BARRANQUILLA ADENTRO: Calor y música

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Una de la calles principales de Barranquilla.

POR JOEL GARCIA LEON

Barranquilla.- Por mucho que uno lea por Internet sobre el asfixiante calor de esta ciudad y el famoso Carnaval que cada año organiza, declarado en el 2003 por la UNESCO Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, las primeras horas hacen al viajero empaparse de un sudor y baile natural, como si toda la vida hubiese pisado estas calles.

La recomendación de usar ropa de algodón rápido se traduce en una obligación si quieres sobrevivir entre el tránsito insoportable —más de 50 accidentes por día, según el periódico El Heraldo— y un desayuno que en lugar del tradicional vaso de café con leche y pan el barranquillero lo amplía con arroz, carne y una yuca o papa rellena.

Desde el amanecer el cuerpo se calienta y tomar agua, lejos de ser una recomendación excelente para los riñones, se convierte en la mejor aliada para evitar un desmayo en medio de la cobertura de algún evento. Si alguien piensa que se exagera con las altas temperaturas baste imaginar que la diferencia al salir de un recinto climatizado al exterior es similar a la de miles de alfileres agujereando los poros de la piel.

Claro que también el calor de fiesta deportiva contagia. Los preparativos siguen aunque los Juegos están por comenzar y muchos curramberos (gentilicio también para identificar a los de Curramba la Bella) ni siquiera saben cuántos deportistas o países ya están presentes ya entre ellos. Solo conocen que Shakira, su cantautora más internacional, se presentará este 19 de julio en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez.

Estatua a Joe Arroyo en Barranquilla. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda.
Estatua a Joe Arroyo en Barranquilla.

Y si hablamos de música, el visitante también percibe estar en un mosaico que va desde un chandé de Antonio María Peñaloza, un reguetón de Maluma, un bolero de Agustín Lara, una guaracha de Daniel Santos, un tango de Carlos Gardel, un merengue de Adolfo Pacheco o la salsa de Joe Arroyo.

Precisamente este último tiene en la 72 y 50 una estatua imponente que lo inmortaliza. Su frase: ¡En Barranquilla me quedo! es la clásica invitación a experimentarlo, al menos por estos días en que músculos, calor, música e historia se abrazan en una sola voz y gritan: “qué viva mi Barranquilla”.