Por Juan Cruz Triffolio
A unos siete kilómetros al Sur de la comunidad de Jarabacoa, allí donde comienzan levantarse las empinadas montañas de la Cordillera Central, en el trayecto que conduce a Constanza, el visitante termina encontrando un punto geográfico de donde es posible disfrutar a plenitud los encantos y el esplendor de esa impresionante zona de la fértil región del Cibao.
Allí, para el deleite de los turistas nacionales y extranjeros, señalizado por aislados carteles, existe un acentuado y descuidado espacio disponible para percibir, en la lejanía y con algunas malezas que dificultan la visibilidad, el caudal de las torrenciales aguas que conforman el cautivador Salto de Jimenoa.
Hablamos del denominado Mirador del Salto de Jimenoa, un escenario natural, asignado para su preservación y manejo desde hace un considerable tiempo a representantes comunitarios de la Fundación Progressio, quienes por diversas razones no lucen haber podido habilitar, adecuadamente, aquel lugar con tanto potencial turístico.
Como infraestructura para dar la bienvenida al forastero apenas existe una reducida caseta en donde una amable joven procura el pago de una exigua contribución económica, al tiempo de ofrecer limitadas informaciones sobre lo que se pretende observar y disfrutar en aquel refrescante lote de la naturaleza jarabacoeña.
El reducido trayecto a transitar para llegar a la destartala plataforma levantada con trozos de madera que funciona como Mirador del Salto de Jimenoa, luego del visitante dejar su vehículo a la orilla de la carretera, con la inseguridad que tal decisión implica, además de lucir descuidado en su atención, con una acumulación de desechos y malezas que sorprende, carece de la pavimentación necesaria para caminar con seguridad, sobretodo, cuando se trata de personas de avanzada edad o aquellas con limitaciones físicas al momento de su movilidad.
El escenario que sirve de observatorio es una reducida rancheta, teniendo como techo cuatro o seis planchas de zinc, en cuya estructura se emplearon algunos sobrantes de madera, con unos débiles pasamanos o barandas, sin terminación, que expone a quien allí hace presencia al peligro de caer inesperadamente al acentuado despeñadero existente en el entorno del lugar.
Todo lo anterior limita la presencia y disfrute de la panorámica observada a los infantes y envejecientes, a no ser que sus acompañantes guarden un cuidado constante y extraordinario.
Vale también destacar que ante la falta de una poda frecuente del sendero que conduce la vista hacia el Salto de Jimenoa, igual que la no disponibilidad de catalejos como se estila permanentemente en espacios geográficos de esa naturaleza, sus posibilidades de visualización de manera general, termina siendo muy limitada y deprimente.
Asimismo, dolorosamente, es importante subrayar que para el confort al momento del descanso lamentablemente no existe la cantidad de bancos necesarios y en lo referente al servicio sanitario, sólo es posible utilizar una incompleta letrina, con insoportables condiciones de higiene.
La falta de un área adecuada para el disfrute de un refrescante refrigerio o la degustación de un suculento emparedado, obliga a que el tiempo de la visita sea corto y a veces, apresurado.
En definitiva, luego de esta apretada e incompleta descripción tal vez sea interesante expresar que el conocido Mirador del Salto de Jimenoa, -principalmente ahora cuando parece interminable el proceso de remozamiento del sendero móvil en madera que conduce, por toda la orilla del referido río, a la llamativa cascada-, ha de ser rescatado, además de servir como un medio de sustentación económica a las diversas organizaciones de la comunidad en que se encuentra ubicado, requiere estar dotado de las condiciones fundamentales para transformarlo en un espacio de esparcimiento familiar seguro, sano y confortable.
Su rescate y preservación ha de ser urgente por parte de los organismos correspondientes del Estado, sin importar el monto de la inversión económica y el esfuerzo técnico y humano necesario.
Un regalo tan valioso de la naturaleza dominicana no debe ser olvidado.
La sola belleza natural que podría ser disfrutada a plenitud desde aquel paradisiaco escenario justifica cualquier atención y remozamiento de sus entornos sin importar costo y sacrificio.
Sobre el rescate del Mirador del Salto de Jimenoa nos arriesgamos a afirmar que es posible con poco para beneficios de muchos de esos campesinos laboriosos que tanta atención requieren en aquellas elevadas montañas del corazón del país.
Y como se ha aclamado por los cuatro puntos cardinales que, el cambio va..!!, es hora de que también se haga presente en un lugar tan atractivo y con tantas potencialidades para la dinámica de turismo nacional.
No hay tiempo que perder..!!