Por Roberto Veras
El dinero siempre ha sido el factor preponderante en la historia política en todo el mundo. Pero en República Dominicana los que manejan grandes recursos son los elegidos para ocupar los cargos públicos, tengo la creencia de que es el único requisito.
Si alguno de nuestros padres de la patria vivieran hoy, muchos se preguntarían qué medidas debemos tomar para enderezar este barco de Estado.
Hace mucho que entramos en una era de conveniencia política en la que llegar a los cargos de un candidato depende solo de la riqueza personal.
¿Puede sorprender entonces por qué República Dominicana se ha marchitado en esa vid de ideologías deformadas?
Las ideologías enmascaradas por el engaño han desmoronado la virtud moral de una nación que en sus inicios fue grande.
Hoy la realidad es que hay un gran bastión de malestar social que ningún partido político tiene la menor idea de cómo resolver los muchos dilemas que han puesto a esta nación al borde del abismo.
Nuestra sociedad está plagada de decadencia moral por una cultura cautivada por el encanto de la riqueza.
Hace tiempo que han puesto en marcha la actitud dominante de la autocomplacencia y el rechazo a permitir que la mayoría, nosotros los desventurados pobres, tengamos alguna posibilidad de influir en las decisiones que nos afectan a todos.
Sin embargo, es la mayoría la que puede producir soluciones, remedios y resultados que son necesarios para mejorar la calidad de vida de todos, con frecuencia, la mayoría es ignorada y considerada como no creíble solo porque carecen de riqueza, cuando los criterios se basan únicamente en la riqueza se está enviando una señal distorsionada.
Los ideales, conceptos y soluciones deben basarse en la validez y el mérito. Pero cuando el atractivo de la riqueza oculta las soluciones reales a los problemas actuales y aprueba de inmediato la conveniencia política basada en la riqueza, siempre hemos visto resultados desastrosos.
Nuestros padres fundadores nunca imaginaron un Congreso, una justicia y una burocracia como los que tenemos hoy. Donde el político de carrera se ha incrustado en posiciones que controlan y manipulan al resto de la población.
Tenemos que recuperar el gobierno para el pueblo y para la gente, para reescribir las reglas ahora impuestas por nuestra estructura política. Solo entonces podemos comenzar a ver un futuro más brillante.