POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO
JARABACOA, RD.- Allá, en una reducida llanura enclavada entre las empinadas montañas de la cordillera central, inundado por el frescor y el verdor de los pinares del paraje El Puerto, municipio Jarabacoa, provincia La Vega, permanece sumergido en el deterioro y el olvido el otrora impresionante y confortable Hotel Montaña; testigo fiel de relevantes encuentros políticos y de inolvidables y emocionantes experiencias amorosas y familiares.
De aquel imponente centro hotelero, inaugurado el 13 de agosto, 1949, por mandato expreso de entonces dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, aún permanecen los estragos de un proceso de reconstrucción inconcluso que vergonzosamente pone de manifiesto el irresponsable y descarado estilo de manejo, rescate y preservación del patrimonio histórico y público en el país.
Su llamativa fachada, reestructurada, por primera vez, durante uno de los períodos de gobernanza del doctor Joaquín Balaguer, y que, -hace unos años-, fruto de una acción contractual entre el Estado y un joven y habilidoso inversionista salcedense, perdieron sus encantos al ser sometida a un rústico escarchado de cemento y piedras que poco aporta al embellecimiento de la parte frontal del otrora centro turístico.
Consecuencias de las aparentes negociaciones turbias establecidas con el referido reformador, residente desde hace un considerable tiempo en New York, el rescate y la preservación del hotel ha sido paraliza desde hace un tiempo considerable, observándose en su interior, la falta de iluminación, agua y servicio sanitario, además de montones de equipos de la vieja cocina, paredes sin empañetar y pintar, pisos sin losetas, puertas sin terminación y ventanas sin la cristalería necesaria, entre otra manifestaciones de arrabalización.
Existen quienes aseguran que en procura de ampliar el número de habitaciones disponibles, originalmente unas 33 en total, incluyendo la estancia del ejecutivo de la nación, a 57 unidades, algunos de los espaciosos y acogedores salones de actividades fueron reducidos a su mínima expresión, al igual que su lobby de recibimiento y espera, sin importar sus consecuencias funcionales y de estética.
Vale también destacar que la suite presidencial que en diversas ocasiones utilizó el sátrapa de San Cristóbal o algunos de su más conspicuos allegados, entre los que cuenta el tristemente célebre Juan Domingo Perón, en aquellos tiempos en que deambula por estos lares, actualmente es un cubículo cualquiera fruto de la piqueta y la carencia de criterios de valoración al momento de remozar un patrimonio histórico.
De aquellas vistas panorámicas que desde la parte trasera de la edificación del centro vacacional eran posibles disfrutar a plenitud, donde dominaba con sus encantos la majestuosidad del Valle de La Vega Real, actualmente sólo quedan las añoranzas y recuerdos de tan hermoso regalo de la madre naturaleza dado la enorme cantidad de desechos, la tupida maleza, la tala indiscriminada de la foresta y el crimen inadmisible la indefensa fauna, aún representada, esencialmente, por algunas ciguas y el dañino carpintero.
Del destino final de los originales y elegantes mobiliarios que exhibía el Hotel Montaña poco se conoce y como responsables de la protección de los diversos materiales de construcción que en el presente se encuentran esparcidos por toda la estructura de la edificación, sin disponer de las herramientas fundamentales para cumplir con su deber, se observa a dos personas, aparentemente asistidos, cuando así sea necesario, por algunos agentes del orden público que realizan servicio en el puesto policial que, durante la era trujillista, fuera instalado en la carretera Federico Basilis, a corta distancia del otrora centro turístico.
Una porción considerable del terreno originalmente ocupado por el entonces acogedor establecimiento para el descanso y el esparcimiento, al igual que algunas de las edificaciones aledañas, -donde funcionaban varias de sus dependencias-, han sido invadidas por humildes familias que, desde hace un prolongado tiempo, entendieron constituían su espacio ideal para la subsistencia con la aparente permisibilidad de las autoridades municipales, provinciales y nacionales.
Historia
El Montaña, considerado en sus inicios como “el paraíso de los enamorados” y uno de los hoteles turísticos en zona montañosa de mayor atractivo en América Latina, fue levantado a un costo de 225 mil pesos y ocupa un área de construcción total de 4,014.87 metros cuadrados, proyectando dos niveles, incluyendo piscina, dispensario médico y un bar diseñado con roble americano, entre otras disponibilidades.
Su diseño original estuvo a cargo de los arquitectos Hermanos González y su construcción fue realizada por el arquitecto Bienvenido Martínez Brea, destacándose en su primera planta un forro decorativo exterior en piedras naturales de la región, mientras que la planta alta, resaltaba el uso de madera barnizada y su techo de teja, lo que imprimía a toda la estructura física un estilo arquitectónico montañés.
