Frente a ello, Frank Mills, camarero en el Jack Rose Salon, lamentó que el «impacto del resultado se sentirá como un terremoto en una ciudad con cerca de 30.000 trabajadores que cobran propinas», quien había organizado el movimiento «Salvemos Nuestras Propinas».
Ramírez, codirectora del grupo Restaurant Opportunities Center United, impulsor de la propuesta, y Mills son las dos caras de la batalla legislativa que marcó las elecciones primarias este martes en Washington y generó agitados debates en las barras de los bares de la ciudad.
Entre rondas de cócteles, y las consiguientes propinas, la industria y sus clientes esperaban expectantes el resultado de la consulta.
El negocio de la hostelería en Estados Unidos se sustenta en gran parte en ellas: un acuerdo tácito que estipula que los clientes dejarán al menos un 15 % adicional a la factura para compensar al trabajador, que complementa su escaso salario base gracias a estas aportaciones, libres de impuestos.
Por ello, la propuesta de Ramírez ha enfrentado la oposición de los empresarios hosteleros en la capital estadounidense y gran parte de sus trabajadores, que advierten que será el fin de las propinas, y con ellas su modo de vida.
Ataviada con sendas chapas de «Vota No, salvemos nuestras propinas», Abby (que pidió cambiar su nombre) servía cervezas en la terraza del DC9 reconociendo su inquietud y nerviosismo, antes de conocerse los resultados.
«Ya he mirado para buscar un segundo empleo, si se aprueba lo voy a necesitar», explicó a Efe.
Actualmente, el mínimo es de 3,33 dólares la hora, aunque la ley precisa que si no se alcanzan los 12,50 dólares con las propinas, el empleador deberá pagar la diferencia.
«Vamos finalmente a ser capaces de organizar un presupuesto mensual, no trabajar turno a turno, semana a semana, vamos a saber lo que vamos a ganar», defendió, por su lado, Ramírez.
«Y, además de eso, se mantendrán las propinas», pronosticó Ramírez ante el extendido temor al fin de las gratificaciones, a la vez que advirtió que ahora el grupo quiere lanzar una propuesta similar en el estado de Nueva York.
La victoria de la «Iniciativa 77», con el 55 % de los votos a favor frente al 45 % en contra, logró superar la oposición del poderoso lobby de los hosteleros y restauradores de la ciudad, e incluso la alcaldesa de la ciudad, la demócrata Muriel Bowser, ha expresado su recelo.
«Las intenciones son buenas sobre el papel, pero nos dañarán a nosotros y la industria de las diversa y activa industria de los restaurantes», agregó Mills al vaticinar un frenazo en la actividad, y con ello en sus ingresos.
El chef español José Andrés, uno de los grandes nombres de la industria hostelera en la ciudad y propietario de casi un decena de establecimientos, criticó la medida ya que trataba un «tema complejo como las propinas en base a un sí o no», sin tener en cuenta los matices.
«Muchos negocios no van a poder soportarlo, si los precios suben, habrá menos clientes. Si hay menos clientes, habrá menos ganancias, y con ello menos empleos», apuntó Andrés en una entrevista con el diario The Washington Post, en la que citó que los costes de los seguros e impuestos forzarán a los empresarios a subir los precios.
«La realidad es que muchos camareros ya hacen el salario mínimo», subrayó Andrés.
El asunto pasa ahora al gobierno municipal del Distrito de Columbia, donde se encuentra Washington, que deberá decidir si ratifica la iniciativa y que podría llegar al extremo de revertirla.
Bowser, la alcaldesa, reiteró la cautela: «Quiero realmente sentarme y evaluar su impacto entre los trabajadores y la gente afectada y ver si serán capaces de permitirse un vida de calidad en la ciudad».