La hipoacusia inducida por ruido (HIR) es una problemática creciente en otros muchos espacios de la cotidianidad
CUBA.- Como problema de salud ha ido en aumento, a la par de los avances de la civilización; y si por lo general los expertos asociaban esta enfermedad en mayor medida al ámbito laboral, hoy dan cuenta de que la hipoacusia inducida por ruido (HIR) es una problemática creciente en otros muchos espacios de la cotidianidad.
“Se estima que un tercio de la población mundial padece algún grado de hipoacusia causada por exposición a ruidos de alta intensidad ”, apunta a Granma sobre este tema la doctora María Josefa García Ortiz, especialista de II grado en Otorrinolaringología y Máster en Atención Integral al niño; quien explica que la HIR es mayormente causada por fuentes de ruido ocupacional, pero también puede ser provocada por ruidos que se generan durante actividades recreativas de nuestra vida diaria (discotecas, empleo de reproductores de música, caza, entre otras), lo que le ha valido el nombre de “sociacusia”.
Definida como la disminución de la capacidad auditiva de uno o ambos oídos, parcial o total, permanente y acumulativa, de tipo sensorioneural (hipoacusia que afecta el oído interno), que se origina gradualmente, durante y como resultado de la exposición a niveles perjudiciales de ruido de tipo continuo o intermitente de intensidad relativamente alta (mayor de 80 decibeles SPL, niveles de presión sonora, por sus siglas en inglés) durante un periodo grande de tiempo; esta disminución de la audición o hipoacusia generada por el ruido, lesiona (inicialmente) la zona del oído interno destinada a la percepción de las frecuencias agudas, señaló la experta.
Asimismo, precisó que la HIR debe diferenciarse del trauma acústico, el cual es considerado un accidente, más que una verdadera enfermedad profesional. Es causado por un ruido único, de corta duración pero de muy alta intensidad (por ejemplo una explosión, fuegos artificiales, disparos, música, etc.) y resulta en una pérdida auditiva repentina y generalmente dolorosa.
“La exposición a sonidos de gran magnitud y duración conduce gradualmente a enfermedades auditivas, las cuales tiene un inicio asintomático, pero una vez establecidas son irreversibles, por lo que el cuidado y protección de nuestro sentido de la audición debe comenzar desde edades tempranas”, apuntó la profesora auxiliar de la Facultad de Ciencias Médicas General Calixto García Íñiguez.
“Esta pérdida auditiva por ruido se confirma realizando Audiometría tonal liminar convencional después de ser visto en consulta por el Especialista en Otorrinolaringología”, agregó.
Los signos de daño potencial sobre la audición, comentó, van desde la frecuente necesidad de repetición durante las conversaciones, debido a las dificultades en la comprensión del habla, hasta las consecuencias negativas de la pérdida auditiva sobre la seguridad y la comunicación, incluyendo el efecto de la pérdida auditiva en las relaciones con amigos y familiares.
Pero es justamente la HIR de causa recreacional, dijo la entrevistada, la discapacidad prevenible más frecuente en los niños y los adolescentes. “El ruido produce efectos negativos sobre el ser humano y su entorno, siendo los adolescentes el grupo de más alto riesgo, habiéndose reportado pérdidas auditivas significativas en menores de 20 años”.
Al respecto, subrayó que investigaciones recientes mencionan que debido a los altos niveles de ruidos, el 75% de los habitantes en las ciudades industrializadas padecen algún tipo de deficiencia auditiva, sin embargo, no se toma conciencia de este problema. “La música en las discotecas, conciertos o fiestas, el ruido del tránsito, el sonido de las fábricas e, incluso, los gritos, son enemigos invisibles de la audición. Lo más grave es que las personas se acostumbran al ruido percibiéndolo como parte natural de su entorno, sin tener consciencia del riesgo que acarrea para su audición, pudiendo llegar a la sordera. Los jóvenes son, actualmente, el grupo etario más afectado debido a los sonidos que forman parte de la vida del hombre moderno, y que pueden lesionar el oído interno de manera irreversible”.
Cuando sentimos zumbidos en los oídos después de estar expuesto a ruidos intensos— refiere la experta—, significa que hubo un daño, el cual puede ser transitorio, pero si nos exponemos con frecuencia y durante el tiempo suficiente a estos altos niveles de ruido sin una protección adecuada, el daño será permanente.
“Aunque no existen estadísticas sobre la prevalencia de esta patología en nuestro país, en parte porque muchas de ellas no son diagnosticadas, basta con caminar las calles cubanas inmersas en ruido, para apreciar que es muy posible que los cubanos del futuro escucharán menos si no hacemos prevención”, alertó la entrevistada, en tanto subraya además que la HIR generada por ruido recreativo sobrepasará en los próximos años la HIR de causa ocupacional como problema de salud pública.