Por el clima fresco que para entonces caracterizaba con mayor acentuación a Jarabacoa, se le instaló una chimenea a la recepción del hotel para usarse en la temporada de invierno y su comedor tenía la capacidad para cuarenta y seis personas, conectado con dos amplias puertas con el comedor-terraza, considerado como uno de los más encantadores detalles que poseía este ícono de posada montañés.
Luego de varios años de deterioro y descuido, en marzo de 1969, el gobierno de Joaquín Balaguer anunció un proceso de acondicionamiento del hotel Montaña, por el valor de RD$65,000, incluía anexos, decoración, mobiliario y algunas reparaciones de las áreas afectadas.
No obstante lo prometido, siendo su administrador el mejicano Josep Prieto, a principios de julio de 1973, las condiciones de esta posada eran las mismas o peores, debido al aspecto deprimente que tenía.
A principios de abril de 1978 se informó al público en general el cierre temporal del hotel para su reacondicionamiento, reabriendo sus puertas en octubre de ese mismo año, comenzando con buen éxito al realizar sus acostumbrados festivales con baile los domingos al que asistían personas de los pueblos cercanos.
En aquella ocasión la persona elegida como su administradora, fue la italiana Silvia de Sander y mientras transcurrían los años, el hotel Montaña se debatía entre la mística de una era y los planes de modernización.
A principios de los años de la década de los 90, el centro vacacional pasó a ser administrado por la Universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) mediante un convenio firmado entre esa casa de altos estudios y el gobierno del presidente Balaguer, siendo transformado en una escuela de capacitación para los estudiantes del sector turístico.
El 13 de noviembre del 2000, mediante decreto 1192/00, el presidente Hipólito Mejía, dispuso que las instalaciones del hotel Montaña, fueran asignadas a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, hoy, Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Tiempo después, luego de haber permanecido cerrado por varios años, en el 2004, el gobierno del presidente Leonel Fernández destinó RD$37.6 millones para su reparación, conforme se registró en la prensa del momento.
No obstante lo anteriormente expresado, en septiembre del 2007 el Gobierno dominicano, a través de la Corporación de Fomento de la Industria Hotelera y Desarrollo del Turismo (Corphotels), representado por Fredy Majluta, y el empresario José Félix Cabrera, de la empresa Pareatis, S.A., firmaron un acuerdo de arrendamiento del centro hotelero por un monto de 67 mil pesos mensuales, donde se proyectaba invertir 300 millones de pesos, al tiempo que se estipulaba que la compañía tendría la administración del hotel por 35 años.
Durante un período de tiempo significativo, el proceso de remozamiento del otrora hotel ideal para los idilios amorosos, el juramento de la unión eterna y los acuerdos comerciales, marchó a pasos de tortugas y como determinación inesperada, sin explicaciones públicas precisas y convincentes, se produjo el rompimiento de lo acordado quedando como evidencias y conclusiones de lo realizado, un montón de materiales de construcción y una edificación sometida a modificaciones inaceptables que rompieron con su atractiva línea arquitectónica y funcionalidad, como ya, en otros párrafos, se ha hecho referencia.
Siendo todo lo anterior parte del proceso tortuoso de un centro hotelero digno de mejor suerte y ahora que se ha instaurado un nuevo gobierno, encabezado por el licenciado Luis Abinader, quien ha mostrado un interés marcado en el dinamismo y desarrollo del turismo, directrices que el actual ministro del área, David Collado, luce haber asimilado en toda su dimensión, resultaría interesante sugerir el rescate del hotel Montaña, al igual que aquellos otros centros de la misma naturaleza, levantados en diferentes puntos de la geografía nacional, durante la oprobiosa tiranía trujillista, como una especie de invitación al turista nacional y extranjero a disfrutar de la belleza y los encantos de la naturaleza dominicana, al tiempo de servir como plataforma para reactivar la economía nacional, en sentido general, y de manera concreta, en aquellos centros poblados en donde el desempleo y su secuela arropa a la mayoría de sus desatendidos y empobrecidos habitantes.
De existir algún tipo de razón para no ser reutilizados como centros vacacionales, bien podrían ser sopesados con el propósito de servir como opciones para la promoción y los servicios básicos exigidos por el hoy denominado turismo de salud que tanta demanda tiene en zonas con características similares al área de Jarabacoa.
Sería una valiosa expresión del cambio prometido que sin duda alguna terminaría siendo reciprocada con el profundo agradecimiento y la eterna gratitud con el pueblo está acostumbrado a hacerlo ante el accionar positivo de los gobernantes que han sabido honrar sus compromisos, sin importar el escenario y el tiempo en que se realizan sus planteamientos.
La modesta propuesta está plasmada, urge la acción..!! Empecemos pues…