POR JUAN CRUZ TRIFFOLIO
Entre las tantas peculiaridades que caracterizan al poblado de Salcedo, rayando en lo insólito, se destaca el hecho de que, en un tiempo no lejano, un grupo de bandoleros se robaron una casa en pleno sol del día.
Hacemos referencia a la época en que la mayor parte de las viviendas del municipio eran construidas en madera con techo de zinc y resultaba frecuente vender sus estructuras, una vez se consideraba que habían cumplido su misión familiar.
Para entonces, constituía una costumbre ofertar a compradores de diversos puntos del Cibao las vetustas viviendas del centro poblado salcedense a personas interesadas, quienes luego de destartalarlas, utilizaban los materiales de construcción en el levantamiento de otras o simplemente, en la activación del fuego en algunos hornos de panaderías o reposterías.
Como experiencia singular e inolvidable se recuerda el caso de una modesta pero espaciosa vivienda de galería, color verde, ubicada al frente de la familia Rosario, en la calle Padre Billini, a pocos pasos de la Duarte, cuyo propietario, para entonces, residía en la urbe newyorquina.
Cuentan que un día, bien temprano, a finales de la década de los años 70, la casa en referencia se encontraba vacía y de pronto se estacionó en su parte frontal un vehículo de cargas, abordado por varias personas, quienes luego se conoció realizaban una inusitada “labor de carpintería”.
Del camión, tipo volteo, bajaron rápidamente los integrantes de la aparente brigada y de inmediato procedieron a demoler la vivienda en cuestión, al tiempo que subían, rápidamente, sus materiales de construcción al vehículo de transportación, durante las horas cercanas al mediodía y bajo la mirada atónita de una cantidad considerable de parroquianos.
Existen quienes aseguran que don Luis Padrón, residente cercano al escenario del chocante hecho, observó con extrañeza el inesperado accionar por parte de “los desconocidos carpinteros” pero, por razones de discreción no comentó nada, pensando que el inmueble había sido vendido por su dueño.
Resaltan que la operación delictiva resultó meteórica y que así como aparecieron sus protagonistas, de esa misma manera se esfumó “la brigada demoledora” en su moderno volteo.
Transcurrido los días y tal vez consecuencia de la denominada y eficiente Radio Bemba, en cualquier país y en el mundo, el propietario de la vivienda recibió, en La Gran Manzana, algunas informaciones sobre lo ocurrido con su unidad habitacional y de inmediato procedió a comunicarse con don Luis Padrón, vecino del lugar, a quien de manera contundente procedió a preguntarle con insistencia sobre la verdad de lo acontecido.
El señor Padrón, salcedense de poco hablar y muy preciso al informar, se circunscribió a contestar: “Bueno, vecino, y usted no vendió la casa..? Aquí vinieron unos individuos, tumbaron la vivienda y se llevaron todos los materiales en un camión. Yo no sé más de ahí…”
Vale decir que, luego de las investigaciones policiales correspondientes, el dueño del inmueble robado recibió la agradable noticia de que los rufianes que participaron en la insólita ejecución habían sido apresados y sometidos a la acción de la justicia en San Francisco de Macorís.
Tal como es posible deducir de esta narración y como certeramente nos recuerda el buen compueblano y amigo, ingeniero Ernesto Jesús Miñoso González, es evidente que, en algún momento de su historia, nuestro querido pueblo de Salcedo, para bien o para mal, ha sido una especie de Macondo pero sin los Aurelianos.
Ahora bien, no obstante lo descrito, aun sea con sus excentricidades, Salcedo sigue siendo nuestro terruño adorable…