Por Dr Antonio Contreras Berroa
La colitis es una enfermedad intestinal caracterizada por cambios inflamatorios-distróficos y un trastorno funcional del intestino grueso. No es raro que se combine con una afección del intestino delgado (enterocolitis).
El proceso patológico puede englobar a todo el intestino grueso (colitis total), o bien a algunas de sus partes: colitis del lado derecho, del lado izquierdo, proctosigmoiditis; esta última es la que se encuentra con mayor frecuencia en la práctica clínica.
En la clasificación del VOZ, la colitis crónica, en la forma en que la presentan los autores, está relacionada con trastornos funcionales del intestino (Grigorev y Yakovengo, 1993).
Alrededor del 1/3 de los enfermos, la colitis crónica aparece después de sufrir infecciones intestinales graves, como disentería, salmonelosis u otras.
Otras causas de la enfermedad son la alimentación irracional, el consumo excesivo de alcohol y otros factores que alteran el funcionamiento normal del intestino.
La enfermedad tiene, por tanto, distintas etiologías, y durante su evolución, se lesiona la mucosa intestinal, se altera la estructura, se debilitan las propiedades de absorción y se alteran los procesos de resorción, la afección de la mucosa y del sistema nervioso por una u otra influencia patológica desemboca en la aparición de una disbacterosis.
En el interior del intestino aumenta la cantidad de bacterias cuyo número normalmente es limitado (estafilococos patógenos, estreptococos hemolíticos y proteus) y disminuye la cantidad de las bacterias bífidas y las lactobacterias. La disbacterosis modifica la respuesta local a los antígenos bacterianos, las proteínas y los polisacáridos de la alimentación.
La microflora que se encuentra en el intestino grueso, y cuya composición es cambiante, asciende al intestino delgado, por lo que se alteran los procesos de la digestión. Empiezan a predominar los procesos de fermentación y putrefacción, por lo que puede producirse una sensibilización del organismo a la propia microflora. Se altera la función motora del intestino grueso, y se afecta la regeneración de las células epiteliales, lo que determina la progresión de la enfermedad.
La patogenia de las manifestaciones clínicas de la colitis crónica viene determinada, no tanto por la naturaleza de los factores etilogicos, como por el carácter y el grado de expresión de los trastornos funcionales del intestino grueso, y también por la localización y el grado de los cambios inflamatorios-distroficos en la mucosa.
Los síntomas principales de la colitis crónica son el dolor gástrico y los trastornos en la defecación. Con frecuencia, existe dolor sordo en las secciones inferiores y costales del estómago, que se intensifica después de las comidas y disminuye después de la expulsión de los gases.
Los trastornos en la defecación suelen caracterizarse por la alteración de diarrea y estreñimiento. Se detecta inflamación gástrica, expulsión violenta de los gases, nauseas, eructos y sabor desagradable en la boca.
Los trastornos vegetativos manifiestos, la distonía vascular, y los síndromes depresivos, de ansiedad e hipocondriacos forman parte de los síntomas de la enfermedad.
La ozonoterapia, como medio de tratamiento de la colitis crónica no ulcerosa, ocupa un lugar especial por dos motivos: en primer lugar, la utilización del método de insuflaciones rectales con mezclas de ozono y oxigeno produce tanto una acción antiinflamatoria como una acción colateral general (antihipoxica, inmunomoduladora, y otras), que determina una rápida absorción de gas en la sangre.
En segundo lugar, la colitis crónica se acompañara frecuentemente de disbacteriosis, y la ventaja del ozono frente los medicamentos antibacterianos ( antibióticos, sulfanilamida y otros) es indiscutible, ya que el primero no produce efectos nocivos sobre la microflora intestinal (Knoj y Klug, 1990).
Según los resultados de Rilling (1985), con la aplicación rectal local el ozono traspasa las barreras creadas por la inflamación, ya que las moléculas de ozono gaseoso son muy móviles y se fijan fácilmente a la mucosa.
El ozono interviene en el proceso infeccioso, pues evita la agresión, actúa sobre los microorganismos patógenos, altera la integridad de sus envolturas y penetra en su interior, evitando así su multiplicación.
Además, el ozono activa las defensas, fortalece la fagocitosis, mejora la circulación sanguínea local e influye sobre la palanca de la inmunidad humoral. Todo ello conduce al restablecimiento de la homeostasis, a la posterior normalización del equilibrio microbiano y a la eliminación de los fenómenos inflamatorios.
En la colitis crónica, es particularmente importante que durante la ozonoterapia no se desarrolle resistencia al método, lo que en este caso lo define como medio efectivo de tratamiento.
A diferencia de muchos antisépticos, transportados en los tejidos y en las células del elemento que es destruido, el ozono no produce un efecto destructor. Más aun, al absorberse rápidamente al intestino, la mezcla de ozono y oxígeno para a la sangre y mejora tanto el aporte local como el aporte general del oxígeno.
A nivel local, esto consigue como consecuencia, se normaliza la microcirculación alterada, se estimula la regeneración del epitelio intestinal y mejora la inmunidad local.
Se debe destacar la idoneidad de la ozonoterapia en las personas de edad avanzada, en las que una de las causas de la colitis crónica es la afección aterosclerótica de los vasos mesentéricos, la denominada (colitis isquémica).