Por Nélsido Herasme
Mira que vaina, ahora la entretención es con el tema del nieto de Trujillo y sus pretensiones de gobernar la nación.
La problemática que está latente, por lo caliente, nadie le mete el diente, pero sí nos embullan con aprestos reeleccionistas, con los “milagros” de TB Joshua y ahora con el hijo de Angelita Trujillo y su deseo de salvar el país de las garras de esta débil democracia, la que aún así, para mantenerla, le ha costado esfuerzo, sangre y sacrificio a muchos dominicanos y dominicanas.
De repente y con estos temas como que se busca que la alegría de la navidad y el tiempo de Adviento sean enturbiados.
Desde el litoral oficialista colocan los discos para que nos llevemos las manos al pecho y lo bailemos solitos, y ahí estamos, metidos en sus burbujas. Con esta cortina de humo lo que se persigue es que nos olvidemos del drama humano que está viviendo la familia.
Desde el exterior los dominicanos llaman a familiares preocupados por la ola de crímenes y el río de sangre que corre en la república con los feminicidios, la violencia intrafamiliar y la delincuencia que no da tregua.
Pero el tema anti ojera es el nieto del fallecido dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien primero dice que nada tiene que ver con las atrocidades de su abuelo y ahora, envalentonado, considera que su familia no tiene que pedir perdón por las acciones cometidas durante el férreo mandato del tirano.
A falta de políticas públicas para enfrentar la problemática nacional, pan y circo es lo ideal.
El que se quiera dejar embaucar, pues que se deje, pero si hace rato que el nieto de Trujillo fijó postura ante el país con respeto a la forma en que este gobernó.
Tan solo hay que recordar que a la luz de la celebración de los 50 años del ajusticiamiento, el sobrino de Ramfis dijo en una apasionada entrevista para una agencia de prensa internacional que “las circunstancias en las que se encontraba el país en 1930 justificaba una mano dura para poder llevar el progreso”.