Hasta aquí nos ayudó Jehová

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POR RAQUEL DEMORIZI

Estamos viviendo una época diferente, la época del coronavirus, deseosos de que todo termine para salir a hacer lo que acostumbramos hacer, »volver a lo normal», volver a nuestro trabajo y lucir un nuevo estilo de pelo y ropa, ir a playas, ríos, piscinas, salir a sentarnos en las esquinas, parques y colmadones a hablar temas sin sentido y tomar cerveza y ron al ritmo de una bachata. 

Estos días de cuarentena en los cuales tanto nos hemos quejado diciendo aquí estoy acuartelado, es momento preciso para meditar sobre que he hecho o estoy haciendo con mi vida. 

Amigos y familiares han partido a su morada final a causa de este virus y nosotros, los que aun quedamos seguimos quejándonos por estar encerrados en casa temprano tal parece que preferiríamos estar entubados en un hospital.

AUTORA:  Lic. Raquel Demorizi – Psicóloga

No hemos aprendido a valorar que este encierro es sinónimo de salud, no hemos aprendido a valorar la compañía de la pareja, hijos y parientes. Solo nos dedicamos a lamentarnos, en lugar de ver el bien que este encierro nos hace a nosotros mismos, a la naturaleza, a nuestro planeta que está renovando lo que el ser humano ha destruido. 

No queremos ver que, a pesar de lo negativo de esta pandemia, riesgos y consecuencia también necesitamos un nuevo corazón, una nueva dirección y nueva vida, si, una nueva vida donde borremos lo malo, mirando hacia adelante positivamente con esperanza, amor y agradecimiento. Iniciar nuevos retos y metas, con novedosos toques, pero no de lujo, no de nueva casa y carro, ni nuevos equipos tecnológicos sino buscando lo que cambie nuestro rumbo, ilusiones y esperanza.

Sin buscar fuera lo que ya hemos probado, no sigamos aferrados a nada que se compre con dinero ya que hemos visto en medio de la pandemia que el dinero no ha logrado comprar vidas.

No sigamos tratando de conseguir esa lista interminable de cosas que creemos nos dará felicidad, pues luego que las logremos seguiremos con otra larga lista pues la felicidad está en el interior, al final seguiremos con nuestras miserias y vacíos que nada llena.

Aunque nos ha tocado vivir estos momentos de crisis, para algunos con mala salud, para otros con tristeza a causas de las despedidas sorpresivas y silenciosas, y para los que hemos sobrevivido a la pandemia hasta el momento notamos que aun la situación nos ahoga, nos hunde, y que en medio del abismo solo queda acudir a Dios.

Por tanto cuando volvamos a nuestro cotidiano vivir que ahora llamaremos Covidianidad  el único recurso que necesitamos es  un cambio de corazón, -que ame al prójimo, un corazón alegre,  bondadoso, humilde, que no juzgue ni critique, que no señale,  un corazón que no se goce en hacer sufrir a los demás ni se deleite en ver ese sufrimiento.

Para ello permitamos que Dios haga una cirugía al alma, que toque nuestras fibras, extirpando las aflicciones, falta de perdón, preocupaciones, angustias, egoísmo y odio,  apegos, envidia,  ira y soberbia, deseos de gloria, fama y poder, en fin, transforme nuestro ser colocando un corazón lleno del amor divino,  entonces tendremos  paz, sanidad,  acabaran las batallas porque la transformación  será desde dentro hacia fuera y ninguna situación ni persona podrá perturbarnos. 

Ese debe ser el resultado de esta travesía por el coronavirus siempre diciendo gracias pues hasta aquí nos ayudó Jehová.