Por Cándida Figuereo Figueroa
Dada la tirantez que se respira en algunos escenarios, nada más grado que transmitir positividad. A continuación este texto que no es de mi autoría y que solo tiene el propósito de que prevalezca la unión en este hermoso escenario que el todopoderoso creó para los dominicanos, las dominicanas y los visitantes. Es muy bueno vivir y paz y recordar que nos vamos de este mundo igual que como llegamos: SIN NADA.
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27. La paz que Cristo ofrece no es la que nosotros conocemos como paz. Para el ser humano, la paz es únicamente ausencia de guerra, de conflicto y de lucha exterior. El mejor ejemplo lo puedes ver en una manifestación popular en favor de la paz. Ahí ves a multitudes portando banderas y cartelones: “Queremos paz”; “No a la guerra”; “No más sangre de inocentes”; “No más armas; queremos educación”…
Pero, en medio de esa multitud, puedes observar rostros enardecidos, ojos llenos de odio, gente atormentada por conflictos interiores, esposos que abandonaron a sus esposas e hijos, quienes no respetan a sus padres. Pero, quieren paz. ¿Qué tipo de paz? La paz que el mundo ofrece: solo ausencia de guerra exterior, y nada más.
Otro ejemplo. Hay personas que tienen dinero: pueden comprar todo lo que quieren, viajar adonde deseen, tener lo que se les antoje. Cualquiera que los ve de lejos piensa que esas personas no deben tener conflictos ni dificultades, y que vivirán en paz. Pero, cuando llega la noche, esas mismas personas desean morir, porque la vida no tiene sentido. Algunas se hunden en los placeres, las drogas, los barbitúricos; y, cuando eso no les alivia el dolor interior, muchas veces llegan hasta el suicidio. Tienen la paz que el mundo ofrece, pero no la paz que Jesús da.
Los hombres y las mujeres, en su manera humana de percibir las cosas, invierten los valores: buscan la paz antes que a Jesús; pero no la hallan. El cristiano tiene paz en su relación con Dios, pero aflicción en su relación con el mundo; el hombre sin Cristo tiene paz en su relación con el mundo, pero aflicción y tribulación en su relación con Dios.
La paz de Cristo es paz interior; calma en medio de la tormenta; serenidad cuando todo a tú alrededor parece que se viene abajo: eso es lo que Jesús quiso enseñarnos, aquella noche, en el mar de Galilea. Había tormenta, tempestad, olas gigantescas; todo parecía perdido.
Pero, Jesús dormía como si nada malo sucediese: tenía paz. Por eso, él puede decir: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.