Por Pedro Corporán
El pensamiento lumínico del escritor uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), ilustre miembro del parnaso histórico de los preclaros de América, atravesó el corazón del siglo XX como un rayo de luz intercontinental.
Merced a las grutas de oscuridad por las que camina la América de las mil y una genéticas, la espada fulgurante de la virtuosa obra “Ariel”, creación cumbre del eximio pensador José Enrique Rodó, sigue atravesando las trémulas cadenas del marco histórico en que había emergido en la misma génesis del siglo XX (año 1900).
Como saeta ideológico magistral que clavó en el corazón de los mortales de América, el libro “Ariel” se convirtió supersónicamente en una corriente ideológica filosófica del continente, encendiendo como rayo el debate sobre la preservación de los valores congénitos de Hispanoamérica y la liberación latinoamericana.
El arielismo sigue alargando su virilidad doctrinal inmaculada hasta el propio siglo XXI, inmortal de 121 años que ha sobrevivido a su lejano marco histórico por el estado de irredención de nuestros pueblos y sociedades, y la petrificación del alma de nuestros valores y principios congénitos existenciales.
La nueva era carece de grandes luces libertarias, la momificación de las masas con el “éxtasis” del materialismo grosero y el utilitarismo de la cultura anglosajona, amordazó la espiritualidad de la cultura latina (hispana y grecorromana), generando una crónica crisis de identidad que está convirtiendo a nuestras sociedades en verdaderos esperpentos morales.
Bautizado en su época como el “Maestro de América”, Rodó elevó hasta el cielo la bandera de la “Magna Patria” que solo podría concebirse en el vientre de la unidad política y cultural de América Latina, inscribiendo su nombre en el escudo de armas del más cosmovisionario de los latinoamericanos, Simón Bolívar.
Esa ausencia crónica de luz, como establecería la prodigiosa mente de Albert Einstein, produce su antítesis, el obscurantismo, estadio arropado hoy por una apariencia de modernidad vacía de la espiritualidad idealista que proponía José Enrique Rodó, como contraposición a los dominios de la cultura grotesca de los Estados Unidos, para evitar que las potencias capitalistas, desintegraran los valores primigenios de la cultura greco latina como base genética de nuestras sociedades.
Si algo demuestra el retrato crítico sociológico, político y cultural de la América Latina de hoy, succionada con ansiedad vampiresca por la corrupción, los vicios y la degradación moral, es la necesidad de desempolvar libros como “Ariel”, alumbrados a la conciencia pública en el año 1900, por un cosmovisionario hispanista, latinófilo y moralista, José Enrique Rodó, legándonos el fundamento histórico para la adopción del título de este humilde artículo: La Premonición del Arielismo.