POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO
Podría ser el producto de la inventiva humana que busca minimizar la real estatura del verdugo, al tiempo que sobredimensionar a sus adversarios.
Tal vez sea el resultado de la complacencia ilimitada de algunos historiógrafos de nuevo cuño quienes, sin tener en consideración sus consecuencias, lucen extralimitarse externando valoraciones al margen de la realidad vivida.
Probablemente, aunque luzca arriesgado, sea la manifestación del colofón de una reflexión un tanto alejada del dominio de un conocimiento cabal en torno a unos protagonistas históricos, asumiendo como plataforma de análisis, un conjunto de prejuicios o excesos que poco aportan a los anales de la historia reciente, objetiva y edificante.
Cualquiera que fuese la razón, lo cierto es que, conociéndose la actitud, el comportamiento frecuente y la manera cómo era idolatrado Rafael Leónidas Trujillo Molina, durante sus treinta y un años de gobernanza, resulta muy cuesta arriba entender que alguien, no importa su connotación social o coraje, osara, en medio de un escenario festivo, propinarle una bofetada o galleta al referido sátrapa sancristobalense.
Fuera de que en diversas ocasiones proyectó notaciones de ser un espécimen de determinaciones firmes y un coraje incuestionable, no dado a enviar si no a ir, también no debe olvidarse que se hace referencia al individuo que orquestó y encabezó un régimen tiránico con absoluto control del poder político, militar y social, en el terruño dominicano, con oprobiosos métodos de represión y torturas, que hicieron desparramar la sangre de dignos ciudadanos y que establecieron precedentes en la región latinoamericana.
Siendo de tal manera, resulta sumamente inadmisible que a Trujillo, un engendro de pretensiones absolutistas, se le humillara en público, recibiendo, no importa de quién se trate, una sonora bofetada, sin reaccionar con su arma de fuego inseparable o sin que, uno de sus acólitos o adulones, procediera hacer desaparecer del submundo de los mortales a quien cometiera la osadía.
En ánimo de que brote la verdad histórica, sobre el caso de la sonora y acomodada narración sobre la fiesta que sirvió de escenario donde supuestamente Minerva Mirabal Reyes le propinó un bofetada al tenebroso dictador Trujillo, un 12 de octubre, 1949, en San Cristóbal –según cuentan- resultaría interesante tomar en consideración lo expresado por doña Dedé Mirabal Reyes, en sus narraciones contenidas en la obra Vivas en su Jardín, sobre aquella inolvidable experiencia.
Destaca la inseparable hermana de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal Reyes que cuando estuvieron bailando en la pista, Manuel de Moya le pasó a Minerva al gobernante dominicano “…y bailaron varias piezas. Serían uno o dos sets que nos parecieron interminables”.
Destaca doña Dedé que “…terminaban una pieza y Trujillo se quedaba parado; ahí se quedaba Minerva, al igual que otras parejas”.
Asimismo, resalta que los acompañantes de la hermosa joven salcedense, en aquella noche lluviosa, sintieron preocupación porque Minerva “…no fuera a tomar de una copa que supuestamente el dictador brindaba, y sobre la que circulaban rumores de que contenía una especie de droga que hacía que las mujeres cayeran en sus brazos”.
Apunta más adelante doña Dedé Mirabal Reyes que luego de un intercambio de expresiones, entre el denominado Jefe y su apetecible hermana -diálogo imaginario muy referido hasta nuestros días- y presionados por la torrencial lluvia que hacía presencia en el lugar, decidieron subrepticiamente abandonar el encuentro festivo, dirigiéndose a la capital y luego a su lar nativo.
Agrega que tan pronto como Trujillo se percató de la ausencia de la joven Mirabal, sobre la que ya había pedido a algunos de sus corifeos presentes una explicación, “…pateó de rabia, armó un escándalo y desarmó a Antonio de la Maza, gobernador de Moca, y al senador Juan Bautista Rojas, un abogado eminente y de mucho prestigio, oriundo de Salcedo”.
Un poco más luego, subraya la expositora en Vivas en su Jardín, para tratar de describir con mayor precisión el momento de la huida de la fiesta en cuestión: “Yo recuerdo a doña Paulita y su esposo, el médico Renán González, salieron de la fiesta juntos con nosotros. Pero a ellos no los molestaron, ni les reclamaron. No les hicieron nada. Sólo la emprendieron contra nosotros”.
UN SIMPLE DESDÉN
Al cerrar su exposición detallada sobre lo acontecido en el encuentro festivo y de una manera muy explícita y responsable, en torno la cacareada bofetada supuestamente propinada por Minerva Mirabal Reyes al entonces Perínclito de San Cristóbal, doña Dedé, resulta muy sincera y contundente al narrar lo siguiente: “Sobre lo que se dijo después, que Minerva le había dado una bofetada a Trujillo y lo había dejado plantado en la pista de baile, no ocurrió así. Pero creo que sí hubo lo que llamamos una galleta sin mano. A Minerva le bastaron sus palabras y su actitud. No necesitó sus manos para darle la bofetada”.
Como se deduce del hecho descrito, incontablemente expuesto, atendiendo a múltiples pasiones, lo de la bofetada o galleta, para el desagrado de algunos antitrujillistas, materialmente no constituyó, por suerte o desgracia, una realidad como tantas veces ha sido contada. En pocas palabras, el episodio no trascendió más allá de un simple y recóndito desdén.
Siendo de esa manera, queda de nuevo confirmado que Trujillo resultó siendo siempre, tal como lo refiere doña Dedé, “…un todopoderoso, un hombre temido por todos, al que nadie contradecía, por miedo, porque mandaba a matar a cualquiera que se le opusiera…” y sobre todo, hay que concluir subrayando que una cosa es la historia y otra muy diferente, son quienes la reseñan..!! Así de simple..!!