Por Dagoberto Tejeda Ortiz
La dictadura trujillista no fue solamente un modelo de represión político-militar, sino también de elaboración ideológica, de legitimización de la “lógica” en la racionalización de la cotidianidad y del sistema, en la interpretación del mundo y de la realidad.
El consenso social era conceptualizado por una élite de intelectuales, artistas y religiosos “que coincidían” en las “positividades” del régimen, difundido por un aparato de opinión pública, donde la alienación de la juventud era “natural”. En términos generales, existía una juventud que se desvelaba por las discusiones y actividades artísticas, deportivas, religiosas, sociales, culturales, históricas, pero sin tocar nada que tuviera que ver con el sistema salvo un pequeño núcleo de jóvenes que al final de la Era comenzó a ver las cosas diferentes, aunque no lo expresara abiertamente, pertenecientes algunos de ellos al glorioso Movimiento del 14 de Junio.
Existía el consenso como país de que estábamos a nivel académico-científico en la cima, actualizados, hasta que llegó al Poder, después del derrumbe de la dictadura, el prometedor gobierno del profesor Juan Bosch, quien tomó la sabia decisión de enviar jóvenes a las universidades del mundo a ponernos al día y a estudiar las carreras necesarias, no existentes, para el desarrollo del país.
De Baní, fueron escogidos seis jóvenes (Radhamés Mejía, Walter Cordero, Ernesto Germán, Leovigildo Báez, Luis Manuel Peguero y Dagoberto Tejeda), gracias a la intervención y la decisión del banilejo Don Fabio Herrera Cabral (“Fabito”), Vice-Ministro de Relaciones Exteriores en la época, para estudiar veterinaria y ciencias sociales a Brasil.
Ninguno de estos jóvenes eran de los más pobres del pueblo, pero ninguno era rico. No pertenecían a las “familias sagradas” locales. Eran todos de barrios populares, que lograron la hazaña de terminar sus carreras académicas y aportar luego sus conocimientos al país.
Walter Cordero, tomó el camino de la docencia y de la investigación social. Fue profesor de la UASD, durante más de cincuenta años, además participó en la elaboración de diversas investigaciones sobre la realidad social dominicana, a nivel nacional e internacional, tanto aquí, en Estados Unidos como en España.
Siendo sociólogo distinguido, académico destacado, profesional establecido, decidió en la Universidad de Alicante, España, realizar un doctorado en geografía. Esto culminó su vida, porque le abrió el camino de la realización personal y el desarrollo del científico especializado en ecología y su relación con el medio ambiente, la naturaleza y las comunidades. Walter, a su regreso al país, su escuela eran las lomas y las montañas, hablando con las plantas, observando a todos los seres vivos de la naturaleza y sus aulas eran las comunidades, para descubrir su cultura, sus creencias, sus artesanos, sus artistas y sus obras.
Quedaba fascinado por el arte, las técnicas, las sensibilidades y el conocimiento popular que encontraba en la elaboración de macutos, árganas, sombreros, sogas, y de todas las obras de cesterías. Walter se convirtió en uno de los mayores expertos y conocedores de nuestra fauna y nuestra flora, las lomas, las montañas, los arroyos, el río Bani, al igual que su folklore.
Walter, comedor de arepitas de manos, propias de su barrio y bebedor de café espeso con mucha azúcar, sus manifestaciones más profunda fue su amor por Baní, su fidelidad y entrega a la UASD y su matrimonio con la naturaleza. Su mayor sueño, era “El Museo del Café de Baní”, al cual le dedicó muchas horas y numerosos recursos, cuyas piezas únicas, inéditas, descansan transitoriamente en un pequeño conuco que tenía escondido en el corazón de las lomas de Baní.
Walter ha sido el científico para el estudio ecológico y el conocimiento de la fauna y la flora banileja más importante que ha tenido Baní en toda su historia. Dejó numerosas investigaciones y escritos en diversas revistas especializadas de carácter nacional e internacional.
Entre ellas, dejó escrito un análisis histórico-antropológico sobre el bohío dominicano, “de lo real a lo simbólico”, que sin dudas es una de los mejores trabajos que sobre este tema se ha escrito en el país, presentado en una conferencia internacional en España. Trabajos como “Tres Expresiones de la Cestería Dominicana”, “Sol y Sombras: Las vicisitudes del Sombrero Vegetal” y “Los Recipientes de Bejucos en la Cestería Dominicana”, deben de ser reproducidos y difundidos.
De igual manera, un trabajo central, que es un grito de alerta al país, sobre “Depredación Ambiental y Preocupación Conservacionista en la República Dominicana”. Sociológicamente, analizó los mítines en la dictadura trujillista en un trabajo inédito, novedoso y único sobre “El Desfile trujillista: Despotismo y Complicidad”.
Con un tema tabú en Baní sobre la discriminación racial, realizó un estudio de antología, donde prevalece, no el banilejo, sino el sociólogo, con la imposición del científico social, el maestro, con un verdadero aporte teórico-metodológico-conceptual. De igual manera, fue muy acertado el prólogo que le escribiera a la novela Juan Manuel de Francisco X Billini Brea, sobre la producción del café en las lomas de Baní.
Es necesario, es un deber y es un compromiso con Walter, la publicación y difusión de sus obras, aportes invaluables a la biología, la ecología, el medio ambiente, la naturaleza, a la cultura banileja y al país, así como hacer realidad el Museo del Café. Es tarea de la Escuela de Sociología de la UASD, el Museo Nacional de Historia y Geografía, la Alcaldía de Baní y el Instituto de Geografía y de Historia (IPEGH). Este último debe de dedicarle su próxima revista y su próximo congreso de Geografía, para hacer justicia y contribuir a la lucha contra el olvido. La Alcaldía de Baní, tiene la responsabilidad y el deber de consagrar una calle con su nombre, para contribuir a la lucha contra el olvido.