José Vela Zanetti es uno de los grandes pintores y muralistas españoles, que vivió en Santo Domingo y dibujaron sobre el orbe isleño las rocosidades y las marchas triunfales del heroísmo nacional. ¿Cómo hablar de Vela Zanetti, sin inclinar la cabeza ante su arte y consagración sublime? En una de sus coartadas estéticas presenciamos el mural grabado en el Palacio del Congreso Nacional, donde tipifica las jornadas del desarrollo humano y social desde la fundación de la ciudad de Santo Domingo, cruzando por la destrucción del ciclón de San Zenón, culminando con la efigie montado a caballo del generalísimo Trujillo insuflando las gaitas del destino nacional. Como el tirano no podía ser ignorado en aquella dictadura horrible, Vela Zanetti nos dejó las claves ocultas de su profundo desprecio por aquel montaraz verdugo de pueblos y destinos. Aunque la historia trasquiló ya esa efigie compulsiva de Trujillo marcando el porvenir de la nación, delante de congresos de diputados y senadores serviles e indignos, Vela Zanetti, en el dibujo de Trujillo en cabalgadura briosa, dejó una de las patas delanteras del penco en el aire, que en la traducción de la cultura popular y animista significaba mala suerte para Trujillo.
En otra ocasión Vela Zanetti pintó 18 murales para la gran obra del “Monumento a la Paz de Trujillo”, en Santiago, quien al observar una de las pinturas que adornaba el monumento erigido en su honor, provocó que no se inaugurara y que abandonara el lugar presuroso. Esa área que desde entonces se conoce como “el mural de la discordia”, simboliza a un hombre, de espaldas, luego de romper una cadena que, según Zanetti, simbolizaba la ruptura por parte del pueblo esclavo de la deuda externa. La razón esgrimida por Trujillo fue que en el país no había que romper ninguna cadena porque no había esclavitud.
Cuando el escritor vasco, Jesús de Galíndez fue secuestrado en la ciudad de New York el 12 de marzo de 1956, se procedió a una investigación a cargo del Director interino de la Policía de N.Y. el Sr. Walter Arm, quien al registrar el apartamento donde vivía Galíndez, encontró un documento de puño y letra de Galíndez donde decía que si le sucedía algo, había que investigar al dictador Rafael Trujillo, y hablar con Vela Zanetti, quien era su amigo personal, quien vivía en New York, próximo al apartamento de Galíndez, quien podría dar datos que Galíndez le había revelado sobre quién sería sin dudas el autor de su desaparición. Tanto Galíndez como Zanetti se reunían y conversaban. La idea de Galíndez ante su secuestro, del cual estaba prevenido, luego de haber denunciado a Trujillo, era que su amigo Zanetti, le informara a la policía la sospecha legitima sobre quien recaía aquel suceso. Zanetti se declaró ajeno a cualquier tipo de opinión ante la policía sobre Galíndez. Fue evidente que Galíndez lo citó para el testimonio postrero acusatorio a Trujillo. El inmenso artista que fue Zanetti tuvo entonces debilidades humanas, negó a Galíndez como Pedro a Jesús hace veinte siglos.
- Tomado del Periódico Listín Diario – 18 mayo 2021