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Por Pedro Corporán
Hay que destacar que el Estado es un establecimiento de poder tan complejo, que en ninguna era los grandes tratadistas, han podido consensuar una definición conceptual concreta, en relación con su identidad intrínseca y el reto de descodificar su historia es tarea de verdaderos eruditos.
En nuestro desautorizado juicio en la materia, la razón dialéctica de las complejidades de esta poderosa estructura, es que nace del ser político pero gobierna, organiza y afecta a la sociedad en el ámbito de todas las facetas existenciales del ser humano, iniciando por la que le sirve de origen y siguiendo con las señaladas en la primera entrega de este escrito.
Los filósofos antiguos Platón, Aristóteles y Cicerón, por solo citar tres, dejaron tratados sobre el Estado de gran valor intelectual, pero de profundas divergencias, con sus libros homónimos titulados La república.
Para dar un gran salto cíclico, escojamos solamente a cinco autores de la Edad Contemporánea, en orden del marco histórico en que existieron, para ilustrar los criterios de las discrepancias conceptuales entre grandes tratadistas para definir lo que es el Estado.
Una de las definiciones, entre decenas, que más aprecio, un tanto platónica y por ende marcadamente idealista, es la del filósofo alemán Georg Welhelm Friedrich, más conocido como Hegel (1770-1831), considerado por muchos como el padre del Estado occidentalista contemporáneo, quien escribió: “El Estado es la conciencia del pueblo”.
En una interpretación muy propia, este pensamiento hegeliano nos remite a las razones del ser sicológico espiritual, el estado general de consciencia de un conglomerado humano, como factores determinantes de la existencia del tipo de Estado y la concepción, principios y valores que adopte como código de poder, en un espacio y tiempo determinado, en una sociedad específica.
Por su parte, el filósofo y economista alemán Karl Marx (1818-1883), padre doctrinal del estado socialista o comunista, autor de uno de los libros más impactantes del debate sobre el Estado, titulado El Capital y publicado en el año 1867, expuso su criterio sobre este estamento de dominación con apego predominante a la división de clases, con los siguientes conceptos: “El Estado es un instrumento de dominación de una clase sobre otra”. Claro, propuso también un Estado clasista, pero dominado por el proletariado, cuya primera cristalización se produjo 50 años después, con la revolución rusa de 1917, liderada por Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin.
El erudito alemán Max Weber (1864-1920), filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo, definió al estado de la siguiente manera: “El Estado es un agente centralizado y jerárquico que ejerce o puede ejercer el poder coercitivo dentro de un territorio determinado”.
Antonio Gransci (1831-1937), filósofo y politólogo italiano, consideró al Estado en un contexto latus sensu y con apego a su composición social: “El Estado es igual a la sociedad política más la sociedad civil, es decir la hegemonía reforzada con la coerción”. Gransci rompió con la concepción de que el estado era solamente el engranaje público de dirección y administración de la sociedad.
Más cerca de nuestro tiempo, veamos lo que escribió sobre el estado, el filósofo austríaco y jurista más influyente del siglo XX, Hans Kelsen (1881-1973): “El Estado es un ordenamiento jurídico vigente y válido en un determinado territorio…”
La concepción de Kelsen, divergió también con la teoría tradicional de que los elementos integrales del Estado eran territorio, pueblo y gobierno. Incluyó un cuarto elemento que es regulación con base a un estado de derecho que lo legitima y que basa su organización en la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
La idea y los objetivos de la segunda entrega de este escrito, no es profundizar sobre cada una de las anteriores definiciones, sino mostrar la complejidad de la identidad endógena del Estado y la inexistencia de consenso histórico entre los grandes eruditos del tema.