El hábil lobista que encolerizó a Washington

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Roberto Valenzuela – Periodista

Por Roberto Valenzuela

Lo innegociable  es que la corrupción es antítesis a la historia bíblica del rey Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba. La corrupción es un cáncer que  daña todo lo que toca. Dicho esto, su combate debe nacer de iniciativa propia, no del supuesto interés del gobierno norteamericano de “resolver” el problema a los dominicanos. Es como el viejo cuento del burro diciéndole  orejón al conejo: los gringos son mil veces más desvergonzados, corruptos y corruptores que los dominicanos. Han patrocinado los peores grupos terroristas. La historia está ahí.

Dice mi amigo y colega Vianco Martínez que el mundo está loco, ha cambiando tanto que ahora “los comunistas van a las iglesias y los sacerdotes van a los locales del partido comunista”. Resulta extraño que quienes apoyan la injerencia de Estados Unidos en el sistema de justicia dominicana (en retiro de visa a acusados de corrupción) es el movimiento Marcha Verde, que muchos de sus miembros pertenecieron a la “izquierda revolucionaria”.

Lo peor es que en nombre del supuesto combate a la corrupción un sector de la Sociedad Civil  hace el juego a Estados Unidos para destruir los movimientos revolucionarios. Llamaron loco a Hugo Chávez y luego al actual presidente venezolano Nicolás Maduro. Llaman rufianes y les inventan expedientes de corrupción a los Kirchner (Néstor y Cristina), en argentina.  Olvidan que esta familia sacó el país de la crisis, cuando los ricos se acostaban y amanecían pobres buscando comida en los zafacones.

Bueno, como dijo el expresidente brasileño Lula Da Silva a su amigo, el destituido presidente de Paraguay, Fernando Lugo, el peor delito que cometieron los gobernantes progresistas es “poner un plato de comida en la mesa de los hambrientos”.    

Antes invadían, bombardeaban pueblos,  tumbaban presidentes democráticos en nombre de la lucha contra el comunismo. Hoy hacen lo mismo en nombre de la presunta lucha contra la corrupción.  Aunque se disfrazan, son los mismos que llamaron mercenario asesino al glorioso guerrillero Ernesto (Che) Guevara y maldecían al líder revolucionario cubano Fidel Castro.  Y Augusto Pinoché, sanguinario dictador chileno, era la personificación de la Virgen de la Altagracia.      

Reacciones 

Entre las múltiples reacciones al anterior artículo titulado: “El por qué del enfado de EE.UU. con Ángel Rondón” está el de una dirigente peledeísta y sobrina del expresidente Juan Bosch, la doctora Josefina Pérez Gaviño.

Me comentó que me equivoqué en la pregunta y que debió ser: “¿Cuál es la diferencia entre este hombre y los lobistas de Washington? ¿Por qué aquellos ejercen su oficio y nadie dice nada y con este dominicano come plátano han puesto el grito al cielo?”. Aclara que no conoce a Rondón, pero que vale la pena hacer varias preguntas.

A quienes nos insultan también los entendemos. El insulto es un desahogo natural del que no tiene argumentos para un debate decente y provechoso.

Como excelentes, claros y precisos consideramos los comentarios debajo del anterior artículo del señor Francisco Álvarez, aunque tenemos una visión diferente. Enriquece el debate sano, ya que en definitiva a todos nos importa el futuro del país.

A nadie más que a nosotros mismos nos puede doler nuestra Patria: recuerden que “dolor ajeno no quita sueño”. Por simple lógica –y no hay que ser un genio para saberlo– Estados Unidos pelea por sus intereses. Nosotros debemos defender los nuestros, sea una nación amiga o enemiga.