Uno de los entretenimientos más ancestrales del ser humano es escuchar música, siendo a la vez una de las formas más habituales de exposición a ruido recreativo, comentó. “El uso de reproductores personales de música en adolescentes está considerado una conducta de riesgo, pues además de la carga de decibeles a la que se somete el individuo, el uso de audífonos puede conducir a la ocurrencia de accidentes en la vía. Dichos reproductores de música personal son capaces de generar señales de audio cuya intensidad en el interior del conducto auditivo puede superar los 120 decibeles de presión acústica”, mencionó.
En ese sentido, explicó que en los adolescentes, al uso diario de mp3, iPod y celulares, se une la asistencia a fiestas o recitales, donde los decibeles que alcanza la música amplificada y el bullicio común de estas actividades se suman al ruido medioambiental de las grandes ciudades, superando ampliamente los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud mientras se disfruta de la música (50dB). “La conjunción de estas variables son las que provocan hipoacusia a mediano y largo plazo, que si bien en los primeros años el daño resulta imperceptible, luego de una década empiezan a percibirse como serios problemas para escuchar”.
De acuerdo con la doctora García Ortiz, la incidencia de hipoacusias inducidas por ruido recreacional en adolescentes sanos se puede diagnosticar desde las primeras etapas de la vida del adolescente con los estudios predictivos que actualmente se empiezan a realizar en el país. “Tenemos que hacer prevención y evitar una mayor generación de sordos en el futuro, prevenir la aparición precoz de sordera en edades adultas, incidiendo sobre la repercusión social que trae aparejada esta discapacidad”.
Para la entrevistada, los factores encontrados como determinantes de riesgo indican que las estrategias de intervención deben enfocarse hacia la escucha responsable por parte del usuario (escuchar al menor volumen confortable posible) más que en la implementación o selección de determinadas tecnologías. Se trata de reducir la exposición a fuentes de ruidos elevados, disminuyendo el volumen, o de hacer un uso consecuente de protección auditiva. Algunas de las recomendaciones advierten no utilizar nunca al máximo el volumen de su reproductor musical, sino mantener el sonido a una intensidad similar a la de una conversación entre dos personas.
“Mediciones realizadas utilizando diferentes modelos de auriculares indican que aquellos colocados más cerca de la entrada del conducto auditivo externo (audífonos de inserción y de estilo vertical) producen niveles de salida significativamente más altos que los audífonos supraauriculares”, dijo.
“Desafortunadamente, muchos oyentes que se exponen a ruidos elevados, deliberadamente, no cumplen ninguna de las medidas anteriores. Muchas personas jóvenes creen que la música tiene más calidad cuando se reproduce muy alto”, subrayó la especialista.
Al respecto, advirtió sobre creencias bien arraigadas en la población, sobre el hecho de que no todos comparten el mismo riesgo para la pérdida auditiva, dado que algunas personas de manera individual tienen oídos “resistentes” y otros los tienen “susceptibles”.
“No es posible pronosticar quién tiene más peligro de presentar hipoacusia inducida por ruido; por lo tanto, es mejor ejercitar la precaución cuando se usan dispositivos de música personal. El problema más importante es que la pérdida auditiva se origina despacio; por lo tanto, padres o profesores no la podrían notar en niños y estudiantes hasta que es muy acentuada, por consiguiente, la prevención es el clave. Promover hábitos de escucha sanos depende además de una motivación individual, no solo para que monitoree su comportamiento, sino también para que lo modifique de la forma requerida”, precisó García Ortiz.
Por eso es importante comenzar a proteger la audición del niño a una edad temprana. “En los niños el juguete ruidoso es potencialmente más peligroso, ya que el niño lo sostiene más cerca del oído, por la extensión de sus brazos”, dijo.
Según mencionó la experta, las encuestas de investigación han descubierto que las personas jóvenes parecen ser conscientes del riesgo teórico planteado por los niveles de escucha generalmente elevados. Sin embargo, pocos informan aceptar o planear la toma de acciones personales para reducir su exposición, siendo sugestivo que muchos no tienen percepción del riesgo, y consideran innecesario un cambio de comportamiento.
En ese sentido, insistió, padres y profesores desempeñan un rol importante en la modificación de actitudes, la promoción de hábitos de escucha seguros y los riesgos potenciales de los dispositivos de música personal. Igualmente son esenciales las acciones de prevención realizadas por las partes involucradas en este problema, tales como los propios adolescentes, fabricantes de dispositivos de música personal y audífonos, y las autoridades, pues estas últimas deben estimular el diseño y comercialización de productos más seguros, y propiciar campañas de salud pública encaminadas a mejorar los conocimientos sobre los riesgos de la exposición a volúmenes de música elevada y las posibles medidas protectoras.