Por
CIUDAD DE MÉXICO — En la llamada Guerra contra las Drogas de México, muchas veces los hombres armados de los carteles han demostrado su poder con gran violencia para exigir dinero a gente inocente. Se trata de un delito deplorable que lacera a las comunidades y hace languidecer el crecimiento, además de provocar reacciones viscerales, pues se ha visto a poblados enteros levantarse y dejar acorralados a los extorsionadores. Ahora, México enfrenta la mayor intimidación, un ataque desde el norte del río Bravo: el presidente estadounidense exige el pago de 15 mil millones de dólares para construir un muro a lo largo de la frontera.
No estamos haciendo una comparación humorística. La insistencia con que el presidente Donald Trump asevera que obligará a México a pagar se ajusta al concepto de extorsión: obtener mediante coerción dinero que no se le adeuda. Es un momento muy oscuro en la política exterior estadounidense cuyas consecuencias van más allá de su frontera sur, pues da al mundo el mensaje de que Estados Unidos ya no cree en el juego limpio ni en el principio de legalidad. Los funcionarios involucrados en esta intimidación deberían hacer un profundo examen de conciencia.
No es sino hasta ahora que analizamos esta política porque la mayoría de los periodistas encargados de la cobertura creíamos que solo era fanfarronería. El grito de “¿Quién va a pagar el muro?” era efectivo en los mítines de campaña, pero nadie pensó en tomar al pie de la letra las palabras de Trump, en especial sobre una propuesta tan absurda. Sin embargo, se hizo evidente que Trump está decidido a seguir adelante cuando publicó en su cuenta de Twitter: “Si México no quiere pagar el muro que tanto se necesita, entonces convendría cancelar la reunión que tenemos en puerta”. Pasó de ser retórica para sus partidarios a una amenaza directa a otro jefe de Estado.
El muro en sí es una solución muy ineficaz: lo más probable es que los traficantes lo salten, lo perforen o construyan un túnel debajo de él. Si Estados Unidos quiere gastar miles de millones en ese plan, está en total libertad de hacerlo, pero resulta indignante que pretenda obligar a un país vecino a financiar su infraestructura.
El presidente Trump argumenta que México debería pagar porque tiene un superávit comercial anual de 60 mil millones de dólares con Estados Unidos. Es una locura. Si aplicamos el mismo razonamiento, Estados Unidos debería pagar miles de millones de dólares a todos los países con los que tiene un superávit comercial, como Holanda, Singapur, Australia y Catar. De hecho, altera por completo el fundamento del comercio global y los legisladores republicanos, para quienes el comercio es un tema básico, están conscientes de este hecho.
Esta exigencia es particularmente perversa si se considera que Estados Unidos es un país mucho más rico que México, y que esta es la primera razón por la que los inmigrantes van al norte. La economía estadounidense en conjunto es diez veces mayor que la mexicana; además, en México el salario mínimo es de unos cuatro dólares por día y 27 millones de personas son tan pobres que no pueden comer bien. ¿Cómo puede la extorsión de Estados Unidos —la mayor economía del mundo— a un país más pobre, engrandecerlo como nación?
El presidente tampoco ha aclarado cómo recuperará el dinero. La idea de un impuesto del 20 por ciento sobre las mercancías provenientes de México se desplomó cuando se hizo notar que los consumidores estadounidenses terminarían pagando. Trump también ha hablado de expropiar un porcentaje de los cerca de 25 mil millones de dólares que los mexicanos envían en remesas a casa cada año, dinero que ganan con su trabajo duro para apoyar a las comunidades más pobres ubicadas al sur de la frontera. Esa medida provocaría una acción ante los tribunales, en especial porque ya se cobraron impuestos sobre la mayor parte de ese dinero y, por otro lado, los inmigrantes buscarían otras formas de movilizarlo. De cualquier manera, podría obtener parte de los fondos gracias a este mecanismo.
Un fragmento del decreto para construir el muro puede darnos una pista para descifrar de dónde pretende Trump obtener más fondos. La sección novena exige que se haga un recuento de toda la ayuda proporcionada a México durante los últimos cinco años y se presente en un informe al presidente. Es probable que esta cifra ascienda a unos 400 millones de dólares por año. Al parecer, Trump piensa cancelar cualquier ayuda para México en el futuro; no solo eso, sino que también está revisando otra información originada desde 2012. ¿Intentará exigir el rembolso de esa ayuda para financiar su “hermoso muro”?
Si Trump incrementa la deuda nacional, tendrá cada vez mayor presión para recuperar los dólares invertidos en el muro. Así que el mecanismo acordado para financiarlo desde este momento podría determinar la suerte que correrá su intimidación. Si el congreso aprueba la legislación para asignar fondos a la construcción del muro, sería peligroso incluir cualquier punto que establezca el compromiso de cobrar a México el dinero. Los legisladores deberían eliminar cualquier frase de esta índole.
Exigir que México pague el muro es el punto crítico que impide resolver otras negociaciones sobre migración y comercio. Este problema puso al presidente Enrique Peña Nieto contra la pared, por lo que no tuvo más opción que cancelar la reunión bilateral que iba a celebrarse en Washington. No solo se trata de dinero, es cuestión de humillación nacional.
Quizá la idea de humillar a México resulta atractiva para el presidente Trump y sus partidarios más fervientes. Como afirmó la experta en ciencias políticas María Eugenia Valdéz: “Quiere poner el ejemplo con México, para mostrar cómo va a tratar a todos los países del mundo”.
La intimidación se afianza con violencia. Por desgracia, en la retórica de Trump muchas personas aquí en México perciben una amenaza tácita de aplicar la fuerza, y dada la historia de ocupaciones y guerras con Estados Unidos, esta inquietud se ve exacerbada. “Existe un riesgo real de que el conflicto se torne violento. Este hombre es capaz de cualquier cosa”, advirtió Vega. “La situación requiere moverse con cuidado”. Espero que sus temores sean exagerados, como debería de ser.
*Ioan Grillo es un periodista radicado en México. Su libro más reciente es «Caudillos del crimen. De la Guerra Fría a las narcoguerras».