Sobre La Marcha

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POR RAFAEL SANTOS

El autor es periodista, reside en Salcedo

Creo que el gobierno que preside el licenciado Danilo Medina, está en la obligación luego de esta marcha del pasado domingo,  de repensar acciones que vayan acorde con lo que demandan los convocantes y simpatizantes de esa apoteósica actividad.

 Esta ha sido una de las acciones más contundentes de los últimos 50 años en el país. El Presidente Danilo Medina y su gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD)y sobre todo quienes de una manera o de otra simpatizan o forman parte del gobierno, tienen que tomar en cuenta, que ya el país necesita un cambio y un cese a la impunidad y a los supuestos o reales casos de corrupción que se ventilan en la justicia y en boca de los diferentes sectores.

 Es la misma sociedad la que está reclamando a gritos acciones más energizantes y ejemplarizadoras para aquellos casos que reclaman a viva voz de que sean resuelto sus más acuciantes problemas los cuales por décadas han estado siendo demandadas a través de protestas y por los diversos medios de comunicación.

Mal haría el gobierno en desoír las voces de los miles de asistentes a la marcha y sobre todo de no poner el oído en el corazón del pueblo.  La ruta del gobierno del Presidente Medina y sus funcionarios, de la justicia y de quienes tienen soberanas responsabilidades en el estado, debe ser de ponerse al lado de ese pueblo que clama justicia y transparencia.

La mejor manera sacar los pies del lodazal por donde andamos como sociedad, no es haciéndole frente a este tipo de acciones, ¡noooo! más bien, la mejor manera es hablarle a este pueblo con las realidades que demanda que por demás son muchas.

Las autoridades del presente gobierno y más que todo el Presidente y sus principales funcionarios están ante una gran oportunidad y es la de tomar uno de los dos caminos por donde la sociedad en más de un 80 por ciento los evaluará; por un lado tomar la macha como un punto de referencia para enderezar lo que se crea que está torcido y trabajar de cara a la solución de los que son las necesidades planteadas y buscarle una salida,  o por el contrario, montar todo un dispositivo propagandístico, desacreditar la actividad, desoír los clamores y de paso sumergir el futuro político de la organización que los postuló, a ese zafacón del que una vez en su fondo es difícil salir.