De Trujillo… Cancélelo, Nómbrelo y Cancélelo de Nuevo..!!

0
193

POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO

Aún convencidos de que el entonces denominado Padre de la Patria Nueva era capaz de encarnar y protagonizar lo inimaginable, por un prolongado tiempo nos mostrábamos un tanto escépticos ante los relatos verbales y escritos que dan cuenta de su olímpico interés en menospreciar y vilipendiar a aquellos que por osadía o simple inadvertencia, se les ocurría bailar primero en un encuentro festivo dedicado al sátrapa sancristobalense.

Hasta hace varias semanas, luego de concluir la lectura de la absorbente y sustanciosa obra “En La Vega: Resistencia Antitrujillista… Y Más Allá” de la autoría del acucioso mocano don José Peralta Michel, la cacareada aseveración en torno al comportamiento de Rafael Leónidas Trujillo Molina, la interiorizábamos como una reacción generada por la predisposición a su figura, su estilo de gobernanza o el producto de la inventiva popular que caracteriza a un porción significativa de los integrantes de la sociedad dominicana.

Jamás nos imaginamos que un ser humano, en animo de humillar y mostrar un poder sin límites sería capaz de tan denigrante comportamiento por el simple hecho de que un mortal, muchas veces desinformado, iniciara el baile motivado por el contagioso y cadencioso ritmo musical criollo.

Prevalecía en nosotros la corazonada de que, dado la no lectura de un referente histórico, todo cuanto se decía sobre el particular era resultado de esos tantos relatos, en ocasiones,  quiméricos, que todavía abundan en nuestra historiografía carentes de asideros creíbles.

Sin embargo, conforme a lo manifestado por el escritor mocano de nacimiento y vegano por adopción, José Peralta Michel, en las páginas 79-80 de su libro en referencia, la realidad es que el dictador Trujillo Molina, real y efectivamente, fue capaz de asumir tan cuestionable e insólito comportamiento.

Cuenta Peralta Michel que en la lejana ciudad de Elías Pina, al final de la década de los años cuarenta, fue celebrado un baile dedicado al Generalísimo Trujillo y que en aquel encuentro hizo presencia el vegano, doctor Eduardo Jiménez Martínez, quien para asistir tuvo que desplazarse desde la capital dominicana.

Desde que empezó el baile, parece que irresistible al escuchar la música y no bailarla, el doctor Jiménez invitó a su pareja, olvidando que el entonces “Jefe” y “Todopoderoso” gobernante debía y tenía que ser el primero en bailar, dando apertura a la celebración.

Destaca el autor en referencia que “como Trujillo no podía tolerar lo que él consideraba un irrespeto”, su reacción no se hizo esperar, “llamando en seguida a uno de sus asistentes, a quien ordenó “Cancélelo”.

Agrega que minutos después regresaron donde el dictador dominicano más de un secretario a informarle que “ese señor no era empleado del Gobierno”, lo que de inmediato hizo que el déspota respondiera ordenando de manera precisa la ejecución inmediata su nombramiento como Gobernador de la provincia de Elías Peña.

Tal designación, para sorpresa de todos, tuvo una duración menor a aquella que generalmente tiene una cucaracha en un gallinero.

Guiado por su ilimitado deseo de siempre humillar, actitud y comportamiento preferido en el despiadado estilo de gobernanza trujillista, durante sus largos años de poder, revela José Peralta Michel, como dato curioso que, citamos: “No pasaron horas desde la juramentación del Dr. Eduardo Jiménez cuando le llegó su inminente cancelación”.

Respondiendo a una deducción lógica, atendiendo al perfil político y a la conducta cotidiana del vanidoso gobernante, quien condenó a los dominicanos nobles y laboriosos a subsistir bajo un régimen oprobioso de sangre y fuego, resalta Peralta Michel, que “Trujillo tenía que satisfacer su megalomanía repitiendo “Cancélelo”, ésta vez en desmedro de un hombre que era ciertamente su empleado o subalterno”.

Definitivamente, así era Trujillo, para muchos, el temible y abominable, para otros, el ilustrísimo y preclaro gobernante, arquitecto de la cascareada Patria Nueva.

Sin escrúpulos para escenificar los más impensables actos de sangre y barbarie, pero también dócil y caballeroso cuando procuraba un perverso propósito, sin importa que para ello fuese necesario el cambio de chaqueta gubernamental.

Así su historia, salpicada de luces y sombras dependiendo el lindero donde se ubiquen sus adversarios y admiradores.

Ocultar esa realidad no sería la mejor contribución al conocimiento objetivo de sus 31 largos años de gobernanza en esta media isla del Caribe.

Odiarlo o amarlo nunca será posible asumiendo el irresponsable ejercicio de intentar ocultarlo.

Continuar el estudio y análisis desapasionado de su figura y acciones sería una de las vías más idóneas para evitar el resurgir de sus inhumanos y despiadados atropellos y arbitrariedades.

Así de simple… No hay de otra…!!