Por Juan Cruz Triffolio
Sociólogo – Comunicador Dominicano
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El encierro nunca ha sido agradable.
El aislamiento compulsivo siempre es sinónimo de soledad.
Es una amarga experiencia que obliga a interiorizar el real valor de la libertad.
Lo sabemos quiénes por distintas razones hemos vivido la reclusión por un tiempo considerable aún bajo el cuidado y la protección de seres queridos.
Pero hay circunstancias y momentos en que no existe otra opción.
Es el caso actual ante los estragos humanos del aterrador coronavirus.
La espantosa pandemia obliga al sacrificio y la disciplina de todos.
Su respuesta es la solidaridad.
La opción es cuidarnos protegiendo a lo nuestro sin importar privaciones y tiempo.
Nuestras familias y la nación lo requieren de manera impostergable.
Serán días, semanas y meses de incesantes y descomunales tensiones e incontables expectativas.
La realidad ha cambiado súbitamente.
Hoy, somos una nueva humanidad en un nuevo mundo.
El egoísmo desalmado habrá de quedar en el pasado.
La insaciable sed de acumulación de la esclavizante opulencia, a espalda de quienes subsisten en la espantosa miseria, tendrá que llegar, necesariamente, a su ocaso.
La majestuosa naturaleza, sabia y madre prodigiosa, con sus enigmas inclementes, cada cierto tiempo nos lacera el alma, invitándonos inexorablemente a la reflexión serena y profunda que conduce al cambio para ser mejor.
Es hora de enterrar el egoísmo y potencializar la solidaridad humana.
La situación exige ahogar el pesimismo, liquidar los pesares y ejercitarnos con prontitud, constancia y disciplina en una acción colectiva que ponga en evidencia la grandeza humana cimentada en el amor y la dignidad.
Y en el caso concreto nuestro, los dominicanos, lo haremos..!!
Precedentes históricos sobran para garantizar que, tal el ave fénix, nos levantaremos de la ceniza y volaremos alto para con orgullo y magnanimidad dejar nueva vez, como paradigma, ante el país y el mundo, que lo ayer creído imposible, en un futuro no lejano, terminó alcanzable.
En nuestro pasado, inmediato y distante, sobran ejemplos prodigiosos que hablan del inmenso corazón solidario y el emprendimiento sin límites cuando todo parecía derrumbarse.
Por eso, entre otras razones no menos convincentes, al final de la jornada, amarga o dolorosa, con el sacrificio y la entrega colectiva, guiados por el Divino Creador, los dominicanos, ante la inaudita pandemia del despiadado coronavirus, renaceremos con nuevos valores y principios para dar paso a una convivencia humana cimentada en el amor, la justicia y la paz tanto deseada.
Escribiremos en el colosal firmamento universal, con inmensas y llamativas letras, la irrefutable sentencia de que somos un pueblo donde, a pesar de los pesares, se puede..!!
Así será, todo va a salir bien..!!
Nos levantaremos…!!