POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO.-
Insistir en calificar la capital dominicana bajo la denominación de Santo Domingo de Guzmán, además de constituir una manifestación de desconocimiento, luce ser una expresión, voluntariamente o no, que pone al desnudo un desacierto olímpico.
A juicio de algunos estudiosos de nuestra historia, se trata de una cuestionable apreciación que ha permanecido a través del tiempo sin ningún tipo de sustentación confiable y que aún se hace presente en algunos documentos oficiales o correspondencias de particulares que persisten en el error.
En el caso concreto del perseverante investigador vegano, don J Agustín Concepción, en una reflexión publicada en la Revista Ahora!, No. 633, en fecha 29 de diciembre, 1975, se advierte, con sobrada razón, que continuar llamando a la ciudad Primada de América como Santo Domingo de Guzmán, “…se trata de un error que debió desaparecer definitivamente desde que fue sustituida la designación de Ciudad Trujillo”.
Destaca el referido periodista y cronista cibaeño que cuando en la Cámara de Diputados se aprobó aquel cambio, en la postrimería del año 1961, por lo menos se levantaron tres legisladores, entre ellos, el licenciado Carlos R. Goico Morales, quien presidía el hemiciclo, “para advertir que la ciudad capital nunca se había denominado Santo Domingo de Guzmán y que por ello en modo alguno debía retenerse el nombre que no había existido”.
Apunta el renombrado escritor que entre los que pronunciaron la advertencia estuvieron los hoy fenecidos representantes sureños licenciados Víctor Garrido y Heriberto García Batista.
Destaca que en aquella memorable sesión estuvieron también presentes, en calidad de invitados especiales, el presidente de la Academia Dominicana de la Historia, licenciado Emilio Rodríguez Demorizi y el director del Archivo General de la Nación, licenciado César A. Herrera, quienes con su valiosa presencia y silencio avalaron lo aprobado.
En aparente interés de ser más explícito en torno a lo acontecido en aquel momento, J Agustín Concepción, concluye sus aseveraciones destacando de manera precisa: “Nadie refutó a los diputados que hicieron la aclaración, de lo que se infiere que el nombre aprobado para la ciudad capital en la ley promulgada entonces por el presidente Balaguer fue el de Santo Domingo, sin aditamento alguno”.
Vale recordar que la propuesta para restaurar oficialmente el nombre de la ciudad de Santo Domingo, sometida por el entonces Presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer, fue convertida en Ley por el Congreso Nacional, a la 1:10 minutos de la tarde del 23 de noviembre de 1961.
El nombre de Ciudad Trujillo respondió a una iniciativa de adulonería ante la figura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, considerado como “ilustre jefe de la nación dominicana”, propuesta por el senador de Santiago de los Caballeros, Mario Fermín Cabral, uno de sus incondicionales colaboradores, quien, junto a otros no menos alcahuetes, en un acto celebrado en la Sociedad Amantes de la Luz, el 12 de julio de 1935, solicitó se rindiera a Trujillo un homenaje nacional, consistente en el cambio de nombre de Santo Domingo por el de Ciudad Trujillo.
En un principio y como una manera de hábilmente el sátrapa guardar las apariencias, reflejó su oposición ante el reconocimiento, aunque un poco más tarde terminó agradeciéndolo.
Sobre la reacción popular ante la singular iniciativa, el periodista y escritor Ramón Marrero Aristy destacó: “La nación se adhirió en forma unánime a esta proposición del senador Cabral, y en todo el país se realizaron diversas manifestaciones en apoyo al trascendental proyecto”.
En definitiva, el 9 de enero de 1936, el Congreso Nacional aprobó la ley que cambió el nombre de “ciudad Santo Domingo por Ciudad Trujillo como gratitud al gobernante que la había transformado, y que conducía victoriosamente al país por la vía de la prosperidad”.
De igual modo, es importante precisar que una versión un tanto similar a la ya expuesta por el acucioso investigador hijo de “la culta y olímpica ciudad de La Vega”, J Agustín Concepción, también se registra en el periódico oficial de la organización política creada por el profesor Juan Bosch bajo el símbolo de la estrella amarilla y su fondo morado.
Originalmente, según se deduce de una publicación digital de Vanguardia del Pueblo, en su sección Efemérides Nacionales, el proyecto de ley propuesto por el doctor Balaguer, además de ser aprobado a unanimidad, “los legisladores expresaron su voto de pie a petición del diputado Rafael Estrada Martínez”.
No obstante la pieza disponía que a la capital dominicana se le devolviera su nombre original de Ciudad Primada Santo Domingo Guzmán, “los senadores y diputados coincidieron en que la ciudad nunca se llamó así y le quitaron el apellido Guzmán”.
Recuerda el órgano informativo del Partido de la Liberación Dominicana –PLD-, que para entonces, el licenciado Alberto García expresó que estudió el asunto y que consultó al historiador César Herrera, con quien se enteró de que la capital del país “jamás había recibido oficialmente el nombre de Santo Domingo de Guzmán, sino Santo Domingo a secas”.
Transcurrido el tiempo y siendo de esa manera lo ocurrido, se hace prudente establecer un stop en la práctica de continuar utilizando la denominación de Santo Domingo de Guzmán para seguir refiriéndonos a la histórica ciudad, Primada de América, capital de nuestra hermosa y heroica República Dominicana.
Ya veremos…