todo el país que por un motivo u otro no parecen atraer la misma atención”, dijo Eric Rodríguez, vicepresidente de políticas públicas en el Consejo Nacional de La Raza.
“Hay suficiente preocupación e indignación en torno a lo que está pasando”, agregó. “Esta tensión en el ámbito de la comunidad es palpable”.
Activistas y académicos dicen que un rango de factores, enraizados en las diferencias históricas y culturales, podrían explicar por qué la indignación y la furia que surgen a partir de casos que involucran a latinos no han crecido ni han tenido un impacto nacional más significativo. Por ejemplo, dicen, la palabra hispano no denota una raza, sino una etnicidad; la población creciente de hispanos tiene diferentes prioridades, según la región, la nacionalidad y el estatus de ciudadanía.
Además, dicen los defensores latinos, la comunidad no tiene el mismo nivel de organización que los afroamericanos para comunicar sus preocupaciones. Por ejemplo, dicen, no hay una figura con un perfil tan alto como el reverendo Al Sharpton, y la religión tampoco desempeña un papel tan importante en el activismo entre hispanos.
Para algunos, la inmigración es una preocupación más inmediata y torrencial; el miedo de confrontar a las autoridades no permite que algunos se expresen con más fuerza.
“Interactúan con todo el sistema de una manera muy diferente porque tienen menos derechos”, dijo Angelo Falcón, cofundador del National Institute for Latino Policy. “Hay muchos latinos que están viviendo indocumentados, bajo el radar, quienes también sufren abusos de la policía”.
Sin embargo, Cartagena expresó desánimo frente a la idea de que ciertos problemas solo afectan a ciertos grupos de personas: que la brutalidad policiaca es un problema que solo afecta a los afroamericanos o que la inmigración es una preocupación exclusiva de los latinos. “Vivimos experiencias similares con respecto a la marginación de nuestras comunidades”, dijo. “Para que esto de verdad resuene, tiene que hacerse en solidaridad con todos los demás”.
Algunas de las personas que trabajan en las fuerzas de seguridad reconocen tensiones en su relación con la comunidad latina. Tina Nieto, capitana del Departamento de Policía de Los Ángeles, dijo que ha visto cómo la policía ha cambiado y ha pasado de ser una “fuerza de ocupación” en algunos vecindarios a ser una que está más involucrada con los residentes. Como oficial de mando, ha buscado superar el escepticismo que aún existe contra la policía.
“A veces hay una desconexión entre lo que la gente cree y la realidad policiaca”, dijo la capitana Nieto, la presidenta nacional entrante de la Hispanic American Police Command Officers Association. “A veces no se ve nada bien, pero si trabajas para establecer líneas de comunicación abiertas, podemos establecer ese diálogo”.
En el caso de Gilbert Flores en San Antonio, el Departamento del Alcalde de Bexar County ha rechazado la noción que había levantado las manos en señal de sometimiento, a pesar de lo que se observa en el video. (Investigadores han señalado algunos deficiencias en las pruebas de video).
James Keith, un vocero del departamento, dijo que Flores se estaba moviendo hacia donde estaban los agentes cuando le dispararon y, antes de eso, había intentado atacarlos. Un jurado decidió no presentar cargos criminales contra los agentes que le dispararon, quienes también tenían apellidos latinos.
La Oficina del Fiscal del Distrito de Orange County está investigando la muerte de Pedro Villanueva, el chico de 19 años que fue asesinado en California el 3 de julio, tan solo unos días antes de la balacera en Baton Rouge, Luisiana. Oficiales de la California Highway Patrol siguieron la camioneta roja de Villanueva en su vehículo sin placas a lo largo de casi 16 kilómetros. Intentaron hacer que se detuviera, dijeron las autoridades, pero Villanueva dio una vuelta en u y condujo en la dirección de los oficiales, quienes abrieron fuego.
“¿Cómo es que mataron así a un niño inocente?”, dijo David Sainz, el hermano de Villanueva, en una entrevista telefónica desde el restaurante mexicano de la familia en el Valle de San Fernando. “Era un chico tan bueno. No tenían por qué dispararle”.
El fiscal de distrito y la patrulla de carreteras se negaron a hacer comentarios.
En 2012, el hijo de Genevieve Huizar, Manuel Díaz, de 25 años, murió después de que la policía le disparara en Anaheim, una muerte que fue parte de una racha de asesinatos que desató protestas en la ciudad. En los años siguientes, Huizar ha viajado por todo el estado de California en protesta contra las balaceras de la policía. Ayudó a fundar la Young Survivors Legacy Support Network, una red de apoyo que organiza pícnics y vigilias para los familiares que han perdido a sus seres queridos.
Está planeada una vigilia para el miércoles en la noche, casi cuatro años después del día en que murió su hijo.
“Todas estas vidas son importantes”, dijo. “Creo que debería ser un solo movimiento para provocar un cambio para todos”.