POR DAGOBERTO TEJEDA
Cuando los periódicos informaron que habían ingresado a Víctor Víctor y a Sobeida su esposa, en una clínica de salud por haber sido afectados por el Coronavirus, el corazón de nuestro país quedó en suspenso. Cada día buscábamos informaciones sobre el estado de salud de ambos. El silencio se tornaba en una angustiante espera, porque las noticias negativas tienen prioridad en nuestra opinión pública. Una luz esperanzadora fue la de saber que le habían dado de “alta” a su esposa. Aumentó el optimismo y cada día esperábamos la misma información sobre la salud de Vitico.
El miércoles de esta semana, la solicitud pública de artistas amigos pidiéndole al pueblo a unirse en una cadena de oración para pedir por su salud, fue un mal augurio. Personalmente, a pesar de unirme a la cadena y poner todas mis energías a su favor, tenía el presentimiento de su partida. El corazón se me paralizó, al igual que al país entero, cuando en las redes solo se decía: “Se nos fue Vitico”.
Miré al cielo, cerré los ojos, elevé una plegaria, la garganta no me permitía gritar y solo lloré de dolor y de impotencia con una interrogante: ¿Por qué Dios mío, por qué? Nadie me dio respuesta. Solo encontré silencio.
Horas después, la negación e incredulidad eran vencidas por una anestésica resignación. Decidí pensar que era mentira, que era tan solo un mal rumor y una noticia falsa de algún desaprensivo. ¡El dolor era tan profundo, que no lo podía creer!
Pero sé que no fui el único que recibió esta dolorosa oleada de emociones, eso le pasó a miles de dominicanos, que amaban a Vitico, que se identificaban con él, que lo valoraban; él era cual tesoro compartido por todos, porque todo el mundo lo sentía como un patrimonio de la Patria, un orgullo nacional.
Todavía el pueblo está impactado, paralizado, lleno de dolor, con lágrimas que uno no sabe cómo detenerlas. ¿Qué tu puedes decir de Vitico que no se halla dicho? ¿Qué se puede escribir para valorizarlo, cuando todo el mundo lo quería? todo el mundo se identificaba con él, por su talento y porque era una persona agradable y encantadora. ¡Todos lo queríamos y lo sentíamos cerca de cada uno de nosotros porque era un ser humano excepcional!
Todos, amábamos su sonrisa, su música, su voz y nos identificábamos con un artista, que no era exclusivo de nadie, sino de todos. Nos sabíamos de memoria sus canciones, amábamos el amor con él, le sonreíamos a la vida junto con él, le rendíamos tributo a la esperanza con sus sueños. ¡Nosotros éramos él!
El pueblo está consternado, el país está triste, la Patria está herida y la nación de luto, roída de dolor por su partida. ¡No hay ojos por donde hoy no hayan rodado lágrimas de dolor!
Ningún artista ha llegado tan profundamente a las entrañas del pueblo como Vitico. Él le cantaba al amor, al desamor, a la ternura, a los pobres, a los héroes, a los revolucionarios y a la Patria. Vitico era el cantor del pueblo, de los sueños de las esperanzas, de las utopías, de los amaneceres, en Son, en merengue, en boleros y en bachatas.
El buscar explicación y consuelo ante una perdida tan severa, es un duro ejercicio que solo nos nubla la razón. Y es que Vitico es un viajero del tiempo. Desde ya, ha penetrado en un plano superior, para enternecer con su voz, la dimensión en la cual habrá de estar. Su legado es único. Cumplió su misión de elevarnos mediante la vibración perfecta a través de su alma, de su voz y de su música.
El espacio de Vitico será uno de los recuerdos más gratos en los corazones, de quienes pudimos tener el privilegio de compartir con él. Los Ángeles, si existen, algunos moran entre nosotros.
Vitico se nos ha ido de este plano material, pero estará presente en todas sus canciones y vivirá eternamente en el corazón del pueblo y en las entrañas de la Patria. ¡Víctor, hermano, amigo, gracias por darnos tanto! ¡Hasta que nos volvamos a ver!